Volvió el PRI y la simulación se transformó en la principal política de estado que la democracia no ha podido vencer. Volvió el PRI y la falsedad escaló el último peldaño discursivo del gobierno para convertirse en la más útil herramienta de la comunicación social pagada con dinero público. Así, el engaño se significó en el más importante atractivo de la propaganda oficial como método de persuasión. Sería ingenuo argumentar que el sometimiento de los medios de comunicación al poder público terminó con la libertad de imprenta, la libertad de expresión o la libertad de información, garantías jurídicas de sociedades libres y estados democráticos. En México, todas estas libertades se “premian” o “castigan” siempre y cuando no afecten los intereses de la clase gobernante, quien en todo momento puede poner y quitar “fieles profesionales del periodismo” en los medios informativos con el objetivo de contener la libre información y ajustarla a sus negras pretensiones. De esta manera se distribuyen las noticias a modo del gobernante y el partido que lo postuló desde los escritorios gubernamentales. Volvió el PRI y la falta de respeto por el patrimonio común es el sello inconfundible que distingue el lacre y las lacras de los gobiernos emanados de sus filas. La impunidad y la corrupción de las que el PRI ha hecho gala son los dos grandes pilares que su fundador Plutarco Elías Calles institucionalizó en beneficio de sus herederos. Todas las acciones que históricamente han realizado en el ejercicio del poder, sin importar el nivel de gobierno, tienen una marca que identifica su particular estilo de administrar los bienes y dinero públicos. Volvió el PRI y su probada experiencia en infringir la ley dentro de la ley sigue siendo motivo de análisis de propios y extraños. El abuso de autoridad, enriquecimiento ilícito, saqueo, peculado, cohecho o tráfico de influencia son sólo algunos delitos que nunca se castigan tratándose de gobiernos tricolores. El dominio que el PRI-Gobierno ha ejercido sobre los medios de comunicación en el control de la información es el mismo que se extiende a los poderes legislativo y judicial, comparsas vergonzantes que reafirman la inexistencia de una auténtica división de poderes que evite los abusos de poder que acotan las libertades públicas. No es casualidad que con el gobierno impostor de Enrique Peña Nieto, se dejaran de contabilizar los homicidios ligados con el narcotráfico y la numeralia de ejecuciones y secuestros, que diariamente el PRI le echó en cara al gobierno de Felipe Calderón pasaron a un segundo plano. Ello explica la razón del cierre de espacios a la cobertura de hechos violentos en el país y al control que ejerce ahora la Secretaría de Gobernación al concentrar la información oficial para su manejo político. Vender a un “México en paz” y el “Pacto por México” a pesar de la violencia incontenible y la sangre que sigue derramándose a lo largo y ancho del país es un mero ejercicio de gimnasia retórica practicada en la barra fija de la simulación. La militancia política de los profesionales de la información al servicio del gobierno y no de la sociedad es un atentado a la libertad de expresión. El derecho de los ciudadanos a una información veraz y objetiva es un mito genial a la altura de ese “nuevo PRI” ramplón, mentiroso y autoritario donde la realidad sucumbe a lo subjetivo y los acontecimientos ante las opiniones serviles de periodistas al servicio del gobernante en turno. Ciertamente, volvió el PRI y la banalización de la política también. De cara al futuro, lo mejor que puede hacer la sociedad mexicana, es oponerse a esa cultura de la simulación que el PRI ha difundido como himno nacional porque no hacerlo sería tanto como contribuir a su reproducción. Lanzar al PRI de una vez por todas al basurero de la historia es el principal reto de quienes siempre hemos sostenido que un México sin PRI es necesariamente posible. Volvió el PRI, sí. ¿Qué esperamos para propinarle una nueva derrota?
