El bulto (1991) es la película emblemática de Gabriel Retes, y a pesar de sus defectos, como algunas malas actuaciones, diálogos no convincentes, errores de secuencia, es una clásica en la medida de que retrató, como pocas lo hicieron, ese difícil tránsito del México de las décadas finales del siglo pasado. Trata sobre el rompimiento que va del socialismo de los rebeldes del 68 al neoliberalismo de los tecnócratas de la escuela de Chicago, las crisis que avasallaron a este país y sobre todo de los avatares de una clase media condenada a transformarse en clase baja alta.
La historia parte del 10 de junio de 1971, cuando en el llamado halconazo, varios manifestantes fueron atacados por una especie de guardia blanca provocando varios heridos, muertos y desaparecidos. Uno de estos heridos, interpretado por el propio Retes, dura más de 20 años en coma, despertando cuando sus hijos son prácticamente adultos, cuando los problemas del país son otros, cuando, dice uno de los protagonistas “como escribió Emilio Pacheco ya somos todo lo que detestábamos hace 20 años”. Su despertar a este nuevo mundo, donde aquellos viejos compañeros de marcha se han transformado en portentosos burócratas, es difícil precisamente porque el discurso entre ambas formas de ver la vida ha cambiado: mientras para él ser un burgués con lujos es una especie de ofensa, su hermana está orgullosa de que sus hijos puedan gozar de todas las comodidades de una vida ligada al capitalismo.
Sus diálogos recuerdan al hoy fallecido Hugo Chávez y su discurso inexorablemente ligado a la lucha de izquierda, a los intelectuales anti imperialismo yanqui, viene a mi memoria aquella vieja canción Hasta siempre comandante ¿Quién no en su juventud idolatró al Che Guevara? ¿Quién no vistió una playera con la clásica foto de Korda o usó el hasta la victoria siempre como frase de guerra? Y es que con la muerte del comandante Chávez el argot de los socialistas, de los camaradas, regresó a la palestra pública, sobre todo cuando parecía que esta ideología en la América Latina comenzaba a ser fuerte bajo la guía del neo-bolivarista. Bajo ese esquema surge la duda. ¿Era Chávez el líder americano que nos llevaría hacia la idea del socialismo como respuesta a la exigencia de justicia social en este continente? Mi percepción es que no, me parece que sus políticas se acercaban más al populismo que a la socialdemocracia (que creo es a donde debería ir México). En todo caso deberíamos voltear más hacia los regímenes brasileños de los últimos años. Al final de cuentas, la pregunta deberá ser respondida por los propios venezolanos en sus próximas elecciones. En cuanto a nuestro país surge en este contexto la perenne pregunta. ¿Cuál es el México que queremos? No faltan aún las voces que buscan ese México que se pueda parecer a la idea de Chávez.
El Bulto engloba de la mejor forma la respuesta. Su nudo argumental se centra en el nacimiento de México a la posmodernidad. No sólo por los tratados de libre comercio (tema omnipresente en la cinta) sino por la transformación de la familia mexicana que emigró de lo tradicional a una forma más abierta de vida. Muchos de los problemas presentes en el país son reiterados una y otra vez: reducción de presupuesto, crisis, clase media baja, “maldito gobierno”, los intereses han bajado mucho y un largo etcétera.
En una secuencia, Héctor Bonilla, que interpreta a un periodista, explica al hombre que ha estado en coma, que el mundo ha cambiado, que Rusia incluso ha entrado a la economía de mercado: “Hay un comercial de Zapatos Canadá bailando en la plaza roja” dice. Y justamente hablando de esta marca de calzado, es interesante recordar que mientras en 1991 en esta película se hacía burla del anuncio de las zapaterías (yo también usé unos zapatos perestroika) justamente el libre comercio afectó de tal forma a esa empresa jalisciense, prácticamente desapareció al fusionarse con Coppel.
“La bronca ahora es con el petróleo, con la contaminación” dice uno de los personajes sobre cómo ha cambiado la lucha de la sociedad civil. Y es cierto, los problemas de nuestro país son diferentes, no se trata de hablar del mal gobierno o del añejo “el pueblo unido jamás será vencido”. Engarzado inevitablemente a los vaivenes de la globalización, los retos que enfrenta México son ciertamente más complejos y se tendrán que afrontar con respuestas más innovadoras.