Aun cuando en los últimos años se ha escuchado con frecuencia entre la clase dirigente -no sin lamentarlo profundamente- que los partidos políticos no necesitan más de ideologías, es una verdad contundente que el desplazamiento del pensamiento intelectual, teórico y crítico de las esferas políticas y la intromisión –en su lugar- de la lógica de mercado, ha resultado en el deterioro de las instituciones públicas, en el debilitamiento de los sistemas legales y de administración de la justicia y, por consiguiente, en la disminución de la calidad de vida de los individuos y las sociedades.
Como lo expuso José Luis Vega Carballo en el diario El País de Costa Rica (05/09/2012), habiendo quedado derrocadas las llamadas “ideologías” del siglo XX (el socialismo con todas sus variantes), los propulsores del neoliberalismo aprovecharon la coyuntura histórica para cargar la balanza a su favor haciendo uso de las fuerzas de mercado y de un concepto nuevo de democracia/capitalismo libre de valores e ideologías. Para ello, utilizaron todo un aparato mediático encaminado a vender propuestas políticas a base de imágenes y eslogans, convirtiendo al gobierno en un modelo de negocio privado y altamente lucrativo. Las políticas públicas, vacías de fundamentos científicos y filosóficos, y sin otro rumbo que el de comprar votos para obtener y controlar el poder, dejaron de ser el motor de propulsión del bienestar social y la inspiración para la implementación de la justicia entre los individuos y las sociedades.
Amartya Sen, filósofo y economista bengalí, Premio Nobel de Economía en 1998, ha contribuido a desarrollar teorías sobre el desarrollo humano, la economía del bienestar y los mecanismos subyacentes de la pobreza. Entre sus aportaciones destaca el concepto de las capacidades, el cual, según lo explica Paulette Dieterlen, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, refiere al hecho de que los seres humanos poseemos un gran número de potencialidades que las situaciones adversas nos impiden desarrollar; por esta razón, cualquier principio de distribución debe centrarse en la mejora de las circunstancias que permitan desarrollar dichas capacidades individuales. En la noción de capacidades, intervienen las ideas de igualdad, libertad, bienestar y agencia, que todo aspirante a buen político necesita conocer.
Explica Dieterlen que, en principio, la igualdad es para Sen la posibilidad de desarrollar ciertas capacidades y funcionamientos, entendiendo por capacidad la libertad para elegir entre diferentes formas de vida y, por funcionamiento, lo que una persona puede hacer y ser. La libertad, por otro lado, se deriva “del deseo que tienen los individuos de ser sus propios amos. Yo deseo que mi vida y mis decisiones dependan exclusivamente de mí y no de fuerzas externas. Quiero ser sujeto y no objeto; moverme por razones, por propósitos conscientes que son míos, no por causas que me afectan, como si vinieran del exterior. Quiero ser alguien y no nadie; alguien que hace, que decide y que no espera a que los demás tomen la decisión por él…”, Isaiah Berlin.
En tercer lugar, Sen habla del concepto de bienestar, el cual es uno de los principales objetivos de una política distributiva. Éste tiene que ver con las capacidades básicas como el alimento, la educación, la salud y la vivienda, reconociendo además la diversidad personal y cultural. Por último, está la agencia. Esto se refiere a lo que la persona es libre de hacer y conseguir en la búsqueda de las metas y los valores que considere importantes. Esto es, según Sen, lo que deben perseguir las políticas sociales. “Cualquier método para distribuir recursos escasos, sobre todo en situaciones donde existe pobreza extrema, debe considerar a los beneficiarios como agentes activos, como personas capaces de proponerse fines y buscar los medios más adecuados para lograrlos”. La pobreza es, entonces, la privación de las capacidades o la imposibilidad de un individuo para conseguir oportunidades reales que le permitan evitar el hambre, la desnutrición o la falta de vivienda. Entre los bienes primarios, Sen afirma que el respeto a uno mismo es uno de los más importantes, por lo cual una teoría de la justicia debe concentrarse en ello.
De este modo, las aportaciones de estos autores a la teoría de la justicia distributiva y a favor de los mecanismos de disminución de la pobreza (junto con las de muchos otros teóricos y científicos sociales) deben constituirse en el verdadero fundamento de la lucha política. Los graves problemas sociales en nuestro país no permiten más el afán carnavalesco de los improvisados representantes populares -muchas veces sin ninguna preparación- que se constituyen en lacras políticas y sociales. Se requiere una revaloración de los principios y valores emanados del pensamiento crítico y ético para lograr condiciones de vida justas para los miembros de la comunidad humana.