Por su condición y naturaleza, enorme cantidad de especies animales han estado dominadas y explotadas por el hombre. Son parte legítima de su actividad en la lucha por la supervivencia.
El propio raciocinio y la capacidad de conquista del planeta, le dan derecho a servirse de los animales para de ellos adquirir alimento, fuerza, vestido, medicamentos, y todas las ricas sustancias químico-biológicas que de su cuerpo se pueden extraer; asimismo este derecho le endosa la obligación de cuidarlos, proporcionarles las mejores índoles de vida y preservar las especies en tal armonía que esté sintonizada lo más cerca posible al ecosistema.
De siempre, es decir desde la protohistoria, ha existido la relación hombre-animal, que por supuesto nunca podrá ser igual a la del hombre-hombre, por ser entes radicalmente distintos de cuerpo y espíritu, aunque ambos vivos. Empero sí que es cierto que por este suceso, la especie humana ha evolucionado en todos sus aspectos. El animal le ha significado demasiado en el desarrollo y ha estado presente en sus diligencias económicas, culturales, tradicionales, políticas, humanistas, espirituales, históricas, y agréguese un extenso etcétera. Sin embargo en el entrevero subrayado casi siempre se interpone inexorablemente algún tipo de sacrificio.
Pensar lo contrario –el hombre al servicio y explotado por las bestias-, sería absurdo y ridículo. No existe ventana por la cual se pueda asomar el sentido racional de semejante pretensión.
Es una ociosidad tratar de humanizar a los animales y/o animalizar al hombre.
La semana pasada, en este mismo diario, se le dio un par de coberturas, para acoger y exaltar la libertad de expresión, como Dios manda, a Nuria Querol Viñas, persona de alta preparación académica –ostenta el título de doctora, sin especificar en qué, y posgrados en biología celular y genética y biosanitaria, experta, según la nota, en tratamiento de la violencia familiar e intervención educativo-terapéutica asistida con animales, fundadora, además, del Grupo para el Estudio de la Violencia Hacia Humanos y Animales-.
Debo confesar que sus positivas y tiernas intenciones, el de defender animales de las garras de los humanos, según ella desensibilizados, comenzando por prohibir las corridas de toros y los combates de aves de riña, tradiciones que en México sólo tienen más de 400 años de existencia, me conmovieron; pero igualmente me dio pena ajena y me exasperó su sólida ignorancia en semejantes materias, y en el toro de lidia y el ave de combate como seres vivos.
La profesionista otorga parte de su energía y tiempo en pro de los animales, aunque no propone el proyecto para poder lograrlo, fuera de la prohibición huérfana de los motivos razonados para ello, asunto que ya de sí taladra las libertades y la democracia de muchos sectores formados por la sociedad.
Se dice involucrada, como activista animal (sic), en rango profesional y personal en la violencia animal y todo lo que incluye ese mal hábito, dice ella. Superfluo y temerario concepto de dos espectáculos que entre otras muchas cosas son parte del compacto folclor del mexicano y los reduce lastimosamente a malas costumbres ¿será ella extranjera? No se notifica en la entrevista.
Presume de haber logrado algunos alternativos experimentos científicos en los que no se utiliza ninguna especie de animales, y se pronuncia a favor de seguir luchando para que la ciencia investigue de modo distinto y con otros medios. Sin embargo, a decir de la opinión de varios hombres de ciencias, entre ellos la MVZ Q. Guadalupe Martín del Campo Rodríguez, egresada de la UAA (Universidad Autónoma de Aguascalientes) y maestra en ciencias por la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y el químico Raúl Martín Jáuregui, ello es prácticamente imposible, ya que los resultados serían pobres por su falta de factibilidad.
El utilizar animales para experimentos científicos es añoso; lo han hecho, y seguirán haciéndolo los profesionales en la investigación, desde hace siglos, -y no por tradición, sino por necesidad-, todo con el fin de beneficiar a la humanidad e infinidad de ocasiones a las propias especies de las que se sirve el humano para elevar su calidad de vida en base a la producción alimentaria, sobre todo. Diariamente en los centros de investigación se sacrifican y se someten a experimentos más o menos dolorosos, miles de vacas, entre ellas altas productoras de leche, con el objeto de continuar descubriendo su mejor explotación en base a un elevado, adecuado y ecologista proceso para tal.
Una de las más generalizadas y mejores técnicas para el mejoramiento genético de bovinos, caprinos, porcinos, ovinos y equinos es la IA (Inseminación Artificial).
Quien esto escribe es técnico en IA en bovinos por Conamegra (Confederación Nacional para el Mejoramiento Genético y la Reproducción Animal), organismo dolientemente desaparecido. Aquel fabuloso curso, realizado en Ajuchitlán, Querétaro el año de 1995, tenía en su programa la práctica con vacas vivas –de otro modo habría sido imposible-. Éramos, recuerdo, aproximadamente 30 alumnos que felizmente aprobamos el examen, y las condiciones ofrecidas resultaron adecuadas; empero el número de reses hembras fue un tanto reducido en comparación con la demanda de aspirantes, entre los que se contaban veterinarios recién titulados, asunto que obligó a los directores a disponer una vaca por cada cinco matriculados. La circunstancia orilló a que nos turnáramos. (Parte I Continuará).