Todos los humanos vivimos, simultáneamente en dos mundos, en dos universos. No, no estoy hablando de Ciencia Ficción, ni de la teoría física “De las Cuerdas” que reza que los electrones no son puntos o masas, sino que las partículas más pequeñas de la materia son una suerte de cuerdas que forman un lazo y que vibran en el espacio tiempo para dar cabida a más dimensiones. Tampoco estoy hablando del mundo metafísico ni del espiritual. Me refiero al mundo, al universo que crea el Lenguaje. Porque el Lenguaje no sólo sirve para dar nombre a las cosas sino para imprimirles significado. Al nombrar un objeto, no sólo lo estamos definiendo con una palabra, sino que al mismo tiempo, en nuestra mente se forma la asociación que contiene, en la representación de aquello que nombramos, un significado personal. Por ejemplo, la palabra Madre: para muchos significará no sólo a la persona que los gestó y les dio vida, sino además estará cargado este vocablo de otras características como amor, cuidado, guía, protección, mimos, apoyo, etc. Para otros que tuvieron una relación menos afortunada con su Madre, significará únicamente a la persona que les dio vida y los gestó. Pese a que las palabras se refieren a cosas, objetos o seres comunes a la realidad de todos, cada uno las aprende con un significado propio e inherente a sus propias circunstancias. Pero no sólo eso. Es gracias a la palabra que podemos formar pensamientos. Antes se pensaba que los pensamientos habitaban en la nube de neuronal de nuestros cerebros, y que para comunicarlos a los demás usábamos las palabras más adecuadas para transmitir nuestras ideas. Nada más alejado a la verdad porque el Lenguaje nos da la oportunidad de nombrar y de entender las cosas que designamos. El Lenguaje hace una asociación entre el sonido (la palabra) y aquello que menciona, que nomina. Y es en este proceso de asociación entre el objeto y la palabra que alude que se crea en nuestra mente un vocablo que posee un valor de acuerdo a lo que representa para nosotros. Al imponer una palabra a un objeto, una cosa o un ser, no sólo lo estamos seleccionando de los demás, sino que lo estamos distinguiendo de los demás objetos de la realidad, y al distinguirlo le estamos dotando de las características que nosotros entendemos que tiene. De esa manera, gracias a la palabra, podemos decir “árbol” y de inmediato los hablantes de nuestra lengua compartirán el significado de lo que proclamamos sin la necesidad física de mostrar el árbol a los demás, o sin tener que dibujar un árbol para que los otros comprendan la referencia.
En sentido estricto, cada palabra que aprendemos tiene el significado de aquello que nombra. El Lenguaje, saca de la realidad física los objetos, las cosas y los seres y al nombrarlos con la palabra, los hace inteligibles para nosotros. El Lenguaje recrea al “Universo Físico y lo vuelve un “Universo Lingüístico” que nos permite acceder a la realidad a través del pensamiento. Cada palabra que aprendemos nos sirve para conceptualizar al mundo, para darle orden y jerarquía a través de nuestra Lengua. Octavio Paz decía que vivimos en el “Universo Lingüístico” y en el “Universo no Lingüístico”, donde el “Universo no Lingüístico” corresponde a la realidad física. Así, imprimimos a los objetos, a las cosas y a los seres de la realidad los valores que para nosotros tienen. La Lengua, hace una jerarquización de nuestro mundo, le da valores y sentido, le da orden y estructura a través de nuestro pensamiento. Por esto es indispensable leer y manejar el mayor número de vocablos en nuestra vida diaria, porque cada palabra es, al fin de la cuenta, una idea, un pensamiento. Mientras más ideas, más palabras, poseamos en nuestro acervo particular, nuestro marco referencial de pensamiento será mucho más amplio. Esto quiere decir que tendremos más herramientas para desarrollar nuestros conceptos intelectuales. La Palabra es el verdadero vehículo del pensamiento, es el productor de las ideas. Mientras más amplio sea nuestro conocimiento de la Lengua, seremos capaces de producir pensamientos más nítidos, concretos y útiles. De aquí se deriva la importancia de leer continuamente, no exclusivamente para aprender nuevos vocablos sino porque la lectura es el ejercicio de asociación por excelencia. Tal como ejercitamos físicamente nuestros cuerpos para mantenernos sanos y funcionales, el ejercicio de la lectura provee este mismo estímulo y mantenimiento a nuestro pensamiento. Así, vivimos en dos Universos (como decía Octavio Paz) el “Universo Lingüístico” y el “Universo no Lingüístico”. Gracias al “Universo Lingüístico” tenemos una vida llena de significados que transfiguran la realidad en que vivimos, y hacen de la experiencia de vivir un acto más profundo y dimensión. Leer Ciencia Ficción, Literatura, Ciencia… todo se convierte a la postre en un referente para la producción y manipulación de ideas. La creatividad siempre está sustentada por un amplio espectro de conocimientos, y las palabras son la base de nuestro proceso intelectual. Quien no lee se condena a sí mismo a no seguir creciendo intelectualmente, pues incluso el cuento más irreal tendrá algo que aportarnos a nuestro pensamiento. Además el hecho de que pocos placeres son tan íntimos y tan intensos como el poder entregarse a leer un buen libro. Leer es nuestro derecho, y es un derecho que tenemos que ejercer.