En memoria de José Sancho
Durante la segunda mitad del pasado mes de febrero la caída de personajes otrora poderosos, en México y en todo el orbe, nos ha llevado a reflexionar sobre la efímera gloria terrenal que algunos han convertido en aspiración única -y última- en la vida. Como común denominador entre los caídos en febrero está el hecho de que para obtener su poder, hicieron a un lado todo escrúpulo, dignidad y sentido de mínima decencia humana. En algunos casos, echando mano de amañadas lucubraciones jurídicas, hechas por ellos mismos o su grupo de interés a modo para ello, en otros, vilipendiando o chantajeando a opositores. Pero en todos estos casos, fue valiéndose del manejo de dinero y posesiones para comprar favores. Aún falta que mucha información y actos derivados de estas prácticas salgan a la luz pública.
En ninguno de los casos de estos poderosos caídos en desgracia se está haciendo pública toda la verdad. Pero para la gran mayoría de las personas pensantes queda claro que su caída, ya fuese por presiones internas, o por aplicación de un aparato judicial que ya no les fue propicio, provocará más caídas y escandalosas revelaciones. Lo preocupante es que, el poderoso aparato del cual los caídos eran cabeza o influyentes secuaces, desarrolle –como la Hidra- nuevas cabezas que continúen haciendo lo mismo que hacían quienes han caído. El poder heredado de esta forma no sólo no acaba con el mal sino que se fortalece, como la poda en tiempo propicio hace en un árbol, y extiende nuevas ramas o tentáculos que controlan los órganos jurídicos o de gobierno que permiten mantener las apariencias. Caído el maloso (o malosa) la vida sigue.
En su último libro, El Informe Lugano II, Susan George, presidente honoraria del movimiento internacional altermundialista ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana) (Deusto), analiza la realidad y la motivación que se esconden tras lo que nos están contando de la actual crisis. Los poderes fácticos que manejan la banca internacional están en manos de unos cuantos que son ricos y quieren serlo mucho más. El libro utiliza el género de novela, utilizado por muchos autores para poder decir sin temor a represalias, lo que es secreto a voces. Podrían haberse citado, dice, en la última cumbre de Davos o no, porque son a un tiempo realidad y ficción. En el libro, George les llama Los solicitantes, y afirma que buscan respuestas para mantener el capitalismo por encima de todo, incluso si eso implica acabar con la democracia.
De hecho, el inquietante subtítulo de dicha publicación reza: “Esta vez, vamos a liquidar la democracia”. Ese grupo ficticio de ricos, busca asesoramiento para consolidar los privilegios del capitalismo a costa de todo y todos los que obtuvieron poder. A pesar de la ficción necesaria, El Informe Lugano II ofrece cifras muy inquietantes respecto al poder financiero mundial. El mercado de derivados financieros (activos basura le llamaron los medios de comunicación), por ejemplo, es ahora mucho más grande que cuando provocaron la crisis financiera que data ya de casi cinco años. Las élites políticas continúan manifestándose negligentes en aportar soluciones mientras la voraz banca global sigue actuando al dictado que marcan los mercados.
En su novela, George dice que los banqueros tienen mucho poder. Ellos pueden elegir quién gobierna y quién no. Esto es muy claro en EEUU, dijo en una reciente entrevista sobre su libro, pero en Europa también hay ejemplos de su poder en la sombra. Y dice abiertamente que el Gobierno francés, por ejemplo, presume de haber hecho una ley que separa los bancos de inversión de la banca minorista, que en teoría quiere evitar los riesgos en los que incurrió la crisis de 2008. Ese texto ha sido sometido a debate parlamentario y se ha invitado a los grandes poderes financieros a comentarlo. Uno de los grandes banqueros del país, un representante de la Société Générale, dijo que la ley, tal y como estaba redactada apenas le preocupaba ya que en el peor de los casos afectaría al 1 por ciento de su negocio. Es decir, los grandes titulares en prensa ensalzarán una nueva legislación de control a la banca, pero la realidad es que siguen igual. Es sólo marketing social. O sea, el poder fáctico, a pesar de la decapitación, de la salida por renuncia o por denuncia de voraces directivos posterior a la crisis, con todo descaro, sigue. Y todos tan campantes.
Cuando se tiene poder, se pierde todo lo demás. He tomado prestada esta frase de la serie televisiva Crematorio, que se estrena en España, estelarizada por el recio y brillante actor José Sancho (Don Pablo de la serie Cuéntame) desaparecido hace apenas dos días. El pretexto argumental que le permite reflexionar sobre el poder, alimentado por la inmensa avaricia que es casi siempre la que lo gesta, es el manejo de un negocio inmobiliario. El tema es de suma actualidad ya que los graves problemas que actualmente sumen a la población hispana, parten de esa actividad. Al momento de exhibirse, la ficción da mucho qué pensar al teleauditorio y, quién sabe, igual puede alimentar la naciente concientización respecto a esa dualidad del poder sin escrúpulos y el gobierno. Dura pero realista y oportuna la serie. ¿Seguiremos con los ojos vendados después conocer el libro de Susan George y ver la serie Crematorio?
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