Que cada quien saque sus conclusiones, ¿por qué Peña Nieto está haciendo lo que está haciendo? ¿Por qué la Reforma Educativa? ¿Por qué la detención de Elba Esther? ¿Por qué ahora la reforma en telecomunicaciones? ¿Por qué, al parecer, está rompiendo con quienes fueron sus aliados?
Los maestros se lo cuestionaron en cuanto tronó el tema de su reforma y ahora tras la presentación de la concerniente al tema de las telecomunicaciones, los poderes fácticos, dícese de las televisoras, se preguntan qué está pasando. ¿Qué no eran amigos?
Es verdad, lo sabemos todos, el país no se transforma para bien en 100 días, se ha echado a perder por decisiones tomadas en ese tiempo, pero para lograr cambios positivos no es tan sencillo, sin embargo se debe reconocer que algo está pasando, aún falta ponderar la reacción de los implicados, pero de que han ocurrido medidas que antes no se daban, eso es una realidad.
Han pasado los primeros 100 días del gobierno de Peña Nieto, de hecho van 102 y al parecer ese famoso Pacto por México ha servido para un poco más que un bonito nombre, insisto, mis campanas no están repicando, hay que esperar. Pero tal parece que las fuerzas políticas se encuentran en un periodo donde están permitiendo que algunas cosas pasen.
Claro, no olvidemos que el tema de la seguridad pública sigue y seguirá siendo un asunto pendiente, la violencia más allá de disminuir al parecer ha incrementado, la violación a derechos humanos sigue latente, la corrupción por lo pronto no tiene reforma que se le oponga, ni tampoco a la burocracia excesiva, eso no hay que olvidarlo y es nuestra obligación seguir señalándolo. Pobreza, diferencias sociales, discriminación, falta de transparencia, encubrimiento y un largo etcétera, sigue pasando.
Pero al llegar justamente al día 100 de su mandato el Gobierno Federal sacudió a un monstruo, se presentó la iniciativa de Ley en materia de Telecomunicaciones, donde se pretende eliminar la concentración de poder en unos pocos (digamos Televisa, Telcel, Telmex y Tv Azteca) y abrir el mercado a una competencia mayor.
Esto en primera instancia resulta atractivo puesto que durante años nos hemos acostumbrado a ser ciudadanos “naranjas”, sí, naranjas, como la fruta, porque nos exprimen a diario al atender los pagos de diversos servicios carísimos y en muchas ocasiones de pésima calidad: pagamos “planes” de telefonía celular o rentas de servicio doméstico; nos exprimen costeando el valor del servicio de la televisión por cable, del internet y de todo cuanto nos brinde un gracia en la vida diaria. Y peor aún, al gozar/sufrir de esta condición de ser naranjas exprimidas durante toda nuestra existencia, desconocemos otro tipo de opciones de vida, sabemos y creemos que así ha sido, que así es y que así seguirá siendo por siempre, tanto que incluso idolatramos porque necesitamos de nuestro “exprimidor”.
No tenemos opciones, lo sabemos, compramos y consumimos lo único que hay y con ello nos conformamos, es más nos sentimos bien servidos. Cosa que debería cambiar al ampliar el abanico. Si se abre el mercado de las telecomunicaciones, si se entregan facilidades para que otras empresas se establezcan, para que desarrollen sus productos y servicios, forzosamente se genera competencia, lo cual en teoría deberá aumentar la calidad y bajar los costos para los usuarios/consumidores.
Eso es lo bueno, pero siempre hay sus asegunes. A diferencia del caso Elba Esther, donde la maestra, opositora a la reforma educativa simplemente fue “borrada” del mapa político-social; la reforma en telecomunicaciones tiene otros actores en donde nadie se va a dejar y menos cuando se trata de limitarles su poder y su impunidad. De hecho ya imagino a los monstruos de las telecomunicaciones, los anteriores mencionados, pongan en suerte y dispongan de todos los artilugios que tienen a la mano, sólo por mencionar algo: el poder de sus mensajes y la impunidad de ellos en su pantalla, esto, obvio para darle duro a la ley.
Ellos no van a ceder terreno tan fácilmente, ellos no querrán perder lo mucho que han ganado, la capacidad de poner y quitar a su entera voluntad candidatos, gobernantes, secretarios, encargados. Durante años adquirieron un poder desmesurado y hoy, por una “reformita” que a alguien se le ocurrió no lo van a perder, eso está por verse.
Vendrán días de una tensa calma o un diálogo con ánimos de aportar, pero estoy seguro de que algo turbio se mueve en las profundidades. Si Peña Nieto desafió a Elba Esther y a los maestros, deteniéndola, veremos qué deberá ocurrir para que el duopolio televisivo, el monopolio telefónico y los poderes en las telecomunicaciones cedan ante la Ley.
Abrir este oscuro mundo a la competencia no será un asunto fácil, hay muchos intereses ahí mezclados, hay mucho dinero detrás de ello, sólo por mencionarlo se habla incluso de lo equivalente al 4 por ciento del PIB anual de nuestro País el que estaría en juego, ustedes midan el terreno.
Peña Nieto y su gobierno llegaron a los 100 días y vendrán 100 más y los cientos de días restantes del Gobierno Federal. Está claro que el país requiere de reformas integrales y que ello ocurra depende del éxito de estas primeras acciones. México está en la justa etapa en la que una decisión correcta lo hará caminar, pero una mala orientación y el barco se puede hundir. Todo depende.