El montañés es un mexicano rudo que vive cómodo y despreocupado trepado en el cerro. La montaña, más que un accidente geológico, es un modo de vida, así que no importa si la protuberancia piramidal de tierra y rocas es chica, mediana o grande, lo que importa son las condiciones de vida y no la altitud. El típico montañés es larguirucho, como escurrido, algo jorobado, con brazos largos y lacios que le cuelgan de los hombros como si le estorbaran y no le quedara más remedio que arrastrarlos; son de lomo largo y piernas cortas. Invariablemente visten sombrero de paja amarillento y raído, pantalón de mezclilla de su infancia, camiseta agujereada y botas mineras, si no, un viejo overol cumple el cometido. Se rigen por la ley del mínimo esfuerzo, tanto, que a veces cuando hablan es necesario tomar el control remoto y presionar el botón de subtítulos. Les gusta la cacería, fumar tabaco barato, tomar aguardiente de dudosa procedencia y pasear todo el santo día una paja por los labios de un lado a otro.
El costeño es un mexicano disoluto que vive poltrón y fresco a la orilla de todo. El mar es su frontera y modo de vida. El típico costeño tiene la piel morena oscura y el cabello naranja, no son muy altos ni muy bajos, son delgados pero no atléticos, tienen una pancilla simpática de perro parado que pueden serpentear grácilmente por unas monedas. Visten siempre chores y chancletas, quizá algo más, aceite de coco para hacer brillar el cuerpo, lentes oscuros. Trabajan en el ocio y recreo de los demás, de ahí la apariencia de holgazanería y sibaritismo. Su carácter inurbano y apolítico los ha vuelto un inconveniente y una imperfección para las estadísticas oficiales. Cuando hablan, su desparpajo insolente y soez hace que las buenas conciencias corran por el control remoto y presionen el botón de “mute” para que los infantes no se contaminen. Contrario a lo que se cree, no les gusta el ceviche, pero sí la cerveza y la banana y el parachute.
El altipleño es un mexicano módico que vive instalado de manera absoluta en sus creencias equidistantes. La meseta es su torre desde donde observa la vida, vigila con sospecha sus flancos montañosos y espía voyeurista sus márgenes costeros. El típico altipleño varía mucho en dimensiones, colores, mañas y costumbres, pero no por ello deja de ser bastante común y claramente identificable a kilómetros de distancia. Su principal preocupación es alcanzar una comodidad contentota, por lo que se les puede ver trabajar diligentemente en ello, lo justo, con justicia, ni más ni menos. Viven sin sobresaltos, acaso se llevan una sorpresa con su bautizo, primera comunión y matrimonio, pero no en demasía. Cuando hablan, es necesario tomar el control remoto y subir el volumen para alcanzar a captar todas las palabras pronunciadas entre dientes o presionar el botón “sap” para cambiar a un idioma que no suene como un tarareo sin puntos ni comas. Les gusta dar consejos, mediar disputas y participar activamente como árbitros extraoficiales.
Si usted desea adoptar un mexicano, siga los siguientes pasos. Conozca bien sus gustos paisajísticos antes de tomar una decisión, pues no es lo mismo tener en casa un cuadro con montañas, el mar o un valle, o un montañés, un costeño o un altipleño sentado a la mesa, pues suponen horizontes y espectáculos diferentes. Lea con atención las siguientes preguntas, pues de su respuesta honesta dependerá su felicidad futura con su nuevo mexicano.
Primer paso: cierre los ojos y afloje su imaginación, ¿qué ve?, ¿qué características físicas imagina?, ¿qué formas tiene el terreno?, ¿qué tipo de vegetación hay?, ¿hay agua?, ¿cómo es la luz?, ¿cómo el clima?, ¿cómo es el cielo?, ¿qué sensaciones le produce?, ¿de inmensidad?, ¿abundancia?, ¿sublimidad?, ¿amenaza?, ¿frugalidad?, ¿familiaridad?, ¿apacibilidad?, ¿tersura?, ¿control?
Segundo paso: ¿qué tipo de pláticas le gustaría tener?, ¿de silencios, miradas y laconismos filosos y matones como en el póquer?, ¿de albures que buscarán ponerlo de rodillas o sobre cuatro puntos? o ¿de canturreos facundos y gongoristas sobre todos los temas disponibles?
Tercer paso: ¿qué clase de peladito quiere en casa?, ¿qué clase de usuario enredoso del lenguaje le gustaría tener en su hogar todos los días?, ¿ladino que las mata callando?, ¿dicharachero y burlón de zancadillas de risotada?, o ¿alegador caótico de retórica pleitera?
Preguntas frecuentes: ¿El mexicano es introvertido? Sí. ¿El mexicano es extrovertido? Sí. ¿El mexicano es controvertido? Sí.