Darle a cada quien lo que le corresponde, sería la manera más sencilla de definir la justicia. En ese sentido hablar de justicia social es referirnos a entregar, ya sea en un sentido positivo o negativo lo que las personas se merecen.
Sé que le estoy dando un enfoque poco claro al concepto de justicia, pero resulta necesario saber, que en base a cada acción corresponde una reacción y eso sería aplicarla de manera cotidiana. Ahora bien, este 20 de febrero es el día Internacional de la Justicia Social, decretado así por la Organización de las Naciones Unidas, hasta hace apenas cinco años, por lo cual incluso para muchos es un tema desconocido y un concepto sinceramente poco o casi nunca aplicado a la vida diaria.
La idea de justicia social está orientada a la creación de las condiciones necesarias para que se desarrolle una sociedad relativamente igualitaria en términos de oportunidades. Es decir comprende el conjunto de decisiones, normas y principios considerados como razonables para garantizar condiciones de vida hasta cierto punto decentes que traten de manera similar a toda la población.
La justicia social es un principio fundamental para la convivencia entre las personas. Cuando los individuos saben que hay condiciones semejantes para todos, sin duda cambia mucho la perspectiva que éstos tienen hacia su entorno. Hablamos de justicia social cuando de manera equilibrada se ofrecen servicios de calidad para todos, sin distingos de ninguna índole. Hablamos de justicia cuando tanto hombres como mujeres, así como jóvenes y ancianos gozan de oportunidades de desarrollo y esparcimiento, opciones de empleo y de salir adelante por sus propios medios para bien de ellos y de los suyos. Pero también hablamos de justicia social cuando se aplica la ley sin distingo alguno, cuando se castiga al culpable y cuando se ejerce un real control por encima de cualquier nombre, cargo ostentado o amiguismo comprobado.
Ser justos implica mucho más que darle migajas a todos los que algún día votarán por el candidato o el color que aspira al poder. Ser justos es ir más allá de la despensa electorera o del favor pagado. Quienes ostentan el poder público deben ser justos en todo momento, quienes aspiran a él deben promoverlo de la misma manera, la justicia es la misma siempre, en toda circunstancia y en cualquier lugar.
Hablo de los principios de justicia puesto que ésta al parecer es usada a conveniencia, como si este principio y valor fuera uno que puede ser adecuado según las circunstancias del momento. Defendemos los principios de justicia social cuando promovemos la igualdad de género o los derechos de las mayorías y las minorías, ya sean pueblos indígenas, migrantes, homosexuales, mujeres, niños, todos… Promovemos la justicia social cuando eliminamos las barreras que enfrentan a las personas por motivos de género, edad, religión, cultura o discapacidad.
En su momento, y es tan sólo con el afán de aportar una frase que para mí describe mucho de esto; Ernesto Guevara, nuestro emblemático Che lo comentó de esta manera: “Si no hay café para uno, no habrá café para nadie”. Tanto lo bueno como lo malo, el premio o el castigo, debería ser una constante para todos en base a nuestras acciones, jamás condicionado por nuestra cartera o nuestras influencias.
Resulta desafortunado que bajo el manto de “justicia social” los políticos disfrazan el reparto de privilegios a los grupos que los apoyan: sindicatos, maestros, empresarios, burócratas, ancianos, indígenas, etc. Desvirtuando la justicia convirtiéndola en limosna y dádiva. El recoveco de aplicación a la vida diaria de la justicia social se debe en parte a que no tiene una definición clara y precisa, por tanto cada político la define según conviene para lograr apoyo para sí mismo y sus intereses.
Hablar de esta justicia social, implica pues, la concepción de un Estado activo, cuya responsabilidad deberá ser remover los obstáculos que impiden el desarrollo de relaciones en condiciones de igualdad y semejanza. Los gobiernos y sus funcionarios, o quienes aspiran a serlo, deben comprender y sentir esa preocupación real por el bien común, sé y comprendo lo difícil que es medir y reconocer esto, pero también los ciudadanos deben aprender a palpar esto entre sus mandatarios y “suspirantes”. En todo momento se debe llevar la idea de que justicia, equivale a paz y progreso verdadero. No es necesario inventar nuevas reglas, modificar las leyes, tan sólo hace falta darle a cada quien lo que merece en base a sus acciones.
Hablar hoy en día de justicia social en nuestro país, es una irresponsabilidad, incluso una utopía, porque se ha tomado como bandera electoral e incluso como una herramienta que permite aprovecharse de las condiciones de los menos favorecidos. Es a partir de esta concepción que deberíamos empezar primero a exigir que se nos respeten nuestros derechos, que se cumplan, y por supuesto acatar nuestras obligaciones y responder ante nuestros actos.
El principio de justicia, surge desde cada uno de nosotros; cuando hacemos las cosas bien, debemos esperar que nos vaya bien; pero aprendamos a diferenciar cuando estamos en lo correcto o tan sólo seguimos conservando e incluso fomentando esos viejos vicios que nos mantienen en la limosnería y el paternalismo.
Dejemos de permitir que se burlen de nosotros con las falsas promesas de justicia. Actuar justamente también es saber elegir y exigir lo mejor para nuestro futuro y el de los demás. Dar y castigar en base a sus acciones.