Porque si hubiera una ciudad formada toda ella por hombres de bien, habría probablemente lucha por no gobernar, como ahora la hay por gobernar, y entonces se haría claro que el verdadero gobernante no está en realidad para atender a su propio bien, sino al del gobernado.
Platón, La República
Política sin principios es otro de los siete pecados sociales, según Gandhi, y como con los otros seis, toda su esencia está en el propio enunciado, no hace falta analizarlo ni definirlo, todo el mundo entiende, todos saben a qué se refiere. Es una verdad que define la forma de actuar de muchos políticos y que el pueblo, aún percibiéndola y sufriéndola, por alguna extraña razón, olvida, se vuelve su cómplice y acaba solapando esa política sin principios. “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos” diría Borges.
Una de las preguntas que más me llamó la atención en la consulta ciudadana para la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018 es: Para ti, ¿cuál es la principal característica de un buen gobierno? y las opciones de respuesta son: 1. Cuesta menos a los ciudadanos. 2. Tiene menos burocracia. 3. Hace que los derechos establecidos en la Constitución pasen del papel a la práctica. 4. Utiliza la tecnología para acercarse y brindar mejor servicio a los ciudadanos. 5. Logra acuerdos con las distintas fuerzas políticas en beneficio de toda la población. 6. Es transparente y rinde cuentas. 7. Cuenta con servidores públicos honestos y capaces. 8. Sanciona a los servidores públicos corruptos. 9. Da buenos resultados. Es una lástima que no exista la opción de “todas las anteriores” y es que realmente el buen gobierno se obtiene con la conjunción de todas ellas y algunas otras más.
Creo que la respuesta número siete debiera ser la primera de todas y la más importante, ya que tener servidores públicos honestos y capaces, nos garantizaría una correcta administración de los recursos públicos y del ejercicio de la ley, además de que seguramente darían muy buenos resultados; sin embargo yo le agregaría que fueran congruentes con la ideología que defienden y que evidenciaran su calidad moral a través de una buena actuación. Kant definió el principio de una moralidad racional con su “imperativo categórico”: “obra de tal modo que la máxima de tu acción pueda ser ley general de la conducta de todos los hombres” y ése debiera ser un imperativo de cualquier político que se precie.
El escenario electoral en nuestro país parece no acabar nunca. Cuando ya tenemos gobierno federal, hay que empezar de nuevo con el municipal o con el estatal. Lamentablemente las figuras de estos escenarios políticos, parecen ser siempre las mismas, sólo cambian de posición y sin que les importe demasiado dejar una tarea inacabada, la abandonan para aspirar a otro puesto, mismo que tampoco terminarán porque siempre habrá algo mejor a lo que aspirar. No parece existir una responsabilidad adquirida con el cargo que les ofrecieron o con los ciudadanos que confiaron en ellos.
Algunos de los que pierden en estas contiendas, tienen la opción de regresar a su antiguo trabajo, después de haberse desentendido por algún tiempo del mismo, como si no tuviera la menor importancia y sin el más mínimo respeto; y lo que es peor, regresan después de demostrar lo poco necesarios que son y lo fácil que es sustituirlos. Supongo que el desencanto por su fracaso no les permitirá ser todo lo eficientes que debieran y seguirán ahí, navegando, mientras encuentran algo mejor.
La falta de ética, responsabilidad, o compromiso se da también en algunos militantes de partidos que no conocen en absoluto la filosofía que los rige, tal parece que no fuera la ideología lo que los llevó a ese partido, sino el interés por obtener cualquier tipo de poder, así que si eso no ocurre se van a otro, la cantidad no es un obstáculo y la calidad, tampoco. Siendo como es, la lealtad, un valor tan importante en el mundo de la política, me cuesta entender que les confíen puestos de responsabilidad, sabiendo que el que traiciona una vez, lo hace 100. Yo me pregunto si alguien que cambia de ideología sin ningún pudor y se mueve siempre con el mejor postor, merece la confianza de los ciudadanos. “La lealtad es cosa que dirige a los hombres en todos sus hechos, para que hagan siempre lo mejor” decía Alfonso X, El Sabio.
Por eso a la pregunta que plantea la consulta del Plan Nacional de Desarrollo 2013-2018, ¿Cómo sería para ti el buen gobierno? yo contestaría que aquél que estuviera integrado por políticos y funcionarios con principios, congruentes con su ideología, honestos, leales y preparados, que nunca perdieran de vista que están para servir a aquéllos a los que les deben su puesto. Es tiempo de exigir y de dar una política con principios, es tiempo de tener políticos con ética, buen desempeño y que terminen lo que empiezan, y es tiempo de reflexionar sobre la importancia de elegirlos con cuidado, porque de otro modo no podremos exigirles ni ellos podrán dar aquello que no poseen. Como dirían Platón: “A vosotros [políticos] os hemos formado en interés del Estado tanto como en el propio vuestro, para que seáis en nuestra República nuestros jefes y vuestros reyes”. [email protected], Twitter: @petrallamas