La etapa en donde se determinan las candidaturas es como ya lo habíamos comentado, la etapa más difícil al interior de los partidos políticos y se ponen a prueba las debilidades y fortalezas.
En el caso del PRI, muestra en esta etapa, una serie de debilidades que lo muestran vulnerable y lo exponen como un partido que no termina acomodándose en un escenario en donde las franjas de incertidumbre son altas.
Se muestra como un partido que si no tiene la certeza electoral se desdibuja y pierde el control de las cosas sustituyéndolo con acuerdos que muchas veces le salen más caros de lo que obtienen por ellos.
Una primera debilidad es el no haber generado liderazgos fuertes que se constituyan en relevos de los siguientes procesos electorales. Esto da como consecuencia una lista grande de aspirantes con una débil presencia. En el asunto de las candidaturas es como la de los toreros “hay que parecer para ser” y muchos de ellos no son candidatos creíbles ni tienen presencia en ámbitos sociales.
Al final las candidaturas se van a decidir por la selección del Jefe del Ejecutivo, con una negociación compensatoria al resto de los grupos políticos que participan al interior del PRI.
Esto tiene un efecto que se traslada a desencanto y desánimo de las estructuras seccionales que son las que llevan el peso de la campaña, y corren el riesgo de quedar inmovilizadas en el proceso de competencia.
En segundo lugar es que le hacen una fuerte apuesta a la presencia de las figuras gubernamentales. Si bien es cierto que los recursos del gobierno y la aplicación de programas a sectores vulnerables, teóricamente “son la base social de apoyo”, si no se conectan con atención y trato político a las estructuras de la sociedad no militante, puede ser una apuesta muy peligrosa que genere costos electorales importantes.
Por otro lado un esquema muy centralizador y poco transparente para abordar procesos como: criterios para elegir las candidaturas, los lugares que van a ocupar en las listas, las posiciones de los miembros del partido en los distintos frentes electorales, la definición de criterios territoriales, etc., se pueden convertir también en elementos desmovilizadores de la estructura electoral.
La selección y acomodo de candidaturas generalmente el PRI las resuelve con relativa eficiencia y poco desgaste, esto es algo que generalmente hacen bien, pero si el factor de competencia entre los grupos políticos es alto, como es el caso, se puede salir de control este proceso.
Por otro lado la falta de confianza de enfrentar el proceso electoral solos, es otra decisión importante que tendrán que tomar. Ya se ha filtrado la mesa de encuentro y negociación que se tiene instalada con el partido de Movimiento Ciudadano, PT, Partido Verde y hasta Nueva Alianza.
Ese contacto indica la inseguridad de ir solos y que requieren de los votos que aporten los aliados para poder garantizar la victoria electoral. También es importante considerar a qué costo. Porque si bien se escucha atractiva una alianza, que legitima al PRI, eso no quiere decir que se traslade en votos y alguno de los partidos se van a cotizar muy alto.
La alianza representa en términos llanos que algunos de los militantes del PRI, se van a quedar fuera de las posiciones y en ello se pagan costos. Todo parece indicar que la competencia se va a dar entre dos bloques electorales que aglutinan a todos los partidos del sistema político electoral.
Son muchas y delicadas las decisiones a tomar en la próxima etapa, porque de ellas depende el mantener o perder el poder político que de manera muy reciente acaban de recuperar.
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