Leonel Contreras Betancourt
En 1832, cuando ocupaba el cargo de Jefe Político del Partido de Aguascalientes, José María López de Nava, el 12 de julio le escribió al presidente de la JDEP solicitando su aprobación para pagar un arquitecto para que “la obra salga con las dimensiones, fortaleza, hermosura y demás requisitos conducentes al efecto”. [9] La persona en la que el Jefe Político había pensado era el maestro de dibujo, Felipe Semaría, que para esto ya se encontraba dirigiendo y supervisando la fábrica de la escuela desde sus cimientos. La gratificación que solicitaba el “Perito Director” hasta la conclusión de la obra era de 200 pesos, que a López de Nava le parecía “muy ecónomo este honorario y muy necesario gasto en obsequio de adquirirse como en efecto ya se ve, la hermosura que va presentando el edificio mencionado”. [10] López de Nava esperaba la aprobación de la Junta para pagarle a Semaría por un trabajo que ya se encontraba avanzado. Casi dos meses después informaba a la JDEP presidida por Ramírez, que era ya muy poco lo que faltaba para terminar la fábrica material de la escuela. Para concluirla le solicitaba su autorización para que los vecinos en calidad de préstamo aportaran el dinero faltante. Las cantidades que aportaran se les reintegrarían cuando se le entregara al Ayuntamiento por parte de la Administración de Hacienda el monto relativo a la enseñanza pública. [11] En octubre, volvía a comunicarse a la Junta para informarle que la obra estaba suspendida. Únicamente conservaba un peón al “cuidado de las herramientas, maderas y otros materiales”, incluidos algunos andamios y reatas que quedaron al momento de suspenderse su fábrica. [12]
Para 1833, Aguascalientes contaba con un nuevo jefe político en la persona de José María Guzmán. Éste como su antecesor siguió mostrando el mismo celo sobre los asuntos educativos y por la conclusión de la fábrica del edificio que albergaría a la escuela lancasteriana. En el mes de marzo, Guzmán informaba a la JDEP que la susodicha escuela estaba por concluirse. Calculaba que se requerían ya nada más 4 mil pesos para su terminación, mismos que urgían, pues estando ya puestas las soleras y puertas se corría el riesgo de que se pudrieran si no se instalaban los techos y se pintaban todas aquellas partes de madera y otros materiales que ya se habían comprado como cal y estaban disponibles para su uso, pero que por falta de dinero no se habían utilizado. [13]
Tras un año de haberse iniciado la reconstrucción de la escuela, aunque ya le faltaba poco, no tenía para cuándo terminarse. Mientras tanto, lo que sí iba en aumento era el malestar de José María González de Veina, quien por entonces se desempeñaba como preceptor en otra casa rentada que para colmo, pagaba de su bolsillo. La construcción de la nueva escuela se había reanudado el 8 de marzo de 1832. Para que los niños no perdieran su instrucción se buscó la única finca que se pudo encontrar. Su ubicación estaba “casi fuera del centro de la ciudad”, [14] según manifestaba al jefe del partido. El preceptor estaba ya cansado de seguir pagando la renta. En su opinión la casa no era lo suficientemente amplia para albergar a los niños que demandaban el servicio. Por tal razón, González de Veina estaba solicitando otra mejor ubicada y más grande. La que se estaba ocupando mientras se terminaba la nueva, presentaba algunos inconvenientes: debido a su estrechez los niños no podían realizar a gusto sus actividades, a esto agregaba que no contaba con la claridad y la luz necesarias, pero en cambio, sufrían por la incomodidad y daños que les provocaban los intempestivos aires, a la vez que por estar sentados muy juntos y en su afán de trabajar sudaban a chorros. Siendo sobre todo demasiado molesta la sala, amén de “insufrible para la reunión de cien niños la carestía (sic) de corrales y [lugares] comunes donde exonerar el vientre”, provocando el aguantarse muchos daños a su salud, según declaraba. [15]
Además de preocuparse por sus alumnos, la súplica del maestro González de Veina era en un doble sentido: que la escuela se cambiara a otro edificio y que se le dejara de “expensar” la renta por serle “demasiado gravoso pagarla de mi peculio”, según se quejaba.
No sólo era la falta de recursos para concluir la fábrica de la nueva escuela. El problema que afrontaba la autoridad civil de Aguascalientes por la escasez de recursos, se agregaba el adeudo que se tenía con el preceptor González y la renta de la casa que provisionalmente servía de escuela, mientras se terminaba el edificio que albergaría a la lancasteriana. José María Guzmán, en su papel de jefe político lo que hizo fue turnar a la JDEP la solicitud que a su vez le había hecho llegar el atribulado preceptor. El mismo día en que recibió su escrito, al considerar del todo justas sus peticiones, las hizo saber a la Junta para que tomara las providencias que considerara necesarias.
El 9 de julio de 1834, cuando estaba ya en funciones el Consejo de Gobierno, nuevo órgano encargado de los asuntos educativos que suplió a la JDEP, el consejero Pedro Ramírez expuso un dictamen relativo a los abonos que el Ayuntamiento de Aguascalientes debería de pagar a la Administración General de Hacienda sobre la deuda que aquél había contraído. El dictamen en cuestión establecía que de los fondos municipales para la enseñanza que se fueran acumulando, con los recursos sobrantes el Ayuntamiento hidrocálido debería de pagar mediante abonos mensuales la deuda que tenía pendiente, contrariamente a la petición del órgano municipal de que se le condonaran. En tales términos el dictamen fue turnado al gobernador Francisco García. [16]
Entre los escasos fondos públicos para la enseñanza que se reunían en Aguascalientes estaban los obtenidos de las rentas de dos casas situadas en la calle del reloj. [17] De tal forma que el panorama no era muy promisorio. No fue poco lo que se invirtió en la fábrica material de la escuela lancasteriana, pero desconocemos la fecha en que abrió sus puertas para educar a la juventud hidrocálida. En nuestra búsqueda no encontramos el testimonio de archivo que diera fe del acontecimiento, queda el reto a otros investigadores más osados y con mayor fortuna.
Entre los años de 1831 y 1833 las escuelas públicas que operaban en las municipalidades todo el partido de Aguascalientes incluida su cabecera, que se tienen noticias, eran apenas siete, según puede observarse en el siguiente cuadro. Por supuesto, tal cual era una constante en esa época, debieron haber particulares y en mayor número, aunque con matrículas más reducidas.
Escuelas públicas del Partido de Aguascalientes. [18]
Lugar | Escuelas | Niños | Niñas | Alumnos |
Aguascalientes | 3 | 100 en la de niños. | ||
Asientos | 1 | 1 | ||
R. de Romos | 1 | 1 | ||
Calvillo | 1 | |||
Jesús María | 1 |
[9] AHEZ. Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, 12 de julio de 1832.
[10] Ibid.
[11] AHEZ. Fondo Ayuntamiento, Serie Instrucción Pública, septiembre 3 de 1832.
[12] AHEZ. Fondo Ayuntamiento, Serie Instrucción Pública, octubre 22 de 1832.
[13] AHEZ. Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, 18 de marzo de 1833.
[14] AHEZ. Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, 4 de marzo de 1833.
[15] Ibid. fj., I v.
[16] AHEZ, “Cuaderno borrador para los puntos de los acuerdos del Ecsmo. Consejo de Gobierno”, fj. 32.
[17] Ibid. fj. 52.
[18] AHEZ. Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, Subserie Generalidades, 15 de diciembre de 1831. Otro expediente que contiene información sobre la escuela del Mineral de Asientos tiene fecha del 24 de abril de 1832. Véase también, “Índice arreglado y reformado de la JDEP, 1832, 1833….” fjs.12 y 12 v.