En el panorama de la historia, encontramos un proceso evolutivo de las naciones; las transformaciones que han tenido los pueblos se manifiestan a través de dos movimientos: el primero de agregación, y el segundo, de desagregación. En el primer movimiento, pueblos hegemónicos van dominando y agregando a su estado-nación, a otras naciones; de esta manera van creciendo en tamaño, en población y en territorio.
El imperio romano es un ejemplo de este movimiento de agregación, como lo es también, del segundo movimiento de desagregación; el resultado de la desagregación del gran imperio romano fue la feudalización de las naciones.
De igual manera sucedió con el surgimiento de los imperios coloniales; con el descubrimiento de América, se formaron los grandes imperios español e inglés, y otros pequeños. Y a partir de la independencia de los Estados Unidos de América, comienza el movimiento de desagregación de estos imperios, en que muchas naciones se fueron separando para ser estados-nación independientes.
Posteriormente, el colonialismo se manifestó con la dominación que establecieron naciones europeas sobre las africanas; su desagregación se ha dado durante el pasado siglo XX. Es importante hacer notar que los movimientos de desagregación suceden cuando las condiciones materiales de vida van llevando a las naciones dependientes hacia la ruptura con sus metrópolis; es aquí donde los gobiernos juegan un papel fundamental. Ciudadanos y/o gobernantes que han captado las señales de la historia, lograron empoderar a sus gobiernos, para lograr la autonomía y la independencia de sus naciones.
El siguiente colonialismo que vivieron las nuevas naciones independientes fue el económico, con la presencia de inversiones extranjeras y empresas transnacionales. La respuesta de descolonización se dio, fundamentalmente, en el sector económico relativo a los bienes de la nación, como es el petróleo, no obstante que en algunas naciones, también sucedió en otros sectores.
México fue un país latinoamericano de avanzada en la descolonización económica: las nacionalizaciones y las estatizaciones sucedieron durante una etapa de nuestra historia. Se inició durante la presidencia del Gral. Lázaro Cárdenas, abarcando diversos sectores económicos además del petrolero, y terminando varios sexenios después, con el proceso inverso de desincorporación.
La descolonización económica en otros países latinoamericanos, inició recientemente. Por lo general, son los sectores energéticos los que han nacionalizado, y sólo en algunos países, como Venezuela, la descolonización se hizo también en otros sectores de la economía.
Sin embargo, es necesario distinguir dos dimensiones de estos procesos nacionales actuales: la primera consiste en recuperar el dominio sobre los bienes patrimoniales de la nación, no necesariamente a través de la estatización de las empresas (con excepción de la nacionalización y estatización del petróleo, que se ha convertido en una acción indispensable, no obstante que algunas de las nuevas empresas nacionales han aceptado la participación del capital privado nacional y extranjero), sino a través de una legislación que lleve a la economía y a las empresas extranjeras, a la justicia y a la equidad en todos los aspectos, como son el fiscal, laboral, social, comercial, de convivencia con el capital y las empresas locales, etcétera. La segunda dimensión consiste, en cierta medida, en la confusión de la necesaria equidad y justicia de los capitales y empresas extranjeras en el país de residencia, con su erradicación al ser considerados como nocivos para el país. Evidentemente, en esta segunda dimensión el panorama implica elementos que distorsionan la convivencia necesaria entre las naciones.
Para llevar a cabo estas acciones, es indispensable el empoderamiento de los gobiernos; en este escenario el presidente venezolano, Hugo Chávez, recientemente fallecido, jugó un papel preponderante, no sólo para con su país, sino también como impulso hacia otras naciones de la región y sus gobiernos.
La obra de Chávez, considero, debe ser analizada como un todo; no obstante el que no estemos de acuerdo en determinados elementos –con sobrada razón-, es posible encontrar aquéllos que sí contribuyeron a construir un nuevo panorama latinoamericano. Uno de esos elementos, a pesar de los defectos que podamos encontrar, es el proceso de empoderamiento del gobierno venezolano.
Acciones de gobierno, fundamentales, para elevar la calidad de vida de los ciudadanos, para mejorar el sentido de pertenecía a la nación, para considerar como propio a su gobierno y sus gobernantes, para trabajar en una corriente de pensamiento económico y social, etcétera, requieren de un estado-gobierno fuerte.
El elemento básico de un gobierno no es la fuerza en sí que pueda tener, sino la orientación que dé a esa fuerza para hacer el gobierno; es claro que muchos gobiernos usaron la fuerza para mantener los privilegios extranjeros y la pobreza nacional.
Chávez promovió la regionalización comercial de las naciones suramericanas, la reorientación ideológica hacia un socialismo criollo llamado bolivariano, la hegemonía local sobre la periférica; los tratos que tuvo con los jefes de estado y de gobierno de otras naciones, fue significativo, ya que en ellos se pudo apreciar, con toda claridad, la aplicación de la visión que tenía del empoderamiento del gobierno.
La segunda dimensión, señalada líneas arriba, lo llevó al trato despreciativo con los gobiernos que consideraba imperialistas y colonialistas, incluido el presidente Vicente Fox al calificarlo como “cachorro del imperio”; en su celo nacionalista no le importó que el Rey de España, en el exceso, le dijera el celebrado “¿Por qué no te callas?”
En contraste, la deferencia guió el trato con presidentes como de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Argentina, Irán, etcétera, como clara coincidencia ideológica, que recibieron beneficios económicos, como es, particularmente, el petrolero.
El valor del empoderamiento de su gobierno, como buscó que lo hicieran otros gobiernos de la región, requiere la distinción de los elementos negativos que lo acompañaron; es decir, no por estos elementos negativos, debemos perder de vista que, efectivamente, los gobernantes están en sus puestos para servir a la nación y los ciudadanos. Chávez así lo buscó, y, con ese caudillismo, difícilmente lo podrá repetir quien se dice su hijo.