La escuela lancasteriana de Aguascalientes (1 de 2) - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Leonel Contreras Betancourt

En el marco de una nueva versión de la más famosa de todas las  ferias de México, la  de San Marcos del meritito Aguascalientes, ofrecemos en estas páginas de La Jornada algunos apuntes sobre la primera enseñanza de esta ciudad durante los primeros lustros del periodo independiente. En 1823 surgió el Estado libre y soberano de Zacatecas y en 1825 se aprobó su primera constitución. Aguascalientes fue uno de los 10 partidos que lo conformaron. Previamente, en 1824, año en el que contaba con más habitantes que la capital del estado, pasó de ser villa a ciudad. Para 1832, la otrora Villa de la Asunción, era más grande en población y económicamente que sus pares de Fresnillo y Jerez y tan importante o más en algunos aspectos que Zacatecas.[1]

Por el tiempo en que nos ocupa, después de que la Normal de la Constitución en la ciudad de Zacatecas abrió sus puertas en 1826, llamada también Escuela lancasteriana, se comenzó a emplear en las escuelas de primeras letras, que equivalían a lo que son las primarias, el método de enseñanza mutua o lancasteriano. Consistía en que un solo maestro o preceptor enseñaba auxiliándose de los alumnos más aventajados llamados monitores, a grupos por lo general numerosos.

En 1831 se aprobó durante el gobierno de Francisco García Salinas, Tata Pachito, la ley o Plan General de Enseñanza Pública que dio a la instrucción primaria el carácter de universal, obligatoria, uniforme y gratuita en el caso de la pública. La particular por su parte sería libre. Esta Ley dio lugar a la creación de la Junta Directiva de Enseñanza Pública (JDEP), organismo encargado de atender los asuntos  relacionados con la primera enseñanza.

Desde antes de la creación de la JDEP, la Villa de Aguascalientes contaba con tres escuelas de primeras letras, según registra uno de los tantos expedientes de archivo que nos hablan sobre aquel lugar.[2] En 1823, último año de la Diputación Provincial, antes de que México se constituyera en república, cuando fungía como Jefe de la Provincia de Zacatecas, Domingo Velásquez, una de las escuelas de la villa referida estaba dotada por su propio fondo con más de 100 pesos correspondientes al de propios del Ayuntamiento. El segundo de los establecimientos educativos era sostenido por el “Exmo. e Ylmo” cura Diocesano del lugar, con la cantidad de 300 pesos. Sólo la tercera y última escuela no contaba con recursos. Para auxiliarla el Ayuntamiento dispuso del ramo de pilones. Los pilones eran los remanentes que por falta de feria en metálico se acumulaban a favor de los clientes de las tiendas de abarrotes conocidas en la época como pulperías. Se reintegraban en dinero o en especie cuando se acumulaban varios, mismo que se hacían efectivos en forma de vales. Muchas personas  donaban sus pilones a los ayuntamientos para que al cobrarse se utilizaran en diferentes renglones, siendo el de  la  enseñanza pública de los más socorridos.

Al siguiente año, el 6 de febrero de 1824 para ser más precisos, el Ayuntamiento cuando estaba ya instalado el primer congreso del Estado Libre y Soberano de Zacatecas, reiteró su solicitud para que se le permitiera disponer de los dichosos pilones y  poder así auxiliar al tercero de los establecimientos que se encontraba desprotegido. La petición tuvo una respuesta favorable de la Comisión Permanente de Gobierno del propio Congreso, en la sesión del 3 de marzo, en los siguientes términos: “Se aprueba dicha recaudación, la que debe administrarse como fondo de arbitrios con arreglo a lo que previene el Art. 322 de la Constitución Política de la Monarquía Española, y el 32 y demás concordantes de la ordenanza de intendentes sobre tal materia”.[3] Dicho dictamen sería aprobado el 5 de marzo de ese mismo mes y año.

La ciudad de Aguascalientes, capital del partido del  mismo nombre al momento de entrar en vigencia la ley del 9 de junio de 1831,  contaba con 9 mil 11 hombres y 10  mil 29 mujeres según datos del censo levantado en 1831.[4] Desde tiempo atrás la ciudad contaba con dos escuelas públicas de las tres mencionadas. Una de ellas  se estableció en una de las  casas donadas por don Francisco del Rivero. Otra casa donada también por  Rivero, se rentaba utilizándose los réditos en la compra de útiles y mantenimiento de la escuela. Entre 1807 y 1829,  seis vecinos que  habían habitado la segunda casa, adeudaban por concepto de rentas la cantidad de 328 pesos, tres reales.[5]

A las escuelas existentes en la ciudad hidrocálida se agregaría una más. Para dar cumplimiento al Art. 3° de la ley de enseñanza, que establecía que las escuelas deberían de enseñar un mismo método,  el Gobierno y la JDEP determinaron que fuera además de la capital, en Aguascalientes y Sombrerete las primeras ciudades en donde se iniciara  con la experimentación del método lancasteriano para después extenderlo a otros puntos del estado. Para tal efecto, se requería en primer término establecer las escuelas con las características que el mismo método requería. Esta tercera escuela, semejante a la lancasteriana que se había empezado a operar  en la ciudad de Zacatecas en 1826, aquella que en sus inicios se sostuvo con los pilones aportados por los vecinos, en el proceso de su fábrica material atravesaría por una serie de avatares y problemas pues, no sería sino hasta después de 1832 cuando logró concluirse.

En 1827 gobernaba a Aguascalientes don José María de Ávila, ciudadano ilustrado  preocupado por ampliar y fortalecer la instrucción de sus representados. Estaba convencido de las bondades del sistema de enseñanza mutua  para superar las trabas con las que hasta entonces se venía educando a la juventud,  veía en la educación “una de las principales bases en las que deben descansar nuestras instituciones”.[6] En ese año dirigió un ocurso al gobernador zacatecano José María García Rojas, nativo de Ciénega de Mata, solicitándole 5 mil pesos para la conclusión de la escuela lancasteriana en  cuya fábrica, según cálculos se gastarían  7 mil pesos. El ayuntamiento hidrocálido carente de recursos sólo contaba con 2 mil pesos. Esta cantidad había sido posible reunirla mediante el donativo de 500 pesos hecho por los comerciantes del lugar, a los que se sumaron mil pesos más, producto  de una colecta voluntaria y 500 pesos aportados en materiales.[7] La falta de recursos era el principal motivo para que la ciudad no contara aún con la escuela lancasteriana. Durante los primeros años de la República federal, Aguascalientes era un pueblo de agricultores  con un “comercio casi desfalleciente” como lo hacía ver su autoridad civil, al que más que gravársele con impuestos o exenciones lo que necesitaba era el apoyo del gobierno estatal.


Recibida y enterado del contenido de la solicitud, el gobernador García Rojas la turnó al Congreso el 8 de marzo. Los diputados por medio de la Comisión de Hacienda tras reconocer el celo del gobernante hidrocálido  y considerar que: “… con el mayor placer el esfuerzo que hace para promover la felicidad de aquella ciudad, y sentar la primera e indispensable base que es la ilustración de la juventud”, haciendo énfasis en la argumentación de que “los fondos del estado son una propiedad de todos y cada uno de los pueblos”; estuvieron de acuerdo en facilitar el préstamo  bajo las siguientes proposiciones:

1ª. Se concede al Ayuntamiento de Aguascalientes el préstamo de “cinco mil pesos para la construcción de la fábrica material de la escuela lancasteriana”.

2ª. “… se hará satisfaciendo el importe de las memorias semanales por la Administración de Rentas de aquella ciudad, después de consumido el fondo con que actualmente cuenta”.

3ª. La ciudad de Aguascalientes se responsabilizará de pagar a los fondos públicos del estado.

4ª Se prohíbe establecer cualquier tipo de impuesto para la amortización de la deuda, “hasta después de arreglado en el estado el sistema general de deudas”.

5ª. Establecido dicho sistema, el Ayuntamiento (de Aguascalientes) propondrá al Congreso para su aprobación un plan de impuestos que  recaiga sobre los artículos libres, o menos pensionados de su municipalidad, que cesará inmediatamente que se amortice.

6ª. El Ayuntamiento de Aguascalientes quedaba en libertad para la amortización del préstamo o “para fomentar el establecimiento de proponer las donaciones o imposiciones piadosas en caso de que las hubiera en aquel lugar.[8]

El dictamen anterior  aparece firmado en la Sala de Comisiones de la Casa del Estado Libre de Zacatecas, el 12 de marzo por los diputados García y Hoyos. Posteriormente, el 22 del mismo mes y año, el mismo diputado Hoyos al que se agregó su colega Méndez, lo hacían del conocimiento del gobernador, dando de esta forma respuesta  a la solicitud presentada por el Ayuntamiento de Aguascalientes.

Sin afectar indiscriminadamente a todos los agricultores y comerciantes, el Congreso  autorizaba el préstamo con las condiciones que fijaba el dictamen de acuerdo. La deuda se pagaría con los impuestos a aquellos productos que hasta entonces no eran gravados.

[1] Gómez Serrano, Jesús, “La creación del Departamento de Aguascalientes”, en Alicia Hernández y Mariana Terán (Coordinadoras), Federalismo, ciudadanía y representación en Zacatecas, México, UAZ-CONACYT, 2010, pp. 344 y 354.

[2] AHEZ. Fondo Poder Legislativo, Serie Comisión de Gobierno, caja 2, 6 fs. “Dictamen favorable a la comunicación del Ayuntamiento de Aguascalientes sobre el uso de arbitrios del ramo de pilones para el auxilio de una escuela de primeras letras”, febrero-marzo de 1824.

[3]  Ibid. fj. 6.

[4]  AHEZ. Fondo Jefatura Política, Serie Instrucción Pública, Subserie Generalidades, caja 1. 1832.

[5]  Loc. cit.

[6]  AHEZ. Fondo Poder Legislativo, Serie Comisión de Hacienda, caja 9, 6 fs. marzo 2-22 de 1827. “Solicitud del Ayuntamiento de Aguascalientes de un préstamo de 5 mil pesos  para terminar la fábrica de la escuela lancasteriana”,  marzo 2-22 de 1827.

[7]  Ibid., fj. 2.

[8]  Ibid. fj. 4.


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