Entender y aceptar que algo en lo que uno creía termina por ser difícil de defender, es una sensación que siempre es desagradable, y que no se supera de un día para otro. Esta sensación a la cual yo evadí por mucho tiempo, ahora me ha aprisionado y después de acorralarme en varios temas y coyunturas debo aceptar que poco es lo que podemos argumentar para seguir defendiendo la forma en que trabaja la Organización de las Naciones Unidas.
Por mucho tiempo hemos venido escuchando de parte de expertos y analistas que la famosa ONU, se ha anquilosado de una manera terrible, hasta el grado de parecer un elefante blanco, y que los criterios aberrantes de su accionar, hacían parecer a su sede en Nueva York, como un museo donde cualquiera puede asistir para ver esqueletos o documentos de otras épocas, que son mostrados en esos recintos sólo para que no se nos olviden que en su época fueron importantes, pero que ahora son sólo piezas que nos recuerdan un pasado que no regresará.
Desde que fui un estudiante de Relaciones Internacionales me di a la tarea de ser un apologista de las Naciones Unidas, y esta actitud la reforcé a inicios de los años 90 del siglo pasado, cuando tuve la oportunidad de colaborar como political worker en la World Federation of Democratic Youth, que en aquellos ayeres tenía status consultivo ante la propia ONU.
A través de muchos años instrumenté una serie de baterías de argumentaciones para defender a ésta, cada oportunidad que en diferentes coyunturas internacionales se mostraba poco puntual y en varias ocasiones hasta omisa respecto a asuntos que lesionaron la conciencias de la comunidad internacional. En esas coyunturas la ONU se veía absolutamente desprotegida ante sus propias estructuras, en especial ante el verdaderamente odiado Consejo de Seguridad, que a pesar de que no responde a los actuales tiempos, aún sigue siendo constituido de manera permanente por las mismas naciones que en general tanto daño le han hecho a la humanidad, y en particular con su estúpido derecho de veto. Sí aunque usted no lo crea, todavía persiste el derecho de veto en las Naciones Unidas, ese absurdo espécimen al que tienen ¿derecho? Rusia, China, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, y que es en términos reales una situación que vulnera la democracia de la misma ONU.
Elementos existen de sobra para entender que estos cinco países, y me refiero a ellos de esta manera, porque en base a los principios de política exterior mexicana creo fervientemente en la igualdad jurídica de los estados, y por ello evito llamarlas “potencias”, siempre han tenido secuestrada a la ONU, y si no sólo recordemos cuando los Estados Unidos hace algunos años estaban a punto de no pagar su cuota económica a ésta la más importante organización internacional, y con lo cual hubiera condenado a prácticamente la insuficiencia financiera de ella.
Si todo esto me venía preocupando desde hace tiempo, la “puntilla” ha sido lo que viene sucediendo en Siria, al igual que en otras muchas coyunturas me he preguntado, si ante informaciones falseadas de supuestas armas de destrucción masiva en Irak, la ONU permitió a la mal llamada fuerza multinacional, que invadiera a ese país, desde hace más de un año, me pregunto día a día, por qué no han hecho nada sustancial para detener la matanza que está realizando de forma cotidiana el genocida Bashar al Asad.
Todavía recuerdo que hace casi un año la Embajadora Mexicana Yanerit Morgan Sotomayor, Representante Permanente Alterna ante la Organización de las Naciones Unidas, durante el debate de la Asamblea General relativo al Informe del Consejo de Derechos Humanos sobre la situación en Siria, señaló que México reiteraba su enérgica condena a la violencia en contra de la población civil en la República Árabe de Siria. Dijo claramente en aquella ocasión que “los informes sobre el uso indiscriminado de artillería y otro material bélico por parte de las fuerzas de Estado en contra de zonas civiles son motivo de profunda preocupación”.
En lo personal yo pienso que los embajadores ante la ONU de los países miembros del Consejo de Seguridad, o no estaban en esta sesión, o no escucharon la traducción simultánea u olímpicamente como siempre lo han hecho, ignoraron la palabra de quienes aún creen que las Naciones Unidas tienen aún razón de existir.
Lo real y lastimoso es que todos los días el gobierno dictatorial de al Asad, masacra a la población de su país, con el objetivo de afectar psicológicamente a los rebeldes que están tratando de echarlo del poder, mientras que la comunidad internacional, sólo se congoja por los más de 60 mil muertos que ha dejado este conflicto bélico en esa nación árabe.
Si la Organización de las Naciones Unidas debe seguir existiendo o no sólo radica en un elemento sustancial, no puede seguir dependiendo de una dinámica de poder hacia lo interno de sus propias estructuras, que lo único que ha hecho es vulnerar su propia imagen. Mucho se ha hablado de la importancia de reestructurar el Consejo de Seguridad, e incluir a algunas de la naciones que ahora son conocidas como economías emergentes y a las que se les llama BRIC, por las iniciales de los países que conforman este grupo que son Brasil, Rusia, India y China.
Si eso lo hará más democrático, estaría por verse, lo real es que por principio tendría que desaparecer el absurdo “derecho de veto” de los integrantes permanentes del Consejo de Seguridad, pero al parecer primero seguirán muriendo muchos miles de sirios más, antes que la ONU determine una situación sustancial en este conflicto.