En las tradiciones se encuentran enquistados muchos pensamientos y conductas que nos han venido afectando no sólo a la humanidad, sino a todas las especies. Las creencias sobre condiciones de inferioridad han desarrollado por miles de años justificaciones que se vuelven tradición, aunque la palabra correcta es encubrir el maltrato animal.
Así miramos normal el paso de una camioneta que arrastra una jaula con un tigre, un león y un sinfín de animales sedados, torturados, maltratados para que permanezcan en un estado casi inconsciente, adormilado, el pretexto es la promoción del circo que viene viajando por muchos lados, por varios países o estados, pero acaso nadie se pregunta cómo es que esos animales sobreviven bajo esas condiciones dentro de esas jaulas.
No es extraño acercarse y mirar a estos animales que traen los circos con marcas de maltrato, la carne al rojo vivo, heridas provocadas por hierro, por ganchos, fuetes, varillas, todo aquello que logre dominar a un animal del que se cree que sólo es un adorno, que sólo sirve para mostrar su fuerza, su torpeza y lealtad.
Los y las defensoras de animales no se equivocan al señalar las enormes ganancias que genera el maltrato animal, cotidianamente arriesgan su vida al denunciar las ganancias magníficas de los circos y ciertos grupos que se escudan en las tradiciones.
Una compañera que admiro, Carolina Mora de Amigos Pro Animal, un día me dijo algo que se quedó en mi memoria, en una conversación le pregunté, por qué luchas por los animales y respondió “Yo lucho contra la opresión, estoy contra la violencia hacia las mujeres, contra la homofobia y el racismo, pero lucho contra el especismo [es decir contra la idea que dicta que la especie humana es superior a la especie animal], lucho por la liberación animal porque estoy trabajando en las raíces de la opresión”.
Tremendas palabras de esta compañera que a su vez citaba a otro luchador de la liberación animal. Volviendo al asunto de los circos, vale la pena reflexionar cómo una tradición tan indigna ha sobrevivido por tanto tiempo, para mí la respuesta es que la especie animal o al menos estos animales que están esclavizados necesitan de ayuda para liberarse, igual que la especie humana necesita de solidaridad para irse liberando de las distintas opresiones, la diferencia es que hay muy poca gente que expresa esa solidaridad y compromiso con la liberación animal, por eso es que ha subsistido este negocio de los circos.
¿Qué pasa con los animales cuando ya no son la estrella principal, cuando el número de atracción ya se ha agotado, cuando ya la gente lo ha visto tanto y no logran vender más boletos, qué pasa con esos animales? Si en estos animales no se invierte o se invierte lo mínimo todo lo demás son ganancias y a saber si esas ganancias provengan sólo de exhibir a los animales en el circo o si haya un extra por otras atrocidades. Algo que no está regulado, que es tan permisible al maltrato no tiene límites para acrecentar sus ganancias.
¿Quién lucha por los derechos de la especie animal, dónde se quejan si hay maltrato, si no hay comida, si no hay un trato digno? A muchas personas les puede dar risa estas preguntas porque piensan que no hay que preocuparse por el bienestar de los animales, que es una exageración tratarlos con los mismos derechos de las personas, una gran parte de la sociedad encubre este maltrato como algo “normal” en la diversión pasajera de los circos.
La cosificación que hace el circo de los animales es muy delicada, ahí muchas niñas y niños aprenden el valor de la vida animal, el (mal)trato a esa especie, y también en estos lugares se forman una idea de lo que representan los animales y la idea que promueve el circo es que sólo sirven para la diversión momentánea, sólo son un adorno, una cosa que si queremos podemos comprar y lucir y luego podemos desecharla, tirarla, matarla, prescindir de ella.
“Tu pagas y ellos sufren” decía una de las consignas de la reciente protesta en el circo Chino de Pekín, que realizaron quienes defienden la liberación animal. El retorno a Roma, como cuna de la violencia, del encierro, de la diversión bizarra que alimenta a la sociedad, vengan a ver el maltrato animal, venga y compruebe que son inferiores, que al fin hemos dominado a estos feroces leones, a estos enormes elefantes, que hacemos una caricatura de estos ágiles caballos, venga y traiga a sus niños que no pagan por aprender cómo se esclaviza a los animales. Cómo se doma, cómo se domina a quienes consideramos inferiores.
Si estos circos, la enorme mayoría hiciera uso de la creatividad como ya lo hacen otros, si la diversión no tuviera que estar basada en la cosificación, en lo degradante, en lo racista, lo sexista y homofóbico, otra cosa estaríamos enseñando como sociedad, si los dueños de los circos emplearan sólo a personas y les cubrieran lo que por ley les corresponde seguro es que se empeñarían en poner más ingenio, más habilidad y desde luego hablaría de un enorme paso que como humanidad habríamos dado, liberar a la especie animal del maltrato simulado en la exhibición cirquera, pero ni hablar, la llegada de estos circos siguen mostrando el rostro indolente de Aguascalientes y en sí de la humanidad.
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