Con Enrique Peña en la presidencia de la república, el PRI inicia una nueva etapa de su historia; es su identidad la que vuelve a redefinirse, y una de las disyuntivas que vive, es escoger su camino entre pretender restaurar su pasado, con todo lo que significa, o asumirse como un partido político más –entre los otros que ahora existen en México- que en el año 2012 ganó la elección presidencial para el periodo de seis años.
Entre una y otra opción podemos encontrar diferencias que tendrían consecuencias para la vida política del país, y, por supuesto, para la vida de los otros partidos políticos y sus procesos legislativos y electorales; la disyuntiva marca la diferencia entre el México posrevolucionario, de un solo partido político “que supo cohesionar las más variadas corrientes políticas, [que] se convirtió en un factor de unidad, paz y progreso nacional” (el presidente Peña en su discurso en la asamblea del PRI, tomado de la red), y el México del siglo XXI que vive la pluralidad política en los partidos políticos. El comportamiento institucional del PRI y de sus gobernantes, será diferente en el marco de una visión y de la otra.
En su pasada XXI Asamblea Nacional encontramos datos que nos pueden dar una idea de lo que tienen en mente y, también, de lo que han estado manejando desde hace un tiempo con sus estrategias y discursos políticos; con esta información podemos percibir, ya en los hechos, cuál de las dos opciones de la disyuntiva es la que pretenden tomar ahora, con su regreso a la presidencia de la república.
Del mismo discurso tomo las siguientes citas: “El PRI entiende el momento que vive México, y hoy se renueva para estar a la altura de las aspiraciones de los ciudadanos… con pragmatismo y sin dogmas, el PRI se transforma para poder transformar a México… el éxito del PRI depende del éxito de México”.
Es claro, puede decirse, que como discurso político, cualquier partido político hablaría de cambiar a México; sin embargo, las estrategias utilizadas por el PRI, particularmente en la campaña electoral de 2012, muestran un pensamiento político único que construye la equivalencia entre el partido político y el país.
En la mercadotecnia política, esta estrategia es tan válida como útil para ganar votos; el que un partido político utilice determinados lemas o mensajes, para que el consumidor-elector identifique su bien y el de todos con ese partido político, depende de la estrategia que cada partido quiera aplicar en las campañas electorales. El lema del PRI en 2012 habla por sí mismo: “Compromiso por México” (es una estrategia que han operado en muchos estados en las elecciones para gobernador, ¿Aguascalientes es 100 por ciento priísta?). Es decir, entre más identifiquen los ciudadanos el bien del país con el partido político, teniendo a un “RockStar” como candidato a la presidencia de la república (Revista Nexos, junio 2012), más posibilidades de triunfo tiene ese partido.
Recordemos la constante escenografía de los eventos del candidato presidencial de la coalición Compromiso por México: siempre a su lado estaba una o varias banderas, símbolo de la nación mexicana (quedó atrás la polémica sobre los colores del PRI). El mensaje subliminal es, precisamente, identificar al candidato y su partido con la república y la población, hecho que, ciertamente, aunque no sea tan perceptible, tiene y tuvo importantes efectos en los electores.
La estrategia se repitió después de la elección presidencial; el coordinador político del presidente electo Peña, Miguel Osorio, convocó a los dirigentes de los dos partidos políticos mayores y futuros opositores, PAN y PRD, para trabajar, junto con el PRI, en el “Pacto por México”. Los acuerdos a los que llegó el grupo de trabajo se estructuraron en cinco líneas de acción: transformar a México en una sociedad de derechos; fomentar el crecimiento económico, el empleo y la competitividad; lograr la seguridad y justicia; incrementar y comprometer transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción; y, quinto, perfeccionar las condiciones para una gobernabilidad democrática.
La virtud del Pacto por México se puede ver en diferentes puntos: el PRI como gobierno de la república, “asimila” a los partidos políticos opositores a su propia posición, creando un marco de acción favorable. El eje concentrador de los partidos políticos opositores es el bien de México, al que ningún dirigente partidista se podría negar, ya que correría el riesgo de ser considerado como alguien que no busca el bien del país.
Las primeras iniciativas de reforma legislativa del presidente Peña, fueron cobijadas por los partidos políticos opositores, bajo el esquema del Pacto por México; fueron iniciativas que siguieron el proceso legislativo con agilidad y, en poco tiempo, pasaron por ambas cámaras hasta llegar a su aprobación final.
Una reforma educativa manejada, prácticamente, bajo los aspectos propuestos por el presidente Felipe Calderón –que en su tiempo no avanzaron lo suficiente por razones conocidas-, ahora es aceptada y asumida, sin mayores cuestionamientos por todos (los promocionales de radio y televisión dan cuenta de ello). El reclamo del SNTE contra la reforma educativa, es neutralizado y resuelto satisfactoriamente, gracias al apoyo de los partidos participantes en el Pacto por México.
Cuando vengan las reformas energética, de telecomunicaciones, hacendaria, etcétera, sucederá de la misma manera; el PAN y el PRD, debido a su responsabilidad adquirida en el Pacto por México y por la presión y fuerza de los legisladores del Compromiso por México, sacarán adelante las iniciativas del presidente de la república, o, de lo contrario, se expondrían a una reprimenda de imagen partidista.
Los ciudadanos podemos hacer la reflexión acerca de si consideramos que México es el PRI, según su astuta estrategia; o demandamos que México tiene más partidos políticos que deben hacer su propia aportación al todo que es México. Si el PRI se considera una de las partes, gobernará aceptando, realmente, las propuestas de los otros partidos.