Es entrar en el territorio de un “infarto intelectual” intentar comprender los actos terroristas que sacudieron la ciudad de Boston, en nuestro vecino País. Dos jóvenes inmigrantes que llegaron a Estados Unidos hace 10 años junto con su familia, ejecutaron un atentado con bombas de fabricación casera durante el Maratón de la ciudad de Boston, matando con sus acciones deleznables a tres personas y lesionando a 170 inocentes espectadores del evento deportivo, colocando sendos artefactos explosivos en las proximidades de las gradas donde la población civil asistía a ver el evento más importante que tiene la ciudad de Boston. Originarios de Kyrgyzstan, después de haber vivido brevemente en Daguestán, estos dos hermanos de raíces Chechenas, que aparentemente vivían el sueño americano, asistían a instituciones educativas y vivían en un barrio multicultural donde predominan los inmigrantes brasileños y portugueses. Las preguntas que todos nos hacemos, en justa lógica, es: ¿Por qué? ¿Para qué?
Estados Unidos con su política intervencionista mundial, con su autonombrado rol de “Policías del mundo” se han ganado, ciertamente, muchos enemigos por todos los lugares del orbe. Primero, porque sus intervenciones militares en ocasiones parecen responder más a intereses creados que a un afán de buscar la justicia y la equidad del mundo moderno; y, en segundo lugar, hay que considerar que siempre existe una tendencia a objetivizar, de hacer concreto en algo los problemas que tenemos. De alguna manera, encontrar una persona, un objeto o una entidad en el que podamos descargar nuestras frustraciones y desencantos, culpándola de nuestra situación, hace que las contras de la vida se justifiquen ante nuestros ojos. Desafortunadamente, los Estados Unidos, se han hecho blanco de este odio, de este resentimiento por parte del mundo musulmán. El Mundo Musulmán Extremista los ha caracterizado como la esencia del mal. Las raíces de esta situación habrá que rastrearlas, en el mundo moderno, hasta la creación del Estado de Israel, en 1948. Donde a los Palestinos le fue arrebatado gran parte de su territorio para la formación de la nación sionista, y se impuso, por la fuerza de las armas, la legalidad de tal acción. Desde la primera guerra mundial, la región conocida como “El Polvorín del mundo”, fue receptáculo de constantes migraciones de los judíos que huían de la guerra en Europa. Migración que se intensificó más con la Segunda Guerra Mundial. Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica ayudaron a la naciente nación judía a instalarse en la zona definitivamente tras la guerra civil que culminó con la creación del Estado de Israel. Las naciones árabes como Egipto, Siria, Irak y el Líbano intentaron rescatar a los palestinos invadiendo a la nueva nación, pero en la batalla únicamente lograron que el territorio de Israel se ampliara un 50 por ciento más. Muchos de los judíos que radicaban en los países árabes que entraron en el conflicto, terminaron instalándose en Israel obligados a abandonar sus hogares. Alrededor de unos 700 mil se calcula. Así, para 1950, con la Ley del retorno que otorgaba el derecho a la nacionalidad israelí a cualquier judío residente en cualquier parte del mundo que decidiera inmigrar.
Lo que no deja de sorprenderme es que, al respecto de estos dos jóvenes de 26 y 10 años respectivamente, es que otro país ya había alertado a los servicios de inteligencia estadounidenses de que tenían nexos con grupos extremistas. El propio FBI (Federal Bureau of Investigation o Buró Federal de Investigaciones) entrevistó al hermano mayor, Tamerlan Tsamaevs en 2011 tras la alerta que se les dio. La pobre investigación que realizó esta dependencia eliminó al sujeto como una fuente de peligro y le dejaron de dar seguimiento. Algo similar a lo que les sucedió en los atentados en contra de las Torres Gemelas de Nueva York, el World Trade Center, que pese a tener sospechas de los planes de un ataque terrorista en fragua, se dejó libres para actuar a los sujetos que eran investigados.
Perece que los Estados Unidos, lo mismo que Inglaterra, están permitiendo que sus “enemigos” terroristas vivan en sus territorios en busca de pequeñas venganzas por lo que consideran transgresiones de estos países a sus pueblos. Infiltrados por medio de inmigración legal, los últimos golpes terroristas a Estados Unidos y a Inglaterra han provenido de residentes legales inmigrantes del mundo musulmán, que estos países han acogido como residentes. ¿Qué se logra con estos ataques? Nada. Repito, históricamente la guerra de guerrillas y de terrorismo nunca ha logrado nada en ningún país o región del mundo. Máxime porque en estos detestables actos los que sufren las consecuencias son las personas civiles, inocentes que tuvieron la mala suerte de estar en el lugar equivocado. Asesinando a la población civil no encontrarán avance en sus causas, al menos en el sentido práctico. El problema radica en la concepción religiosa de vida que estas personas poseen, y en el engaño y fanatismo que los lleva a considerar que los ignominiosos actos que ejecutan, de alguna manera, agradarán al dios en el que creen. Religión y política, siguen siendo una mala combinación para la humanidad. La visión de los grupos de fanáticos no les permite ver lo yermo, lo estéril, lo infructuoso de sus actos. “¡Oh Libertad: Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”. Dijo Madame Roland antes de ser Guillotinada el 8 de noviembre de 1973 durante la época de terror en Francia.