En el 2001 se presentó por primera vez en el Distrito Federal la iniciativa para legislar sobre las sociedades de convivencia.
Como suele ser en estos casos, los policías del estado y de la iglesia encasillaron el debate en argumentos bizantinos, la fracción del PAN y grupos conservadores como pro vida se arrojaron dramáticamente sobre el atentado que se hacía contra la familia tradicional heterosexual y la malformación que sufrirían las niñas y niños criados en estas nuevas familias. Finalmente el día que se votó la propuesta en la asamblea fue rechazada. El resultado propagado por los medios de comunicación sentenciaba que las sociedades de convivencia no atentarían contra la sociedad y la familia por proteger a esas raras minorías.
Fue un momento interesante en términos de derechos humanos y democracia, entonces no se habían hecho las modificaciones al artículo 1 constitucional que por primera vez mencionaba la prohibición de la discriminación por preferencias sexuales, recuerdo cuánto les costó a los panistas aceptar esta redacción, sólo querían poner preferencias, omitir lo sexual, es decir seguir discriminando sutilmente. Tampoco estaba la ley federal para eliminar y prevenir la discriminación o la ley general de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia. Tiempo después pese a las voces anacrónicas de políticos y sacerdotes fueron reconocidas las uniones de estas parejas y más en diciembre de 2009 se aprobó el matrimonio entre personas del mismo sexo en el Distrito Federal, el matrimonio y todo lo que ello conlleve como el derecho a la adopción.
Por todos lados las alas conservadoras buscaron invalidar y poner freno, primero al matrimonio y luego a las adopciones, en ambos casos la Suprema Corte de Justicia de la Nación avaló la procedencia de estos derechos. ¿Ganamos, no?
En Aguascalientes la presentación de esta misma iniciativa como siempre ha desatado la lesbo, homo y transfobia, la pobreza de argumentos de quienes han presentado esta ley condenada al fracaso debilita la construcción del respeto irrestricto a los derechos humanos, principalmente porque quienes han presentado esta iniciativa no se han convencido de ella, ¿quién puede defender una ley de segunda? Ya se parte de la idea de que el matrimonio sólo es para un tipo de personas, para las que no acceden a ese rango, queda la ley de sociedades de convivencia. Un pésimo trabajo en este tema alienta el clima de intolerancia, el despliegue de odio a la diversidad sexual que hacen los panistas, algunos comunicadores y el mismo presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Omar Williams Ovalle por cierto personaje ligado al PAN, quien para nuestra mala suerte sigue entorpeciendo el camino a la justicia y cobrando harto dinero por su deplorable trabajo, la diversidad en manos de quién estamos.
Una década de intenso trabajo transcurrió en el DF para lograr el reconocimiento de las uniones de parejas del mismo sexo, ¿cuánto más pasará en Aguascalientes? Va a llegar, tendrá que llegar porque así son los espejismos y las ilusiones de nuestras pequeñas victorias, pero ¿es el matrimonio lo que nos va a liberar de la heteronormatividad como sistema opresivo? No, pero nos entretenemos años en esa lucha.
La trampa del matrimonio es la forma en que el estado suple a la iglesia y vigila la vida de mujeres y hombres, la normativiza obligándola a la heterosexualidad, pero en sí el estado usa la misma moral religiosa para definir con quién contraer matrimonio. Desde luego que queremos que nuestras garantías estén protegidas, por supuesto que buscamos que se nos deje de tratar con desigualdad, pero los derechos deben otorgarse a todas las personas independientemente del parentesco que se tenga o no con ellas, y no dar como moneda de cambio nuestros derechos al poder del estado y la iglesia para controlar nuestro cuerpo y nuestra vida; no me interesa acceder a los privilegios heterosexuales que además son un fracaso de su propio sistema, no quiero que el estado se meta en mi cama a vigilar con quién me acuesto, si hay crianzas o no y cuántas hay, no quiero su policía en mi intimidad porque finalmente el matrimonio no me libera de la lesbofobia, de la discriminación, del odio, no quiero “asegurar”, apropiarme de otra persona.
El DF entre 1995 y 2013 ha registrado 164 crímenes por odio hacia personas de las diversidad sexual, el Estado de México 78 casos, Nuevo León 64, Jalisco y Michoacán 54, Chihuahua 32, Yucatán 47, Nuevo León 64, Veracruz 40, Quintana Roo 20, Tabasco 31, Puebla 28, Guerrero 29, Baja California 25, sólo son los casos en estados donde hay seguimiento, ¿Qué ha cambiado con este espejismo de los derechos? Nada porque el sistema heteronormativo es en esencia homofóbico y su trampa radica en el castigo del amo, con una mano nos da “derechos” y con otra afina un sistema cada vez más depredador.
Hay cosas urgentes y necesarias que debemos cambiar, dejar de pensar desde la lógica heterosexual en la que renunciamos a nuestra libertad para incorporarnos a los supuestos derechos, el matrimonio, la familia, la pareja monógama, son callejones sin salida, instituciones fundadas en la opresión de las otras y otros, una sociedad libre tendrá que dejar atrás cada piedra sobre la que ha fincado su “seguridad” y pensarse a sí misma sin el amo que la vigile.
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