Motus ab intrinseco expresa la definición clásica de vida; en tanto que su opuesto motus ab extrinseco describiría la influencia externa o del entorno a un ser orgánico, que por definición es autómata. La energía que emana desde dentro es la fuerza creadora, que engloba a plenitud el concepto filosófico de “impulso vital”; en cambio las energías inerciales del entorno a la unidad viva se convierten en condicionantes de la forma de modelar sus comportamientos, ya sea de adaptación o de transformación del medio ambiente que lo rodea.
Estos conceptos básicos de la biofisiología y la bioquímica inherentes a un ser vivo pueden aplicarse de manera analógica en los planos político y económico de una sociedad integrada y organizada como un todo con identidad propia, que no es otra cosa que un país que aloja a una nación autonómica y al mismo tiempo interdependiente con otras de su propia naturaleza, sobre todo cuando conforman parte de su entorno físico y societal. Las relaciones de México y los Estados Unidos de Norteamérica pasan por esta posible analogía, que puede explicar en gran medida el potencial de su pacífica y productiva coexistencia.
El presidente norteamericano Barack Obama, en el discurso que pronunció la mañana del viernes 3 de mayo en el Museo de Antropología e Historia de México, resumió en cinco puntos el proyecto histórico que pueden gestionar en común México y Estados Unidos, sin subordinación del uno al otro –así lo entiendo-, sino mediante un dinamismo de plena colaboración y cooperación orgánica. Lo que dicho así de simple y llano es un pronunciamiento por tomarse en serio como socios estratégicos dentro del hemisferio Americano y frente al resto del mundo.
Reticencias y sospechosismo afuera, significa, quizá por vez primera en una larga historia de encuentros y desencuentros, un llamado para México de salir de la economía y dependencia de traspatio de la potencia mundial para asociarse de manera inteligente, voluntaria y proactiva en un proyecto de desarrollo común.
El signo lingüístico que utilizó Obama flotó sobre un gran peso afectivo y de proximidad emocional, que tiene a los jóvenes como principales interlocutores. Quizá por ello su línea discursiva transmitió jovialidad, convicción y sinceridad. Los puntos que enfatizó de su contenido son: -Primero. Ya está instalado el intercambio comercial entre ambos países, ya aprendimos a hacerlo, por lo que hace falta cerrar este círculo, pasando al: -Segundo. Producir juntos para vender al mundo, especialmente a los países emergentes de sudeste asiático y de Asia en general, en una asociación productiva hemisférica. Para ello es necesario integrarnos a la generación de energías limpias, donde México ha demostrado ser pionero en el impulso a economías verdes, para mitigar el cambio climático y la emisión de carbono. –Cuarto. Aprendamos a aprender juntos; que más estudiantes de México estudien en Estados Unidos y viceversa; todo se facilitará si aprendemos juntos a construir el mundo del futuro. –Quinto. Cooperemos invirtiendo mayores recursos para la investigación, que sirva para generar nuevas tecnologías; dado que México cuenta ya con un fuerte acervo de recursos humanos calificados en la Ingeniería.
Este ideario, desde mi punto de vista, implica el trasfondo de virar hacia una nueva relación entre nuestros países, que se funda sobre el reconocimiento explícito de que nuestro mutuo desarrollo depende de nuestra vinculación estratégica no tan sólo en el plano de la producción y circulación económica; sino en la esfera del intercambio social, enfatizando el factor humano como fuente directa de las condiciones del desarrollo, y enfáticamente dicho con recurso a las tecnologías de punta del conocimiento, de la información cuya plataforma es la nanotecnología.
Este México y este Estados Unidos de Norteamérica, sólo así, darán cuenta al mundo de que ya dejaron en el pasado su circunstancia de “vecinos distantes”, o la frágil y quebradiza frontera de cristal. En eso consistiría “el sueño” de Amado Nervo en su obra: La Raza de Bronce. Cuya cita Obama apostrofó diciendo: “ustedes son el sueño”.
Vistas así las cosas. Podemos permanecer aún escépticos, puesto que no se trata todavía de políticas explícitas de Estado, pero en lo que no podemos permanecer indiferentes es en la apertura a escuchar los motivos y las razones de su mensaje. México está aprendiendo de sus errores. Tenemos motivos de sobra para estar ariscos y portarnos con actitud ladina, sobre todo cuando escuchamos el canto de las sirenas, sobre todo proviniendo del mar de conquistador. Pero, tampoco podemos permanecer recalcitrantes hasta cegarnos y no ver el futuro diferente que también somos capaces de construir, y hacerlo con un socio que ha demostrado toda la vida de ser asertivo respecto de su interés primordial.
Ahora, lo está expresando sin rodeos, porque sabe que en ello va su propia condición de supervivencia económica, pero más fundamentalmente aún como sociedad hegemónica global. Su abierta invitación de “soberanía asociación” a México es algo más que un flirteo epidérmico; se trata de establecer una vinculación orgánica que haga fluir las energías propias de nuestra región desde dentro, desde un movimiento de lo intrínseco hacia el entorno mundial; pues de otra manera, si dejamos que las que predominen sean las fuerzas extrínsecas a nuestras economías y a nuestras sociedades históricas, será el entorno –a la mejor desafiante y amenazante- el que imponga sus fuerzas exógenas a nuestra unidad vital. Cuya imagen plástica se puede plasmar en el clásico dentista que con pinzas y fuerzas de afuera expulsa los dientes y molares de adentro.
Motivos hay de sobra para considerar este ideario como un imaginario colectivo digno de construir y de llevar a la práctica. Y esto también implica asertividad.