El electoralismo es corrosivo; mientras más abundan los comicios, más se tiende a convertir al partido en máquina electoral, en perjuicio de sus funciones esenciales, las de echar raíces en el pueblo, educar y organizar social y políticamente a sus cuadros y simpatizantes, y prepararlos para discernir, emprender y sostener su propio proyecto emancipador.
Nils Castro
Mientras más escucha uno hablar a la inmensa mayoría de las y los candidatos a cargos de elección popular, más se convence del poco entendimiento que éstas y éstos tienen sobre lo que significa la política; es más, hay quienes se ufanan de “no ser políticos”, lo cual lo único que evidencia es la absoluta ignorancia que se tiene sobre lo que significa esa palabra que a muchos incomoda, porque precisamente se ignora su significado.
Algo que es digno de mencionar es que desde hace algunos años se ha dado por decir que la política es algo que no interesa a la gente, y que al contrario es terriblemente despreciada por ésta; cuando lo que se trata de decir en realidad, es que la gente no se interesa por la política partidista, y por ello, los partidos políticos, hoy se encuentran en la parte más baja de la pirámide de confianza entre los ciudadanos. Parece que a casi todos se les olvidó que el ser humano es un animal político por esencia, y por esto, es que siempre está en la construcción de consensos, ya sean éstos en la familia, en el trabajo, en la escuela, en el entorno vecinal, etc. Así que aunque lo crean despreciable, la política está en cada actividad humana en la que participa más de una persona, porque al final del camino, la idea toral de la convivencia social es la de alcanzar acuerdos y consensos.
En este sentido es que es imprescindible que se le recuerde a las y los candidatos que la ciudadanía está esperando de ellos discursos políticos, es decir, piezas oratorias donde el candidato sea capaz de hacer propuestas a una serie de asuntos que preocupan y son demandas de los ciudadanos, y el candidato en la búsqueda de la confianza del electorado, tenga una propuesta sobre los mismos, donde se muestre seguro y suficiente de que pueda dar una respuesta a las mismas demandas ciudadanas, y que con ella está alentando la posibilidad de que en el hipotético caso de alcanzar el cargo por el cual está contendiendo, articule las políticas públicas adecuadas que den solución a las exigencias de los ciudadanos. A los candidatos se les ha olvidado que la política es el instrumento transformador de la sociedad, y que siempre han sido las ideas las que han transformado el mundo y éstas siempre se expresaron a través de los partidos políticos.
En la configuración de ese discurso no queda espacio para los elementos meramente retóricos, el lenguaje debe ser llano, pero no simplón; existen componentes que definen la realidad social, y los mismos pueden ser parte del discurso, donde se presente la problemática y la manera de abordarla; ser claros no puede equipararse a autoflagerlarse; y sobre todo debe exhortarse a la participación ciudadana. Superar la pobreza y reducir la desigualdad requiere de políticas públicas diseñadas a partir de la participación ciudadana y que deben ser evaluadas con similar participación. Es decir, requiere de un salto cualitativo de las formas de decisión democráticas, es decir, de una democracia de mayor calidad. (Julio Sau Aguayo)
Las participaciones de las y los candidatos en las reuniones con la ciudadanía, no pueden seguir siendo caracterizadas de forma tal, que parecen programas de cocina en televisión, donde el chef presenta un platillo, que contiene una serie de ingredientes difíciles de conseguir, y que al momento de cocinar, resulta que no todos los pasos quedan debidamente descritos. Así lo único que se acrecienta es el descrédito de la política como mecanismo de construcción democrática; si las y los candidatos no se asumen como políticos, no se entiende que pretendan alcanzar un cargo de elección popular, donde lo primordial es el quehacer político, ya sea en la administración pública o en el Congreso del Estado.
Sí, el discurso debe ser eminentemente político, donde pueda estar sustentado por la ideología del instituto político que soporta la candidatura, donde se expresa de manera suficiente los elementos de la Declaración de Principios, donde se presente la manera en que estos mismos nos permiten construir el Programa de Acción y que nos permitan presentar un Programa de Gobierno o una Propuesta Legislativa. Si es ahí donde se tiene el vacío, será muy difícil saber qué hacer, no se puede tratar de ser algo que no se es, no se puede ir por la vida sin principios y sin valores, como tampoco se puede estar en la política sin identidad partidista; no se puede haber sido hace seis o tres años parte de un proyecto de nación, y hoy asumirse como parte de algo diametralmente opuesto. Sólo se puede defender lo que se quiere, y sólo se puede querer lo que se conoce. (Carlos Alberto Madrazo Becerra).
Hoy existen verdaderos retos para quienes se atreven a pedir la confianza ciudadana, los tiempos han cambiado, aunque aún no de la manera en que el pueblo se merece, pero todo indica que no habrá retrocesos, por ello es que existe la necesidad de que quienes se asuman como candidatas o candidatos a cargos de elección popular, tengan claro que ello requiere preparación política, y si ésta no se tiene, tendrán razón, podrán llegar a los cargos para los que están postulados, pero jamás serán políticos.