Carlos Fuentes, a un año de su fallecimiento - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

  • Su literatura se nutrió de una nación y dio dimensión universal al imaginario de lo mexicano
  • Se realizarán diversos homenajes en memoria de quien fuera uno de los autores fundamentales de las letras mexicanas del siglo XX y principios del XXI

A un año de la muerte de Carlos Fuentes, las comunidades literaria, intelectual y artística de México se aprestan a la realización de sendos homenajes en su honor, al tiempo que la ocasión es propicia para la revisión del legado de uno de los escritores fundamentales de las letras mexicanas del siglo XX y principios del XXI, pues con sus novelas hizo hablar a un pueblo, el de México, y exploró en forma casi inagotable y recíproca relación entre historia y literatura.

Carlos Fuentes Macías (Ciudad de Panamá, Panamá, 11 de noviembre, 1928-Ciudad de México, 15 de mayo, 2012) fue diplomático, escritor, novelista, dramaturgo, cuentista, autor de guiones de cine. Fue bien recibido desde su primera novela, La región más transparente (1958), un inventario de la sociedad mexicana, que a través de la construcción de un mapa de linajes, representó mundos y submundos entrelazados por un elemento común, que propiamente se convierte en el metapersonaje: la Ciudad de México, con lo cual la literatura nacional cambió de escenario, del campo a la urbe moderna y compleja, de la Revolución a las aspiraciones personales, grupales, familiares de una intrincada sociedad.

Antes de esta novela, el autor había publicado su primer libro Los días enmascarados (1954) cuando tenía 26 años, compuesto por una serie de cuentos que fue bien recibida por la crítica y el público; en este texto se advertía ya lo que en posteriores publicaciones serían sus preocupaciones centrales, como la exploración del pasado prehispánico y los sutiles límites entre realidad y ficción.

Carlos Fuentes fue hijo de un diplomático de carrera, por lo que tuvo una infancia cosmopolita y desde muy joven vivió inmerso en un ambiente de intensa actividad intelectual. En cuanto a su preparación académica, se tituló como licenciado en leyes por la Universidad Nacional Autónoma de México y se doctoró en el Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, Suiza.

La crítica social a partir de la literatura

En la creación literaria de Carlos Fuentes se hizo notoria desde los primeros textos la crítica social a partir de la literatura. En los años 60 del siglo XX participó en diversas publicaciones; junto con Emmanuel Carballo fundó la Revista Mexicana de Literatura, que se constituyó en un espacio para publicar el trabajo de jóvenes autores.

En 1962, Fuentes publicó La muerte de Artemio Cruz, que es también considerada como una de las más importantes novelas de la literatura mexicana.

En esta ocasión, el autor ofrece una prosa compleja, plagada de identidades fragmentadas, que tiene como hilo conductor las reflexiones de un viejo militar de la Revolución que está a punto de morir.


Para el autor, estas publicaciones dieron forma al ciclo que él mismo denominó como La edad del tiempo, al cual pertenecen títulos como Zona sagrada (1967), que retrata la relación entre una diva del cine nacional y su hijo; Terra Nostra (1975), novela que llevó al límite la exploración de los orígenes del ser nacional; Cristóbal Nonato (1987), inspirada en Tristram Shandy de L. Sterne, donde narra el Apocalipsis nacional empleando la voz de un niño que se está gestando.

Aura (1962), es una novela corta que narra una historia que transcurre entre la magia y lo espectral; junto con La muerte de Artemio Cruz se inscribe en el llamado boom latinoamericano. Diana o la cazadora solitaria (1994), otro texto corto, es un recuento de su tormentosa relación con la actriz Jean Seberg.

En esa década, Fuentes publicó Constancia y otras novelas para vírgenes (1990), El naranjo o los círculos del tiempo (1993) y La frontera de cristal (1995), conjunto de historias que se desarrollan en el contexto de la vida en la frontera entre México y Estados Unidos.

A la par del ejercicio literario, Carlos Fuentes desarrolló géneros como el ensayo periodístico, fue editorialista en periódicos y crítico literario; escribió obras de teatro; en sus textos, mostró siempre una particular atención al presente y un conocimiento de la sicología de lo mexicano, y poseía una cultura de alcance universal.

Carlos Fuentes demostró que la reflexión en torno a la creación de la identidad nacional no está reñida con la crítica más severa sobre temas de carácter social, para lo cual desarrolló un lenguaje audaz y novedoso que incorporaba neologismos, vocablos coloquiales y extranjerismos, recursos que cambiaron el rumbo de la narrativa mexicana.

Mientras que sus libros de ensayo son considerados como clásicos, entre cuyos títulos se encuentran La nueva novela hispanoamericana, Tiempo mexicano, Valiente mundo nuevo y El espejo enterrado, todos polémicos textos que hablan tanto de literatura como de la historia de México y de América, y que abordan problemas y perspectivas de la actualidad del mundo.

Por el brillante desarrollo de su carrera, los premios fueron otra constante en su vida literaria. De los numerosos reconocimientos literarios destacan: Biblioteca Breve (España, 1967); Rómulo Gallegos (Venezuela, 1974); Xavier Villaurrutia (México, 1975); Alfonso Reyes (México, 1979); Nacional de Literatura (México, 1984).

Los discursos de Fuentes, una reflexión vigente

Como lo indica el protocolo, en cada ceremonia de aceptación de algún premio -excluyendo el de 1972, correspondiente al Premio Mazatlán de Literatura por Tiempo mexicano, de la Universidad de Mazatlán, que Fuentes rechazó en protesta por la política del gobierno de Sinaloa contra el movimiento estudiantil en dicho estado-, el autor preparó sendos discursos, cuyo contenido propicia una reflexión hoy vigente.

En 1987, el autor de Aura, recibió el Premio Cervantes. En la ceremonia de aceptación, comentó: “¿Por qué es tan actual Cervantes? ¿Por qué Don Quijote? Cruzando el Atlántico la víspera de la II Guerra Mundial, Thomas Mann escogió el Quijote como la lectura que le permitiría, a un tiempo, despedirse de Europa y asegurarse a sí mismo el regreso a un continente devastado pero salvado, acaso, por la permanencia de unas cuantas obras de arte.

“Imagino que Thomas Mann rescató un ejemplar -uno solo- del Quijote a punto de incendiarse para siempre en la fogata con la que el régimen totalitario quería convertir en cenizas cuanto negase su poder. ¿Y por qué sería Don Quijote el libro a rescatar de las llamas? Acaso porque a partir del Quijote se puede recrear el mundo. Como si el mundo estuviese siempre a un paso de la catástrofe y sólo la palabra pudiese salvarlo, la imaginación sostenerlo y la acción proyectarlo. Toda gran obra literaria nos propone la salvación mínima de la palabra. Toda gran obra literaria nos propone imaginar. Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear.”

Carlos Fuentes señaló en ese momento que la Academia Noruega consultó a 100 escritores de todo el mundo sobre la mejor novela de todos los tiempos, 50 contestaron: Don Quijote de la Mancha. La competencia no era menor. Los tres autores siguientes eran Fiodor Dostoievski, William Faulkner y Gabriel García Márquez.

“En sus obras encontraremos las virtudes que Cervantes nos ofrece: la creación de una realidad paralela a la del mundo existente. Una realidad que no existía previa a la publicación del libro y que ahora existe, no porque el novelista la haya creado, sino porque el escritor nos ha permitido ver lo que ya estaba, y no lo veíamos, o lo que aún faltaba, y no lo imaginábamos. ‘El mal es el precio de la libertad’, nos dice Dostoievski en Crimen y castigo: lo es porque el mal nos revela lo que podemos ser siendo libres y le otorga a la libertad un precio superior, más allá del peligro latente en el ser humano”.

A su vez, el galardonado en esa ocasión  hizo mención de que William Faulkner dice en Absalón, Absalón “Todo es presente”. Mientras que Gabriel García Márquez recuerda en Cien años de soledad: “somos lo que hacemos a partir de lo que heredamos. Nadie escapa a la servidumbre y a la gloria de su ascendencia”.

Fuentes continuó con su discurso: “Puedo pensar que Dostoievski, Faulkner y García Márquez escriben porque Cervantes fundó la novela moderna y nos dio a todos -autores y lectores- una manera nueva de ver el mundo. Nos enseñó a recordar y a desear a partir de una libertad nueva, la del renacimiento europeo, y a pesar de antiguas opresiones, la del dogma autoritario. Cervantes unió todos los géneros literarios previos -épica, picaresca, novela de amor, relato pastoral, novela morisca- para crear un género de géneros abarcador, incluyente, en el que tuviesen cabida todos los sueños, las memorias, los deseos, las imaginaciones, las debilidades y las fortalezas del ser humano. No un ser humano liberado a la anarquía, sino capaz de ejercer la libertad contra el orden de ser necesario -y eso sería lo más fácil- o en el orden -para ser más difícil-.

“Cervantes nos dio una voz, es la voz que nos une a todos los hispanoparlantes. Pero Cervantes también nos dio una imaginación. Una imaginación del mundo en la que se reconocen autores y lectores de todos los países y de todas las lenguas. Prueba suficiente, es la obra del más grande novelista latinoamericano del siglo XIX, el brasileño Joaquim Machado de Assis, ‘Machado de la Mancha’ le llamo yo, el fabulador de un mundo manchado, impuro, sincrético, barroco, que es el nuestro. Machado es el milagro de la literatura decimonónica de Latinoamérica. Y los milagros, le dice Quijote a Sancho, son cosas que rara vez suceden… No obstante, milagro dado, ni Dios lo quita”.

En plenitud de sus capacidades literarias

Carlos Fuentes, en 1994, recibió el Premio Príncipe de Asturias, de nuevo su discurso estuvo lleno de reflexiones. “Se me concede el gran honor de agradecer en nombre de todos los que hemos sido distinguidos en 1994 con los premios que, en vuestro nombre y bajo vuestro patrocinio, Alteza, distinguen año con año a hombres, mujeres y grupos que trabajamos en las áreas de la comunicación y de las humanidades, las artes, las ciencias, la investigación, los deportes, la cooperación internacional y, coronándolo todo, la concordia que, nos dice Shakespeare, es la música interior del ser humano.

“Es, también, esencia de la paz que, en su cantar, un gran rey y poeta que nos pertenece a todos, Salomón, le ofrece por igual a los que están cerca y a los que están lejos: paz para todos, los próximos y los lejanos, la humanidad visible pero también la invisible, la olvidada, la marginada. Por eso, el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia se le da este año al recuerdo necesario, al porvenir imprescindible, a la edad más entrañable del ser humano: la niñez, pero la niñez amenazada hoy en demasiadas calles del planeta.

“Quisiera introducir una muy breve nota personal para finalizar estas palabras. Interpreto todo premio que se me da como un premio para mi país, México, y la cultura de mi país, fluida, alerta, no ideológica, parte inseparable del dramático proceso de transición democrática y afirmación de los valores de la sociedad civil, que vivimos hoy, con esperanza decidida, 90 millones de mexicanos. A mi patria y a sus valores hago acreedores del Premio Príncipe de Asturias de las Letras”.

En plenitud de sus capacidades literarias, con un sostenido reconocimiento nacional e internacional a Carlos Fuentes, como una voz crítica de la realidad, fue designado en el año 2001 como miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua; y en 2004 recibió el Premio Real Academia Española de creación literaria  por En esto creo.

El domingo 19 de mayo, a las 12:00, en el Palacio de Bellas Artes, se realizará el homenaje “El universo de Carlos Fuentes: homenaje a un año de su muerte”, con la mesa en la que participarán el ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente,  los escritores Héctor Aguilar Camín, Gonzalo Celorio, Hernán Lara Zavala, Federico Reyes-Heroles y Vicente Quirarte, quienes hablarán de la vida y obra del autor.

Asimismo se abrirá la muestra Carlos Fuentes: Él mismo, La dirección curatorial de la exposición, que contiene más de 70 imágenes, es encabezada por Vicente Rojo, con la selección de imágenes de Silvia Lemus, viuda del escritor. Se incluyen piezas de Barry Domínguez y Rogelio Cuéllar, entre otros, acompañadas de fragmentos de lo más emblemático de su literatura y algunas dedicatorias de sus mejores amigos: Juan Goytisolo, Milan Kundera, Gabriel García Márquez, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.  La exposición se integra en tres partes: fotografías de Fuentes, de su trayectoria y vida pública; fotografías de su entorno familiar e imágenes de él en su propio espacio. Se complementa con fragmentos de entrevistas donde Fuentes revela parte de su vida y su obra.

La Academia Mexicana de la Lengua organizará también un homenaje a Fuentes, quien era miembro honorario, el 23 de mayo, a las 19:00 horas, en el Museo Rufino Tamayo.

Nunca quiso ser un autor de un solo estilo: Juan Villoro

Sobre Fuentes, el escritor, novelista, cuentista, ensayista y periodista Juan Villoro consideró que “me parece muy interesante señalar que él murió como los grandes toreros: en el ruedo; justo el día de su fallecimiento, el periódico español El País publicó una conversación en la que aseguró ‘el que no es joven se lo lleva la chingada’.

“Justamente así murió, en el sentido de que estaba dando conferencias, escribiendo, opinando, es decir, en pleno desarrollo de una creatividad extraordinaria, por lo que esa actitud frente a la vida queda como un importante ejemplo para todos nosotros, seamos escritores o no… desde luego es una pérdida insustituible”.

Para Juan Villoro la mejor manera de recordarlo y rendirle reconocimiento es leyendo su obra “sobre la que he escrito bastante, es un acervo complicado, difícil desde el punto de vista de que tuvo muchas búsquedas distintas, nunca quiso ser un autor de un solo estilo.

“Para los escritores que venimos después de él sin duda alguna es una gran influencia, pues si bien antes que Fuentes ya se habían escrito novelas sobre la ciudad, él fue el primero en convertirla en protagonista absoluto en La región más transparente es la primera en que el protagonista es nuestra ciudad, se escribió en 1958, yo nací en 1956, así que es una novela que acompaña a toda mi generación; así que le debemos mucho a su obra literaria”.

Otro aspecto que Villoro resaltó en la conversación, fue el referente a la reflexión que hizo Carlos Fuentes sobre la identidad mexicana, a través de los cruces culturales que planteó en algunas de sus obras, que tienen origen en el mundo prehispánico, y llegan hasta la posmodernidad nacional, para convertirse así un autor que impulsó constantemente esta reflexión”.

El autor de El disparo de Argón confesó que hay periodos de producción de Carlos Fuentes que le gustan más que otros, pues por momentos sus novelas fueron “muy de tesis, en las que él trató de expresar ideas históricas y políticas a través de la novela, que quizá hizo que algunos textos fueran más discursivos, pero por ejemplo La muerte de Artemio Cruz o Aura, publicadas ambas en 1962, se mantienen como algunas de las mejores piezas de nuestra narrativa, lo cual es un verdadero reto para cualquier artista.

“Lo vemos con los cantantes, los pintores y desde luego los escritores, que poseen un gran talento –agregó Juan Villoro- pero de pronto comienza fatalmente a repetirse; en cambio Carlos Fuentes era como un tiburón, que incluso cuando estaba dormido tenía que moverse, nunca dejó de estar en movimiento, en ese sentido es una lección de búsqueda, pues en plena madurez escribió historias de vampiros, de ciencia ficción, se había metido en territorios que nunca había tocado, así que tenemos mucho que aprenderle en su perpetua curiosidad que tuvo por los temas”.

Para mí fue perder a un amigo: Elena Poniatowska

El día en que falleció Carlos Fuentes, la escritora y periodista Elena Poniatowska esperaba ponerse de acuerdo con él y con su esposa para ir a comer a la casa de una amiga común, “pero primero ella me habló para avisar que se lo llevaba al hospital porque se sentía muy mal y luego me avisó que había muerto…”.

La autora de La noche de Tlatelolco recordó que uno de los momentos más entrañables de su relación con Carlos Fuentes “es la manera en que lo conocí, cuando éramos muy jóvenes los dos, fue en una fiesta, me sacó a bailar porque en aquellos años yo era muy tímida, sociable sí, pero me costaba integrarme a los grupos; pero no sabía quién era… de pronto me dijo su nombre: ‘soy Carlos Fuentes’ y desde entonces fuimos amigos.

“Ahora que se cumple el primer año de su fallecimiento, sí me imagino que habrá análisis y reflexiones sobre su obra, siempre las ha habido, claro, pero creo que eso es lo de menos, su memoria, el recuerdo de su persona es lo que importa, para muchos fue la pérdida de un escritor muy importante, que lo fue desde luego, pero para mí fue perder a un amigo”.

Metáforas terminan por atrapar al lector: Gutiérrez Vega

El escritor y periodista Hugo Gutiérrez Vega considera a Carlos Fuentes no sólo como un escritor universal sino como un narrador que a través de su obra novelística se ha convertido en objeto de culto y en un clásico de varias generaciones.

Aura,  por ejemplo –refirió Hugo Gutiérrez Vega– es más que una novela, es un prodigio donde combina lo fantástico con su propia postura para describir cómo eran las ideas y ese sentir moral de nuestro país después de la Revolución, con ella inicia una de las vertientes más especiales en su obra, dejando para el lector un claro hilo conductor con otras obras como Las buenas conciencias”.

Hugo Gutiérrez Vega aseguró que de las obras donde Carlos Fuentes echa mano de lo fantástico para construir metáforas pueden leerse entre líneas otros significados que terminan por atrapar al lector.

“Muchas de sus obras, como Aura, están construidas con una fina ficción en la que todo parece guardar una relación: el sueño, la imaginación y los distintos niveles de la realidad y de la fantasía en el ser humano”, señaló el director del suplemento La Jornada Semanal.

Hombre universal que llevó la cultura mexicana a los círculos más altos

En tanto, el pintor Leonardo Nierman estimó que Carlos Fuentes fue un escritor que supo conectarse siempre con los jóvenes evitando las permanentes pompas académicas y las cúpulas palaciegas donde sólo tienen cabida unos cuantos.

“En sus apariciones públicas –expuso Leonardo Lierman– siempre era sitiado por jóvenes. Ha transcurrido un año de su muerte y creo que pocas veces se ha sentido tanto el vacío que deja un extraordinario escritor como él, cuya mente lúcida le permitía opinar sobre cualquier tema, en especial aquéllos que tenían que ver con las injusticias en México y en Latinoamérica”.

Leonardo Nierman dijo que Carlos Fuentes fue un hombre universal que llevó la cultura mexicana a los círculos más altos y además fue admirado por otros autores por la originalidad y la trascendencia de su obra.

“Tan sólo basta con leer ensayos como el que escribió Milan Kundera  acerca de Fuentes y su Terra Nostra, para darnos una idea de las dimensiones que había alcanzado nuestro autor mexicano en la construcción de ese arte de la novela”, indicó el artista plástico.

Fuentes mostró el lado cualitativo de la naturaleza humana: Mario Lavista

El músico Mario Lavista recordó que en 1986 comenzó a realizar la ópera basada en la novela Aura con el apoyo de la Fundación Guggenheim y la obra se estrenó en el Palacio de Bellas Artes en 1988.

“En la ópera Aura se agregaron muchos elementos orquestales, en un principio se había pensado realizarla con un grupo de cámara, pero a medida que se desarrollaba la obra y musicalmente se entraba en el universo de los personajes se fue haciendo más grande la parte musical,  todo ello para rendir homenaje a esta gran obra que ha acompañado a nuestra cultura desde hace cinco décadas”, describió Mario Lavista.

En este sentido coincidió con muchos creadores y artistas en cómo la obra de Fuentes nos mostró el lado cualitativo de la naturaleza humana y dejaba ver a menudo diferentes planos que se entrecruzan y dan lugar a mundos fantásticos, llenos de matices y bifurcaciones.

Fuentes sobre Fuentes

Con respecto a su propia obra, Carlos Fuentes aseguraba no tener un libro predilecto pues a todos los consideraba como parte de su familia. “Qué puedo decir, mis libros son como mis hijos, los hay altos, tuertos, bajitos, otros son así y asado, no importa, todos son mis hijos”.

Observador lúcido y certero de la realidad de las sociedades contemporáneas, Carlos Fuentes afirmó estar convencido de que en América Latina sabemos exactamente quiénes somos.

“Debemos multiplicar las oportunidades para enseñar y conservar las artes. La mitad de la población de América Latina tiene sólo 20 años de edad o menos, somos un continente de jóvenes. No podemos crear leyes de orden social y político sin preguntarles a ellos”, advirtió Carlos Fuentes.

En este sentido, el autor, quien a menudo mostraba su preocupación sobre el porvenir de los jóvenes, no sólo en México sino en el resto del continente, afirmaba que “cientos de millones de jóvenes se preguntan sobre un mundo donde el 20 por ciento de la población consume el 86 por ciento de la producción; donde 200 mil millones de dólares al año se gastan en armamento y donde no hay para comprar vacunas e invertir en la educación”.

Y agregaba: “Debemos dejar de creer a los vendedores de la muerte, a los que pregonan el fin del mundo, también a los que hablan  de la eterna alegría irresponsable, pues hay mucho aún por enfrentar y mucho qué conocer, comenzando por nuestra propia condición como individuos y como pueblo, hay todo un horizonte que aún aguarda por nuestra mirada”.

Con información de Conaculta


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