La mercantilización del conocimiento, de los bienes comunes, como la tierra, el agua y el aire, al igual que las habilidades humanas, garantiza la desintegración de la comunidad tras la destrucción de sus principales elementos de cohesión. Según la filósofa Simone Weil, las crisis de la economía capitalista no se generan en el sistema productivo; surgen por el crecimiento incontrolado de la esfera financiera. El desarrollo de nuestra actual sociedad económica, se caracteriza por la continua sucesión de periodos de prosperidad y de crisis. Y esto sucede porque, en realidad, el fin último de la economía hoy preponderante en el mundo, no es la multiplicación generalizada de la riqueza, sino el aumento de la ganancia monetaria, a costa de excluir y despreciar todo lo demás.
Los procesos de exclusión e inclusión, se suscitan en las sociedades capitalistas, de forma inherente a su naturaleza, de acuerdo con una dinámica de acumulación y centralización de la riqueza por parte de propietarios privados de medios de producción. El concepto de exclusión social inserto en una teoría general del capitalismo, desarrollada por Adolfo Figueroa (Reformas en sociedades desiguales. Pontificia Universidad Católica del Perú, 2001) constituye una forma de explicar la desigualdad, la pobreza y el subdesarrollo. En su aplicación específica, este modelo permite explicar la desigualdad, la pobreza y el subdesarrollo en los países como Perú, México y otros similares.
Las sociedades capitalistas subdesarrolladas (economías de baja capacidad para incluir a todos los ciudadanos a la fuerza laboral o a la seguridad social) integran a los grupos humanos en adecuación a sus necesidades de ganancia monetaria, no de productividad.
Silvio Gesell –teórico, pacifista y comerciante- publicó en 1916 un estudio acerca del dinero titulado El orden económico natural; allí explicó en detalle el funcionamiento del sistema monetario en la sociedad contemporánea y la dinámica que conduce a las crisis económicas, análisis con el que coincidió Simone Weil en sus conclusiones. Para Gesell, el propósito de la producción económica no es la plusvalía, la ganancia comercial o la satisfacción de las necesidades humanas; su fin último es el interés que genera el dinero.
La institución del dinero se fundamenta en la falsa premisa de que el crecimiento económico no tiene límites; se le puede inducir indefinidamente con créditos -creación de dinero-, por tanto, la fuente del interés es inagotable. La verdad es que el crecimiento de la economía en un siglo ha pasado a depender principalmente del monopolio en sectores como la guerra, los servicios y las finanzas, puesto que la producción de bienes últimamente casi no está creciendo. Por ello, para la economía capitalista, no resulta importante la eficiencia productiva mediante el aprovechamiento de la experiencia humana.
Por el contrario, el objetivo fundamental del capitalismo está en potenciar el consumo, con el cual se alimenta el crédito, condición necesaria para la generación de intereses. De esta forma, la población con mayor propensión a consumir, que es la que se encuentra entre los 20 y 40 años de edad, es a la cual la oferta laboral deberá privilegiar. Si tienes 35 años de edad o más, y por alguna razón estás sin empleo, ya puedes ir considerándote un factor despreciable de la economía del consumo y, por tanto, un integrante más del ejército de desocupados. En países como México, donde no existe un seguro de desempleo o un sistema de renta básica, la lógica funcional del capitalismo obliga a la obsolescencia de las personas que se encuentran en la mejor etapa de su vida.
En su capítulo de “Redes” de esta semana en la televisión española (http://www.rtve.es/television/redes/), Eduard Punset entrevistó a David Robert James Bainbridge (n. 1968) escritor científico, biólogo reproductivo y anatomista veterinario de la Universidad de Cambridge. Éste afirmó que al superar la etapa de los 40 años de vida, los humanos hemos desarrollado las capacidades cognitivas que nos permiten pensar más inteligentemente, aunque no tan rápidamente como los adultos entre los 20 y 40 años. Autor del libro Middle Age, a natural history (Edad Media, una historia natural), Bainbridge afirma que, a diferencia de los animales que hasta el fin de su vida conservan su capacidad reproductiva, los humanos aprovechamos esa fase de la vida, sin el peso biológico de la reproducción, acrecentando nuestro potencial vital –cognitivo, productivo y de enseñanza, entre otros- al máximo.
Es más, afirma Bainbridge, gracias a siglos de la biología evolutiva, en una cultura que depende de la recolección y aprovechamiento de información en lugar de la lucha física por la supervivencia, las personas de mediana edad poseen las características más preciadas para la evolución de la especie. Cuando nuestros antepasados lograban sobrevivir huyendo de la presa con su agilidad de jóvenes, al llegar a la mediana edad podían planear, dirigir y organizar la caza. Asumida esta característica al código genético, los mayores de 45 años de edad resultan ser mejores para planear, organizar, dirigir o gestionar instituciones o enseñar a otras personas. La lógica de la economía capitalista, opuesta a la biología, obliga a las personas de mediana edad al retiro y obsolescencia.
Las crisis económicas producen inestabilidad en el plano laboral. Aquellas personas que superan los 40 años son viejas, las mujeres reciben menores sueldos, los jóvenes con estudios y sin experiencia son ocupados como directivos con bajos sueldos, y, en general, los obreros son casi esclavizados. El ajuste económico y la internacionalización de la economía, producen profundas reestructuraciones tecnológicas, políticas y socioculturales que agudizan las diferencias y marginan a amplios sectores de la población.
El modelo capitalista induce un modelo de formación humana más utilitario que educativo. Por ello, aparte de que los valores que promueven una sociedad justa, solidaria, integralmente participativa, tolerante y de igualdad no son motivo de la reforma educativa que actualmente se pretende impulsar en México, su fundamento contradice al desarrollo biológico acorde con la sana evolución del ser humano.
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