La calidad democrática de un gobierno (segunda parte) / Norma González en LJA

Habíamos comentado que los gobiernos estatales son espacios en donde se han acuñado los reductos autoritarios del viejo régimen que aún persisten. Evitar hacer un juicio de valor en donde impere una simple opinión, no es el mejor método para evaluar la calidad democrática de un gobierno, es necesario acudir a una serie de indicadores que nos conduzcan a un juicio lo más objetivo posible.

Hablamos con anterioridad de que la primera dimensión para medir la calidad democrática de un gobierno es la posibilidad de contar con un entramado institucional que garantice elecciones limpias y confiables.

Uno de los acuerdos que se han logrado en el pacto por México, es que realicen elecciones de manera concurrente, es decir, que en un mismo proceso electoral se elijan autoridades locales y federales y con ello se ahorrarían muchos recursos económicos que se destinan a las campañas. Hay críticas reiteradas en la población, que consideran que la democracia en México le sale muy cara al contribuyente.

Se propone que el IFE se encargue de todo el proceso electoral y que desaparezcan completamente los Institutos Estatales Electorales pues en su mayoría están bajo la influencia del gobernador y no son lo suficientemente autónomos.

Otro elemento importante que se destaca el domingo pasado en La Jornada en el espacio de “podemos cambiar”, es la reflexión acerca de la selección de candidaturas al interior del PRI, ¿está determinada por la militancia o por el primer priísta del Estado, como en los viejos tiempos? Si en el partido no se permiten espacios democráticos, no se puede esperar un gobierno democrático, dice el artículo.

Más aún, se vuelven a los viejos mecanismos de control pues al impedir un proceso de discusión democrático en la selección de candidaturas, los que sean seleccionados van a asumir que su carrera política depende del gobernador y no del ciudadano. Por lo tanto su desempeño y lealtad ¿para quién será? ¿Para el ciudadano que votó por él, o por el personaje político que lo eligió sin someterlo al acuerdo y la conformidad de la estructura del partido? Un proceso que aparentemente se había dejado atrás. Se regresa a la práctica de concentrar el poder y las decisiones en un solo hombre.

Esto trae como consecuencia el control político del partido, de los candidatos, del tipo de discurso, etc., etc.,. Una revisión necesaria será observar si realmente están representadas las fuerzas internas del partido en las candidaturas del proceso electoral de 2013.

Es evidente que la mayor parte de los candidatos a Diputados y Presidentes Municipales en el caso de Aguascalientes, han sido funcionario del Gobierno del Estado o pertenecen a ese grupo político.

Muy pocos provienen del Gobierno Municipal y más pocos aún son dirigentes del partido. Eso es un indicio que de ganar el PRI, la separación de poderes será una falacia porque van a seguir pensando como empleados del gobernador y por lo tanto el poder Ejecutivo representado en estos diputados, regresará nuevamente a la época del “dedazo”, ya que el jefe del Ejecutivo les dirá cómo voten.

Esta excesiva concentración del poder y las decisiones en un solo personaje político, tiene consecuencias que se van a sentir en el proceso electoral. Los grupos y personajes que fueron excluidos no van a tener motivaciones para integrarse a la campaña.

Las estructuras seccionales y municipales que no fueron incluidas, van a tener procesos de resistencia para incorporarse de buena manera a la campaña, y aunque se incrementen los mecanismos de coacción, va a impactar en la moral y el sentido de pertenencia de los militantes porque consideran que su líder o dirigente no fue tomado en cuenta.

En algunos otros casos y como medida de control de daños, mandarán a algunos candidatos que no fueron seleccionados por “el gran elector” a otros partidos a competir con otras siglas, pero con recursos que provienen de los impuestos que deberían de aplicarse a programas sociales. Ésta es sólo la primera gran dimensión de medición en la calidad democrática, y como podemos observar el balance es altamente reprobatorio. Parece que estamos viendo una película en la que ya sabemos cuál va a ser el final.

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