Las momias no son objetos curiosos. Se trata de personas de sociedades desaparecidas que, con el debido respeto y cuidado, permiten a los investigadores entrar en sus vidas y en su mundo para poder aprender sobre muchos aspectos de nuestra historia.
Así lo considera la doctora en antropología Josefina Mansilla Lory, coordinadora de los innovadores proyectos multidisciplinarios Las momias de México, y Estudio de las agresiones ambientales (estrés) en poblaciones desaparecidas de México, los cuales se desarrollan en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Se trata de estudios recientes, sin precedente en el país, en los que participan no sólo antropólogos físicos, sino historiadores, arqueólogos, médicos, físicos, químicos y biólogos, entre otros
, añade en entrevista con La Jornada.
Detalla que el estudio de momias es importante, por ejemplo, para el conocimiento de la historia natural, origen y antigüedad de las enfermedades. Los cuerpos momificados de poblaciones antiguas, que incluyen no sólo las lesiones esqueléticas sino los tejidos blandos, pueden significar un aporte más completo acerca de los procesos vida-muerte, salud-enfermedad y crecimiento-longevidad de esos grupos
.
No obstante, puntualiza, en cuanto a la exhibición al público de momias, si bien en el pasado se acostumbraba mostrarlas para satisfacer el morbo de los visitantes, “hoy día se debe contemplar un propósito específico que aumente el conocimiento de las personas acerca de lo que se exhibe. Es decir, que el objetivo de las exposiciones sea educativo, por tanto, es necesaria la documentación e interpretación de la exhibición.
“Esto es particularmente importante al tratarse de exposición de restos humanos, los cuales no son objetos. Se debe tener en cuenta que no todos los visitantes han visto el cuerpo de un difunto y menos aún momificado, particularmente los niños. Si sólo se exhiben las momias por curiosidad y no hay un atenuante ante esta visión, puede llegar a ser una experiencia negativa.
“Existe una gran controversia sobre la conveniencia de exhibir cuerpos humanos. Algunos museos no permiten este tipo de muestras, apoyándose en que es inhumano e inapropiado.
“El Consejo Internacional de Código de Ética menciona que si es ‘ocasionalmente necesario’ utilizar restos humanos y otros materiales sensibles en exhibiciones interpretativas, ‘se debe hacer con tacto y con el respeto para los sentimientos de dignidad humana hacia cualquier persona’.”
Momias de niños
La Dirección de Antropología Física del INAH, a la que se encuentra adscrita Josefina Mansilla, cuenta con 32 momias completas
: 14 infantiles de la época prehispánica y dos modernas
; siete adultos femeninos y siete masculinos, también prehispánicos; dos adultos masculinos modernos (siglo XIX) y material aislado
semimomificado: cinco cráneos, una pelvis y un pie.
De ellos, sólo una momia infantil ha sido exhibida en el Museo Nacional de Antropología, en 2011, durante cuatro meses. Se presentó por tener ese niño una manta con plumas como mortaja, lo cual plasmaba parte de las costumbres señaladas en la exposición temporal Alas del mundo indígena, acerca de la importancia de las aves en la ideología y en la vida cotidiana de los pueblos originarios de México.
Otra momia infantil mostrada hace tiempo, también de manera temporal, en el Museo de Templo Mayor, fue la llamada Pepita, que se exhibió junto con su reconstrucción facial, realizada por Édgar Gaytán.
Pepita fue encontrada en 2002 en la cueva de Altamira, en la sierra Gorda de Querétaro, y es una de las cuatro únicas momias mesoamericanas halladas en México, todas de tipo natural
(desecada), es decir, en su proceso de momificación no intervino intencionalmente el hombre.
El equipo multidisciplinario de investigadores que la estudió estuvo bajo la coordinación de la arqueóloga Elizabeth Mejía.
Se trata de una niña de aproximadamente dos años y medio de edad, data de hace unos 2 mil 300 años
, narra Mansilla.
Con momificación parcial y también muy antigua, de hace cerca de 2 mil 500 años, fue encontrado el cuerpo de un pequeño en la cueva del Gallo, en Morelos, junto a un perro, cada uno amortajado en su petate.
Saqueos y rescates
Una tercera momia infantil se descubrió en la sierra de Chiapas, se le conoce como ‘la niña de la cueva de La Garrafa’ y “este cuerpo fue parte de un rescate arqueológico del INAH en 1967, guarda un estado de conservación muy bueno. Los materiales de la cueva habían sido removidos por saqueadores, sin embargo, la pequeña fue recuperada y hoy se exhibe en el museo del instituto en Tuxtla Gutiérrez. Es una pequeña de cerca de año y medio, no se encontró evidencia de lesiones por enfermedades ni de violencia o traumatismo. Presenta alteración intencional de la cabeza. Desconocemos la causa de muerte y no se cuenta con datación precisa.
“La última de las momias mexicanas de Mesoamérica corresponde a un individuo adulto masculino, cuyos datos arqueológicos desaparecieron debido a ladrones de tumbas. El cuerpo está incompleto y parcialmente momificado. Dado que el hallazgo y recuperación no fueron producto de una exploración arqueológica, no se cuenta con el contexto correspondiente y no se ha realizado la reconstrucción del rostro.
“Al parecer los restos fueron sustraídos de una cueva en alguna zona entre Puebla y Oaxaca. Se trata de un hombre probablemente mesoamericano de entre 21 a 29 años de edad ósea, con alteración cefálica intencional del tipo tabular oblicua, dientes con morfología ‘en pala’ y estatura de 1.63 metros, aproximadamente.”
Mansilla explica que el saqueo de tumbas y momias está directamente relacionado con el valor que pueden llegar a tener los objetos extraídos y el mercado potencial que se tenga.
“La gran mayoría de las momias prehispánicas que se conocen en México son generalmente producto de denuncias de saqueo, donaciones y rescates arqueológicos.
También existen referencias de la combustión de cuerpos momificados por algunos mineros en el norte del país. Este fenómeno se da porque los cuerpos momificados constituyen un material muy inflamable por estar desecados.
Monitoreo constante
Conservar momias en óptimas condiciones requiere de procedimientos costosos y un monitoreo constante por los especialistas: “cuando son exhibidas muchas veces se les da un tratamiento inadecuado y posteriormente son relegadas a su almacenaje, también inadecuado. Por eso, muchas no han sido estudiadas. Pero hoy día se ha reconocido su valor científico y cada vez aumenta el número de publicaciones sobre el tema.
“Al respecto, la Escuela Nacional de Antropología e Historia se distingue como una de las instituciones educativas pioneras, no sólo en México sino a escala mundial, en el enriquecimiento y fomento de una visión antropofísica plural con la incorporación de la materia ‘cuerpos momificados’ a partir de 2005”, dice Josefina Mansilla.
En relación con las famosas momias de Guanajuato, señala que aquéllas no están bajo resguardo del INAH, porque son momias contemporáneas, no son patrimonio cultural
.
La primera momia antigua hallada en territorio mexicano es descrita por el arqueólogo Leopoldo Batres en 1889. La encontraron en Huajuapan de León, Oaxaca. El cuerpo se encuentra actualmente en el Museo Quai Branly, en Francia, donde le realizan estudios. Se cree que el personaje perteneció a la cultura tolteca por tener tatuajes de dibujos geométricos, cuyos diseños son similares a algunos que se encuentran en Teotihuacán.
Las momias más recientes halladas en el país se encontraron el año pasado en Chihuahua, en investigaciones a cargo del arqueólogo Enrique Chacón, en cuevas también con evidencias de saqueo.
Por el momento, la Dirección de Antropología Física del INAH no tiene planeada ninguna exposición de los cuerpos momificados que resguarda, ya que por un lado se continúa la investigación, análisis y recopilación de datos de las momias y, por otro, es necesario reflexionar en la conveniencia y consecuencias de su exhibición
, concluye Josefina Mansilla, integrante del Sistema Nacional de Investigadores desde 1997.
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