Todo hace el amor con el silencio.
Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.
De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.
Signos
Alejandra Pizarnik
La llamada fiesta brava de la Feria Nacional de San Marcos, nuevamente pone en jaque y quita el velo de la contrariedad que hay entre el discurso y la práctica de quienes defienden la falsa idea de que el arte justifica la violencia, todo y especialmente el arte y la cultura son expresión de las ideas, de las formas de pensar, de mirar al mundo, de situarnos desde un diálogo de reconocimiento y existencia con quienes nos rodean, y eso incluye a otras especies.
Un estado democrático no puede ser un estado taurino. España como referente deja mucho que desear, el hecho de que Juan Carlos I, presida y sea un miembro de estas organizaciones taurinas no reflejan más que la triste situación del pueblo español, por un lado seguir ostentando la monarquía, los gastos infames que ésta implica mientras la sociedad española atraviesa una crisis económica que está devastando en muchos sentidos a su país, mantener la idea de que hay sangre real y sangre plebeya, es parte de una cultura colonizadora sin embargo eso no debiera darles el derecho de preservar el reinado, de seguir viviendo a costa de un pueblo que comienza a ser azotado por el hambre, el desempleo y la falta de seguridad social y además tener que sostener a la familia real, sostener la monarquía por defender la tradición, ¿hay algo más antidemocrático que la monarquía? Por eso es que un gobierno demócrata no puede estar a favor de la tortura animal y menos sentir orgullo de alguien como Juan Carlos I que además de sacrificar toros va a África a matar elefantes y luego a esto llamarle arte.
La democracia está en un cambio permanente dirigido al reconocimiento de los derechos y libertades de las personas, pero también del medio ambiente y de las otras especies que habitan el planeta. La democracia no es sólo para la realeza o para la élite política, la democracia comienza por reconocer los derechos de quienes sistemáticamente viven en el desamparo y eso incluye a la especie animal.
Cuestionar los usos y costumbres, eso que llamamos tradición que por más legitimados que los tenga la sociedad son interpelados desde el avance democrático que tiene un país, de tal forma que el hecho de que en Aguascalientes y en México se continúen llevando a cabo las corridas taurinas no es más que un reflejo de los niveles de violencia y la forma en que hemos normalizado la crueldad, hasta el punto de llamarla arte.
La doble moral que tiene un estado taurino se refleja por todos lados, antes señalaba ese velo que cae del discurso contradictorio, por un lado, alegan inamovibles los valores, suplican el regreso de los valores familiares, ¿qué valor le transmiten a la niñez que presencia la muerte de un animal a manos de un torero? ¿Qué le dice la multitud que actúa como una jauría en las gradas y aplaude ante la muerte? Y seguro es que muchas de estas personas son las mismas que se declaran “a favor de la vida”; qué contradicción, doble moral.
La cultura patriarcal se basa en la idea de dominio a las mujeres, a los animales y a la naturaleza siempre ha buscado esclavizar y perpetuar su abuso, su pequeña extensión de poder, su noción de trascendencia, los hace construir una fantasía, creer que las cosas nunca cambiarán para quien abusa y quien recibe el abuso, pero se equivocan, así como en España estado taurino, hay dos poblaciones que han prohibido las corridas de toros y eso es devolver la estocada en el corazón a esta región, decir no a la cultura de la muerte como espectáculo, en el resto del mundo también ha ocurrido esta prohibición, un ejemplo, la Ciudad de México, por cierto un ejemplo muy cercano y de gran influencia en todo el país.
Equiparar la tortura taurina con la pintura, la escultura o la literatura sólo puede venir de quien no lee, quien no escribe, quien no pinta o quien no esculpe y no me refiero a quien se autoproclame artista, sino a los antecedentes que tiene el arte y la cultura para la liberación de los pueblos, de los grupos oprimidos, sin voz. Si algo que se llama arte propone la muerte no merece ser rescatado por ninguna cultura.
Es así que haber declarado la fiesta brava como patrimonio cultural de Aguascalientes para muchas personas no significa ningún motivo de celebración, de festejo, esta declaración no es más que un vestigio del paso de la cultura de la muerte en países desolados, ensangrentados, polvorientos que siguen pensando que el correr de la sangre es normal.
Apunte:
Merece una mención especial el nacimiento de la poeta argentina Alejandra Pizarnik, (29 de abril de 1936) qué falta nos hace la poesía para entender el devenir de este mundo al revés, la poesía ésa sí que vale la pena rescatarse, celebrar, pero qué van a saber de la luz los que sólo oyen el tambor.
Mi correo: [email protected]