Que siendo contra los clamores de la Naturaleza vender hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud.
Don Miguel Hidalgo y Costilla
Con gran expectativa ante la buena crítica, vi recientemente la película Lincoln, del reconocido y exitoso Steven Spielberg, cuyo argumento se centra en los últimos cuatro meses de la vida del decimosexto presidente de los EUA, periodo durante el cual el congreso de ese país aprobó a instancias del presidente, y en medio de una sangrienta guerra civil que costó miles y miles de muertos, la Decimotercera Enmienda constitucional, que proscribió la esclavitud. Ya antes, Spielberg había tocado las fibras sensibles del esclavismo en su filmografía, en la célebre Amistad de 1997, drama de abogados basado en hechos históricos reales a propósito de la disputa entre España y EUA por un “cargamento” de esclavos africanos a bordo de la Goleta española Amistad, con magníficas actuaciones de Djimon Hounsou y Anthony Hopkins.
Vuelve con energía el alegato antiesclavista de la mano del director Spielberg. Y vaya que hace falta aún ahora, bajo el recién renovado mandato del primer presidente mulato (que no negro, pues su madre fue blanca) de los Estados Unidos, y cuando se sabe que los Estados Unidos son el país con la mayor población carcelaria en el mundo. Concretamente el país que más personas negras mantiene encarceladas (algo así como 2 millones y medio, que son más de los que eran esclavos en ese país en 1860). Tampoco pueden pasarse por alto los resultados de recientes encuestas, que revelan que hoy en día un 42 por ciento de los blancos estadounidenses rechazan a los negros y un 43 por ciento a los latinos. Pero: ¿Quién dijo que el racismo o la discriminación se pueden eliminar con enmiendas constitucionales?
Debo confesar que he leído o escuchado al menos tres reseñas estupendas antes de escribir sobre el tema con el pretexto de la película. Todas coinciden en los méritos que sin duda tiene la actuación de Day Lewis como Lincoln. También por cierto la de Sally Field como su esposa, así como la fotografía y la ambientación logradas.
Destaco dos cosas de la película que llaman mucho la atención: Lincoln, en sus diálogos con el intransigente liberal Stevens, protagonizado por el gran histrión Tommy Lee Jones, aduce para intentar convencerle de que abandone su radicalismo antiesclavista en beneficio de la aprobación de la enmienda: “no podemos dejar que nuestro ejemplo esclavista se propague por los países de Sudamérica”. Es esa actitud tan norteamericana de no querer ver más allá de sus realidades y conveniencias la que seguro impidió a los guionistas de la película reparar en que el primer país independiente de América fue precisamente una república negra de esclavos rebeldes: Haití; o que la esclavitud fue abolida por el Cura Hidalgo en Nueva España casi 50 años antes de la enmienda de Lincoln. Otra sorpresa, que indudablemente es un mérito adicional de la película, es enseñarnos de cerca los entresijos y resortes del poder y de la vida de congresos donde el presidente no puede influir directamente, con diálogos y situaciones muy bien logrados. También es revelador el hecho de que para el establishment norteamericano de 1860, emancipar a los negros era tan descabellado como conceder igualdad ciudadana y voto a las mujeres, o recordar que durante los años fundacionales de los Estados Unidos, los republicanos fueron progresistas, y algunos de manera radical, como el mencionado congresista Stevens. Tanto que el abolicionista Lincoln fue el primer presidente del partido republicano en la historia de Estados Unidos.
Pero indudablemente que el mejor éxito de la película es retratar a un Lincoln humano más allá del mito. Tramposo, duro y cínico, pero también campechano, familiar, sagaz e incombustible a pesar de los pesares, gran conocedor de las gentes de su tiempo y con un agudo sentido de las razones de estado y de su proyecto político. Además, el parecido físico que logra Lewis con las fotos que se conservan del personaje histórico es ciertamente notable y bien logrado.
Gran efecto argumental resulta la anécdota final del radical Stevens, quien una vez aprobada la enmienda en cerrada votación, sustrae el acta original para regalársela a su mujer por una oculta e íntima razón que sin duda regocijará a todos los que vean la película. Termino con una frase célebre achacada a Lincoln, que da cuenta de su tremendo sentido de la política de verdad: “¿Acaso no destruimos a nuestros enemigos cuando los hacemos amigos nuestros?”