Los ateos nos odian, pero también se van de vacaciones. Esta semana para los miembros de la Iglesia Católica, es especial. Si lo saben cómo debe ser, es la semana más importante de todas las celebraciones que se tienen en dicha religión. Y lo es por diversas razones. En primera porque es el culmen de su credo y de su fe, puesto que todas las religiones existentes tienen sus propios carismas y sus momentos, pero en el catolicismo tienen un Dios que resucitó. Eso para que veamos la diferencia, no existe en ninguna otra. Vencer a la muerte dirían los artísticos, inventarse un mito dirían los sarcásticos. Pero como ya lo he dicho, a la luz de la fe (capacidad de creer en algo sin la necesidad de comprobarlo), hay un especial sentimiento en estas fechas. No hay que negarle también su mérito a las fiestas navideñas en las que se celebra precisamente el nacimiento del que en esta semana santa, se exhuma celestialmente.
Además de ese misterio de la resurrección, es evidente que en esta semana hay muchos signos de la fe católica necesarios de reflexionar. El jueves santo, se tiene por tradición la imposición del sacerdocio y de la eucaristía. El primero ha permitido que la Iglesia tenga una estructura escatológica que sin duda es una de sus fortalezas humanas. El segundo más bien se refiere al misterio en que aquéllos que comulgan (se acercan a recibir la hostia durante la misa) comprendan todo el significado ritual de ese hecho, que no es una cosa sencilla de explicar pero que es la esencia medular de la doctrina cristiana en que convergen otra serie de elementos tanto ornamentales como de fe, que se van clarificando cuando uno pasa la etapa de ser católico de banqueta a comprender el significado de pertenecer a una institución que por más de 2 mil años ha prevalecido a pesar de las circunstancias.
Para explicar la estructura de estos días sería bueno hacer el siguiente cuadro: el jueves se les instituye a los apóstoles su misión histórica, además se les dan instrucciones precisas —por eso me caen bien los católicos, no se andan por las ramas— el servicio de su pastor a ellos (explicado en el lavatorio de los pies por parte de Jesús a sus discípulos) se convierte en un ejemplo de humildad y compromiso. Hoy por ejemplo muchos liderazgos son empleadores subordinados, siendo que el liderazgo —si ése de Jesús se pudiera expresar así— es más bien de servicio a los demás. Esa enmienda ha sido bien cumplida por la Iglesia, cuando históricamente se han encargado de atender causas en las que pocos hubieran podido entrar. Cuestiones educativas, médicas, orfanatos, enfermos terminales, apoyos migrantes, entre muchas otras, son llevadas a cabo por católicos sacerdotes, religiosas y laicos (los laicos son aquellos ciudadanos que sin pertenecer a la estructura religiosa de la Iglesia, pertenecen a ella por ser creyentes) en fin que han hecho una digna labor atendiendo diferentes actividades sociales y humanitarias.
El viernes sería el punto de quiebra de la fe. Es el momento en que se recuerda la muerte de Jesús y que sin duda es la primera gran prueba de fe para los ojos humanos: la muerte es la prueba de la fe. Hoy en un mundo tan ensimismado, tan encarnado del hedonismo y del relativismo científico (nadie pone en duda que cada vez los encargados de ello, lo hacen más profesional), la fe se convierte en el arma para vencer la muerte. Y para ello sólo le dejo una pregunta: ¿En verdad cree usted que todo lo que lo rodea, es producto del big bang? En fin. La muerte de Jesucristo sería entonces esa gran prueba, y además humanamente hay un dolor que se siente por esa pérdida. Pero es un dolor humano que no visualiza el futuro, precisamente como hoy, que pareciera que no hay mañana, que con todo lo que pasa en el mundo —guerras, aborto, suicidio, pobreza extrema, corrupción, violencia, delincuencia, adicciones, hedonismo sexual, contaminación, ignorancia, relativismo de creencias, y otro largo etcétera— todo indicaría que los mayas no estaban tan perdidos y el fin material está cerca. Pero como dijo un amigo: la expectativa es lo que uno planea, y la esperanza es creer que algo bueno pasará a pesar que no se haya cumplido la expectativa. Así el mundo, para los católicos, a pesar de todo el gris que he escrito antes, tiene la esperanza de que de todos modos salga el sol. Lo que no implica sentarse precisamente a esperar, sino que el sigiloso trabajo dará sus frutos tarde o temprano.
El sábado por eso es importante, porque en esa espera (de hecho la expectativa de los judíos y de aquellos creyentes de la época era que Jesús se convirtiera en el líder que los liberara de la esclavitud y la opresión, esperarían a un comandante militar quizás, pero por eso les pone una muestra del servicio en el actuar que he dicho: llega en un burro con una corona de laurel, y entra a la ciudad como el más humilde de los reyes, con ello les ha mostrado que no es un líder humano y que en efecto no encontrarán en esa búsqueda un premio de acuerdo a sus expectativas, sino que en el dar a los demás hay más que cualquier libertad expuesta) se encuentra pues la espera, que es lo que hace que la Iglesia Católica sea lo que es y no otra cosa: en la resurrección se encuentra la esperanza. Por eso le digo que no creo que todos seamos producto de la casualidad, digo sería una casualidad muy sabia.
El domingo sucede entonces esa resurrección que reaviva después de un trance de pesimismo, la fe. Es la oportunidad de resucitar a pesar de los personales errores. Por eso también me cae muy bien la Iglesia Católica, porque siempre es momento para volver a empezar.
Como empecé este comentario terminaré: los ateos también se van de vacaciones, pero los que verdaderamente entienden el significado de su fe (independientemente si se dicen católicos o no), saben que la semana santa no es cualquier momento en la vida espiritual, es el momento de la misión, de la reflexión personal, del reencuentro con la fe misma.
Para todos sean o no creyentes, les deseo que esta semana y las que siguen, sean tiempos de reflexión, pero sobre todo de reencuentro consigo, con el afán de entender que como dijo C.S. Lewis, “uno no tiene un alma, uno es un alma. Lo que tiene es un cuerpo” y así sepamos alimentar el alma, de cosas buenas, porque nadie da lo que no tiene. Felices pascuas.
@comandanteserra