Ese sentimiento que de pronto y sin pedirlo aparece en nuestra mente y nos hace añorar un lugar, un momento, una situación, una persona… o un país. Y entonces recordamos los buenos momentos que vivimos y que ahora, tiempo presente es difícil recuperar.
Lo que perdimos, lo que ya no está, lo que queríamos y creíamos con tanta devoción se esfuma de todos lados de nuestro ser.
En un razonamiento tan lógico como que los conejos comen zanahorias, así de lógico tendría que ser el esfuerzo de nuestro gobierno por garantizar nuestra estabilidad y seguridad social y evitar sentir nostalgia por lo que México ya no es.
La agenda nacional, completamente accidentada, plagada de hechos sin sentido que se presentan ante nosotros, ante nuestro criterio a través de los medios que acostumbramos consultar (básicamente la televisión) pareciera que nos masifican en el más bajo rango de intelecto. Cuánta razón del maestro Chomsky en sus 10 estrategias de manipulación mediática, en particular cuando habla que al espectador se le trata como si fuera “una criatura de poca edad o un deficiente mental” y “el mantener al público en la ignorancia y la mediocridad”.
Buscar una respuesta a los acontecimientos del día a día es como querer viajar en el tiempo, nunca lo vamos a lograr. ¿Estamos preparados para que esa serie de eventos desafortunados no se vuelvan a repetir?
Maletas llenas de maquillaje hacen explotar el sótano y dos pisos de un complejo de oficinas de la paraestatal más observada de los últimos sexenios, conclusiones que nos dejan mal parados como consumidores mediáticos y que incitan a la reflexión, a la búsqueda de información en fuentes confiables.
Alcaldes que minimizan acontecimientos brutales que a la larga podrían tener repercusiones diplomáticas por sentir que su paradisiaco puerto además de compartir cadenas hoteleras de talla internacional, también puede tener problemas como en “cualquier parte del mundo” y tener que salir a aclarar lo que dije pero que no quise decir…
En las grandes ligas de los medios, el periódico británico que se disculpa con la televisora mexicana por andarle levantando falsos, no tuvo los pelos de la burra en la mano para comprobar el delito.
Los telemontajes y los conductores que ofrecen una sincera y conmovedora disculpa a su público fiel.
La obra literaria de Lope de Vega que se pone en escena cada que los habitantes de una comunidad se sienten desprotegidos por sus gobiernos locales, municipales, estatales, federales.
Un instituto que sigue discutiendo los dineros que se gastaron en la elección más observada y cuestionada de la historia de esta nación.
Reflectores a diestra y siniestra, manipulación “sin censura”, educación a la deriva aun con todo y su negociación entre sindicato y gobierno, salones de instituciones de educación superior con personas con una visión mediatizada y con tristeza corroborar que cuando los docentes se paran frente a un grupo y aplican el constructivismo como corriente epistemológica para desarrollar su cátedra, las siguientes generaciones de profesionistas no tienen la intención de reparar su futuro y el de esta sociedad.
Esa nostalgia por los buenos tiempos que nunca existieron y que quema la esperanza de un regreso a un lugar que no existe, es la tristeza que baña nuestro pueblo desde el momento en que decidimos no hacer nada y dejarnos llevar por la inercia del mensaje que dictan los que tienen el control de todo.
Desde que nacemos la bienvenida al sistema y el orgullo de ser mexicano se hacen presentes con tantos y tantos sueños que nuestros padres con cierta ingenuidad piensan para nosotros; que estudie (y lo cuide la tele), sea alguien en la vida (y celebre hasta embriagarse) , trabaje en algo estable (con la ley del mínimo esfuerzo) y se jubile (en agradecimiento por haber dejado su vida en la empresa de su patrón o gobierno), así tendrá garantizada la tarde de silla fuera de su puerta, disfrutando su jubilación.
Espero que el pesimista sólo sea yo y mi nostalgia se disipe cuando este país pueda dibujar sonrisas sinceras en sus pobladores.
Twitter: @ericazocar