Más allá del carácter histórico -y hasta hace algunas semanas, impensable- de las imágenes del encuentro del pasado sábado entre dos Pontífices católicos (uno en funciones y otro en retiro) se abren diversas interrogantes sobre la manera en cómo se dará esta inédita convivencia. No obstante que el ahora Papa Emérito tuvo la opción de “vivir escondido para el mundo” en cualquiera de los miles de monasterios católicos, incluidos los de su natal Baviera, optó por retirarse en un convento ubicado en los jardines del Vaticano.
Si bien los primeros gestos entre ambos han sido de respeto y cordialidad; incluso de gratitud y de reconocimiento por parte del Papa Francisco; algunos vaticanólogos dudan que esta tersa relación pudiera estar exenta de eventuales conflictos. En un artículo que el pasado fin de semana publicó en su primera plana el International Herald Tribune advierte precisamente de este riesgo. A pesar de que el Papa dimisionario ha prometido plena obediencia a su sucesor, su presencia directa y permanente en el epicentro del poder eclesiástico podría desconcertar y a la vez ser motivo de un conflicto de lealtades por parte de miembros de la Curia Romana, la estructura de gobierno de la Iglesia. Además, el rotativo estadounidense hace eco de comentarios que algunos diarios italianos formulan sobre la ostensible presencia del Arzobispo George Gänswein, Asistente Particular de Benedicto XVI en los primeros actos públicos del nuevo Pontífice, quien ha nombrado como su Secretario Particular a Monseñor Alfred Xuereb, de origen maltés, que antes cubría el puesto de Segundo Secretario Privado del Papa Ratzinger.
Obviando ésta y otras especulaciones que giran en torno al tema, lo cierto es que la relación entre ambos Pontífices muy probablemente estará marcada por sus personalidades así como por la manera con la que el nuevo líder de los católicos aborde la extensa y compleja agenda heredada de su predecesor. Y en este punto, prevalece un contraste de caracteres: el Papa Emérito es ante todo un estudioso, un pensador, un teólogo con gran capacidad de racionamiento filosófico a quien le fascinan los libros; sus Encíclicas y numerosas publicaciones dan testimonio de ello. Sus orígenes germánicos se manifiestan en una personalidad introvertida e incluso tímida, con una visión doctrinal rigurosa. Varios expertos coinciden en que ello y su avanzada edad además de su deteriorada salud, le habrían impedido concluir con la tarea de “limpieza” de la Curia que se habría propuesto, por lo que optó por la renuncia.
El perfil del nuevo Pontífice es diferente: un articulista porteño que le conoce de años, y que es citado recientemente en un artículo firmado por Francisco Peregil (Premio Ortega y Gasset 2003) de El País, señala: “Bergoglio conoce el poder, le gusta y lo ejerce… su despacho era un desfile constante de líderes políticos, sindicales y vecinales… [es] un estratega metódico y calculador”. Esta opinión es compartida por varios columnistas argentinos, entre ellos Carlos M. Reymundo Roberts, de La Nación quien lo define como “un jesuita con alma de pastor y cabeza política”. Más aún, en algunos círculos oficialistas-kirchnesianos, Bergoglio era considerado el líder de la oposición. Además de tener un gran talento mediático y de conocer bien las redes sociales, los orígenes italianos (latinos) del nuevo Papa, lo hacen ser una persona abierta y comunicativa (aunque solitaria), para quien resulta perfectamente compatible el gusto por el futbol, el tango, la ópera y la lectura de Borges.
Esta faceta es complementada por otra que domina su quehacer pastoral. Sus primeras acciones como Papa han estado marcadas por un enorme simbolismo: desde su coloquial alocución y la austera vestimenta pontifical por la que optó al salir a la loggia de San Pedro, el día de su elección, pasando por el desdén al protocolo y, particularmente por la selección de su nombre como Pontífice, en alusión a San Francisco de Asís, símbolo de pobreza y humildad, aspectos esenciales del mensaje evangélico, y que a casi 800 años de haber sido proclamado santo (16 de julio de 1228 por Gregorio X) ningún Papa había retomado.
Como líder de una comunidad heterogénea de más de mil 200 millones de creyentes, el Papa Francisco deberá hacer frente a añejos reclamos de reformas en el plano doctrinal (celibato sacerdotal, ordenación de mujeres y el uso de preservativos, entre otros) así como atender apremiantes cuestiones de gobierno de la Iglesia (Curia Romana) e incluso dar respuesta a exigencias internacionales sobre temas financieros (el Instituto para las Obras de la Religión -IOR- el banco vaticano).
En este contexto, el semanario inglés The Economist, estima que el nuevo Pontífice otorgará prioridad al tema de la Evangelización, y es que continúa creciendo la sangría de católicos hacia otros credos; tan sólo en América Latina desde la década de los 80 la Iglesia ha perdido el 20 por ciento de sus fieles, los cuales han emigrado a nuevos movimientos y sectas religiosas, entre los que sobresalen los Evangélicos Pentecostales. Estos grupos parecen caracterizarse por una mezcla de arcaísmo y modernidad: “sanaciones” y exorcismos pero también shows televisivos, en los que los predicadores asumen un papel casi de estrellas. Su atracción para las masas deriva del alto componente emotivo de sus ceremonias, así como de su teología poco sofisticada, además de que se centran en mensajes claros y esenciales. Para diversos analistas, la Iglesia católica parece estar enfrentando mal esta “competencia”, ya que desde la década de los 80 ha dejado de evolucionar; siendo el Movimiento Carismático, próximo al Papa Francisco, una opción ante este fenómeno.
Otro tema al que se presume otorgará relevancia el nuevo Papa será el del diálogo con otras religiones, de hecho en sus primeros días de Pontificado ha habido importantes gestos de acercamiento hacia líderes de otras creencias, campo en el que su predecesor no logró avances. Es conocido el hecho de que como Cardenal de Buenos Aires, uno de sus amigos más próximos era el Gran Rabino de la ciudad. En este campo seguramente habrá una significativa apertura.
La historia de la inédita relación entre dos Papas está por escribirse. Sólo después de que hayan concluido las adecuaciones del monasterio Mater Ecclesiae y de que su ilustre inquilino se traslade de manera permanente será que conoceremos la manera como se dará esta cohabitación; de presentarse alguna desavenencia ésta no conducirá a un Cisma en la Iglesia. La mayoría de los augurios son optimistas, seguramente Ratzinger asumirá en la práctica un papel de consejero del nuevo Pontífice y, a la luz de la complementariedad de sus personalidades, de sus formaciones y de sus experiencias, la Iglesia será la gran beneficiada porque en la toma de decisiones habrá teoría y praxis y un enfoque humano pero también teológico.
Berna, Suiza, marzo de 2013