Si le interesa comprender la parte de la jurisprudencia que se encarga de los delitos y las penas, nada mejor que el libro del Dr. Manuel Vidaurri Aréchiga Introducción al derecho penal de editorial Oxford. Es necesario aclarar que el libro de texto está dirigido principalmente para alumnos de derecho, sin embargo puede ser sumamente útil a aquel profesionista o persona con una preparación media que quiere o necesita entender y adentrarse de manera más o menos profesional en los vericuetos de la teoría penal, pero sin tener que leer tratados profundos de cientos y cientos de páginas, indispensables al perito pero vedados al iniciado. A pesar de ser escrito por un auténtico especialista con amplio reconocimiento a nivel nacional -con una sólida obra publicada- busca condensar con sencillez el tema, algo indispensable para el neófito que se acerca a la materia.
Y es que a todos, por alguna razón muy particular, nos interesa de alguna u otra forma el derecho penal. El pasado sábado durante la presentación que hizo del libro a los alumnos del doctorado en derecho, el Dr. Vidaurri nos explicaba que esto puede deberse a que la mayoría de la población identifica el derecho con el poder punitivo del estado, también porque todos, tarde o temprano, al menos en pensamiento hemos de alguna u otra forma pensado en cometer un delito. En pocas palabras, por los mitos del derecho penal, todos encarnados por cierto en una muy recomendable cinta del director Ismael Rodríguez.
Reclusorio (1995) fue filmada cuando el también creador de al menos unos 10 grandes clásicos del cine mexicano, tenía ya 78 años; echó mano de sus herramientas y logró empatar un auténtico elenco de antología: Tito Guízar, Silvia Derbez, Ignacio López Tarso, Pedro Armendáriz, Marga López, Enrique Cuenca (El Polivoz), María Rojo, Katy Jurado, Kate del Castillo, Héctor Gómez, y un amplio y reconocido etcétera. Basada en casos reales, la película sigue la aventura de dos reporteros que brincan de juzgado en juzgado, consignando las historias más tradicionales del arte dramático que es el penal mexicano. Con un claro conocimiento del sistema de justicia, evita caer en las tentaciones de otras cintas nacionales que tratan de presentar los juicios al estilo gringo; no duda en hacer énfasis en la corrupción que existe en el sistema, pasando por abogados corruptos que piden y ofrecen dinero, clientes culpables que quieren lograr su libertad a toda costa, jueces a modo, pero tampoco le tiembla la mano para mostrar que existen magistrados honestos, abogados entregados a defender con las reglas de la ley a sus clientes, en fin que lejos de lo que se cree no todo está perdido. Es interesante que las últimas películas de Rodríguez se concentraran precisamente en este tópico: a la ya mencionada se suma Reclusorio II (1996) y según algunas fuentes hay una tercera, Reclusorio III, aunque de esta última desconozco su contenido y año, sólo puedo hablar de las dos primeras pues las tengo en mi poder.
El argumento es magistral porque nace del propio director, pero es concretizado en el guión por otro monstruo del cine mexicano, Carlos Enrique Taboada, creador de clásicos del cine de terror y suspenso como Hasta el viento tiene miedo (1968), Rapiña (1973) o Veneno para las hadas (1984). En Reclusorio, personalmente me gusta la actuación de Ignacio López Tarso, un reo que ha estado toda su vida en el reclusorio y que no quiere salir a pesar de haber cumplido su condena porque ya no sabe qué hacer afuera, su excarcelación alega que es “una recanija injusticia de la justicia”, de hecho una vez afuera no logra conseguir alimento y se queja “adentro mi dieta balanceada, afuera ando desbalanceado y con hambre”.
La obra del doctor Vidaurri, como él mismo lo comentó, busca hacer entender que la teoría del delito es sobre todo un fuero en contra del poder punitivo del estado, es decir, la finalidad propia de la dogmática penal se centra en crear diques que impidan que el estado utilice su fuerza como recurso para resolver todos los problemas, y es que, como todos lo sabemos, a veces pareciera que cualquier escollo se quiere remediar a fuerza de reformas que aumentan los años de la cárcel a los criminales.
El derecho penal es complejo porque se enfoca a resolver los conflictos emanados de las pasiones del hombre; aterrizarlo en una obra que lo haga digerible y sobre todo que contribuya a hacerlo asequible a más ciudadanos es fundamental no sólo para la academia especializada, sino en general para toda la sociedad.