Discere / Educar las emociones, otra tarea de la escuela - LJA Aguascalientes
16/11/2024

 

No podemos elegir muchos aspectos de nuestra vida, pero nada ni nadie es lo bastante poderoso para impedir que escojamos nuestros pensamientos y nuestras emociones.

Gabriel García Márquez

La educación siempre ha fincado su campo de acción en los conocimientos y en el coeficiente intelectual del alumno para acceder al aprendizaje de los mismos, dejando de lado la práctica de ese conocimiento, a la que ahora afortunadamente se le está dando atención, y olvidando también elementos tan importantes como los sentimientos y las emociones, a pesar de que el maestro trabaja constantemente con ellas. Según Goleman, tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente y ambas deben ser atendidas sin que predomine una sobre la otra.

El estudio de los sentimientos y las emociones empezó a tener importancia en 1983, cuando Howard Gardner, con su teoría de las “Inteligencias Múltiples”, dio a conocer un nuevo enfoque al considerar que existían ocho tipos de inteligencias. Dos de ellas, la interpersonal y la intrapersonal, fueron objeto de las investigaciones de Peter Salovey y John Mayer que en 1990 proponen el concepto de “Inteligencia Emocional”, definiéndola como: “Una forma de inteligencia social que implica la habilidad para dirigir los propios sentimientos y emociones y los de los demás, saber discriminar entre ellos, y usar esta información para guiar el pensamiento y la propia acción”. No obstante, fue Daniel Goleman y su exitoso libro, “Inteligencia Emocional”, quien incidió en la necesidad de conocer y educar las emociones, con un enfoque diferente. En él afirma que las personas exitosas socialmente y con un buen control de su vida son las que tienen una mayor inteligencia emocional.

Los especialistas dicen que nuestro cerebro tiende a pensamientos negativos como una manera de estar alerta para poder defenderse de los peligros del entorno, pero es posible educarlo para que modifique esa tendencia  y piense en positivo. También afirman que cuando nos sentimos deprimidos, ansiosos o infelices, transmitimos estas emociones a los demás, con lo cual las relaciones sociales se deterioran y acabamos actuando de una forma agresiva y conflictiva. Esta dinámica se da con frecuencia al interior del salón de clases cuando el maestro o los alumnos no pueden gestionar adecuadamente sus emociones. Hoy se sabe que el cerebro tiene la capacidad de modificarse con el aprendizaje, por lo que con un correcto entrenamiento se mejoraría la inteligencia intrapersonal e interpersonal de los estudiantes y con ello mejorarían las relaciones en la comunidad educativa.

La preocupación normal de cualquier profesor es lograr que sus alumnos estén abiertos al conocimiento para poder aprender con mayor facilidad, pero en muchas ocasiones esto no es posible puesto que su cerebro está bloqueado por una serie de sentimientos que no pueden manejar, provocados por un contexto violento, con familias disfuncionales, continuos maltratos o agresiones en el hogar, y que interfieren notablemente con su aprendizaje. Es muy triste que los niños no estén recibiendo en su familia ese cariño y tranquilidad que les otorgaría una gran seguridad en su vida diaria, y también lo es el hecho de que los padres no sean el modelo de inteligencia emocional a seguir; al contrario, las conductas agresivas son una constante en el hogar, por lo que, además del mal ejemplo, aconsejan a sus hijos que se defiendan a golpes en caso de ser molestados.

Ante ese panorama, la escuela se convierte en el recinto ideal para educar las emociones, empezando por los profesores, ya que si el maestro tiene estabilidad estará en posibilidad de desarrollar la madurez emocional de sus alumnos. Esta educación de la inteligencia emocional consiste en enseñarlos a identificar sus sentimientos y las reacciones que provocan, para que aprendan a controlarlos y canalizarlos; todo esto se reflejará en la mejora de logros académicos y en el saludable ambiente social de la clase. Lo ideal sería también que esta misma enseñanza la recibieran los padres de familia.

La educación de las emociones ayudaría a prevenir la depresión, la ansiedad, la violencia, el acoso escolar y muchas otras situaciones conflictivas, que han ido en aumento día con día y que están íntimamente ligadas al mundo de los sentimientos. Son problemas que se están atendiendo de una manera limitada, enfocándose únicamente en la situación y sin llegar a la raíz del problema; sin que el maestro, los padres de familia o los alumnos tengan al mismo tiempo el entrenamiento que les ayude a modificar conductas negativas aprendidas y que son las causantes de dichos conflictos.


La escuela del siglo XXI deberá ampliar su ámbito de acción e incluir en su currículum, además del componente intelectual, que es lo que realmente debe trabajar, una formación en la salud física y ambiental, educación en valores y el desarrollo de la inteligencia emocional de los alumnos, aspectos éstos que debieran ser prerrogativa de los padres de familia, pero que lamentablemente se están delegando a la escuela, a la que no le queda más remedio que asumirlas para no dejar a los alumnos en situación de vulnerabilidad; mientras tanto los maestros esperan y confían en que un día no lejano, las familias recuperen de nuevo el papel de formadoras de sus hijos y le dejen a la escuela únicamente la parte de la formación intelectual. [email protected]. Twitter: @petrallamas


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