A fuerza de querer clasificar a hombres inclasificables, Aguascalientes se apresta a celebrar el 2013 como año Centenario del imperecedero grabador oriundo, José Guadalupe Posada. Un timbre de orgullo que no deja de tener resonancias a nivel nacional, para consolidar a un ícono de la cultura popular mexicana.
Bien dice la crítica social cuando afirma que la fiesta popular, como es el carnaval, si persistiera más allá de sus fechas de celebración, se convertiría en una revolución en acto. Y esto es así porque la fiesta, por definición, es la ruptura del tiempo ordinario de la vida social, para irrumpir como una práctica social discontinua con las rutinas de la cotidianeidad ciudadana. Se vale la burla a la solemnidad. Se habla fuerte, se grita, se canta, se bebe, se baila y sobre todo se ríe. Clara expresión de una vida loca.
De igual forma, una manifestación cultural como sucede con cualquier obra artística rompe la línea continua de las costumbres y las prácticas de la sociedad, para introducir una excepción, una visión del mundo diferente a los puntos dominantes de vista que son la costumbre establecida y repiten los rituales sociales sancionados como “normales” y que por lo mismo no deben ser transgredidos, so pena de sanciones o conductas de rechazo, precisamente debido a su ruptura de “la realidad”.
José Guadalupe Posada es uno de estos creadores de insignias del arte y del gusto popular capaz de causar una percepción revolucionaria sobre las condiciones sociales que privan en el colectivo social, pero para alienarlo, domesticarlo, someterlo, controlarlo, explotarlo, sin que por ello se agite a las masas a un movimiento de emancipación y autonomización. Una producción artística que fluye por esas corrientes irreverentes y de abierta ruptura con el modo de dominación económico-política establecida, es sin duda la de este excepcional grabador aguascalentense.
Pretender reducir su aportación crítica a un mero folclor de colorido, vistosidad y ocurrencia graciosa sobre la muerte, es negar su señalamiento directo al repositorio del inconsciente colectivo que anhela por algo más, una vida digna, un trabajo remunerador, el acceso al abasto alimentario, el derecho a la educación y a la cultura, el derecho a morirse de risa ante la farsa social de un sistema opresor, en fin a un desarrollo digno de la persona humana, de la familia humana, del derecho a la humanidad, pues.
El Municipio de Aguascalientes, en oportuno precedente, ofreció a la comunidad hidrocálida el Número 16 del Segundo Año de publicación de La Catrina, como su órgano de difusión municipal de la cultura; en el marco de la conmemoración de los 100 Años del grabado de La Catrina. En dicho periódico, hilvana una reflexión sobre este ícono femenino de la cultura mexicana. Imagen que posada heredó al mundo en una silueta ósea cuya proximidad emotiva y signo irremediable del destino humano, nos es del todo familiar. La fascinación que ejerce La Catrina obedece a muy variadas razones: -denota la destreza en el trabajo del grabado, -la limpieza y bella ornamentación de una placa no mayor a una tarjeta postal, que se ha hecho grandiosa en la imaginación colectiva. La Catrina es una metonimia (la parte que representa al todo) de nuestro país y del mundo; un grabado que firma nuestra identidad de mexicanos en el mundo y un emblema internacional de lo efímero de la vida. Así lo consigna en su editorial.
Y, luego, se abunda en su excepcional influencia estética, que se va reseñando desde ángulos muy diferentes: -No es sorprendente que esta mujer de calcio sea una “diva”, menciona Guillermo Saucedo (director del museo posada); fue llamada garbancera, apelativo usado comúnmente para designar a quien se dedicaba a la venta de dicho grano e impuesto por don Antonio Vanegas Arroyo. Critica a los mexicanos que aún sin privilegios se sentían superiores o asumían modos de vivir extranjeros, acrecentando con ello la marcada división social de inicios del siglo XX. La dimensión de la placa no tiene comparación con la dimensión social que en estos primeros cien años ha logrado alcanzar. Y mucho menos si tomamos en cuenta que La Catrina, además de traspasar el umbral de la muerte, también ha cruzado nuestras fronteras nacionales y permeado en casi todas las culturas latinas del planeta a grado tal, que incluso es considerada por algunos como el más reciente ícono de México. Yo solamente la califico como la nueva diva de nuestro país”(pág. 9).
Es una figura inspiradora llena de energía hasta la médula de sus huesos, para Cinthya de Anda (fotógrafa caracterizada por su ambientación fantasmal). –“La Catri”, como otros le nombran cariñosamente, es musa dispuesta, de sonrisa cinematográfica, en el cortometraje de animación de Cecilio Vargas (cortometraje galardonado internacionalmente). -Línea que se arropa desmembrada, en la invención del maestro de las artes plásticas, es la opinión de Rafael Zepeda (connotado grabador nacional). –De plumaje en blanco y negro bordado en el diseño de doña Trini Martínez de la Serna (bordadora). -Caricatura asombrada con dientes de leche, en los dibujos de los niños. Iniciativa de Clemente Pérez Gaxiola, pintor sinaloense, de realizar el encuentro nacional de dibujo infantil La Catrina. -Nota desnuda que delata a los intérpretes de Sex Catrina (grupo musical local). –La Changtrina para Cristóbal Méndez Montañez, (grabador local); y comentario de Luis Gilberto Poblano Sánchez, gestor cultural. -Catrina de “carcajada rota” en el poema de Liliana Ramírez Flores (ganadora en el género de poesía del premio Dolores Castro). -“su carcajada rota / rasga la calma azul-marino de la noche. /te llama, / te desea. / olfateas el aroma a jazmines de su sexo. / (una descarga eléctrica / te fustiga la espalda)” (pág. 19). -Summi Hamano (reconocida artista visual) le pone un rebozo rosa mexicano para que viaje muy curra por el mundo. Y Eduardo López (reconocido escritor local): “la risa de La Catrina no nos invita a reír de la muerte, sino, creo, a alegrarnos de la vida”. -Fabián Dagoberto García (gestor cultural integrante del consejo consultivo del IMAC): “La Catrina y Posada”, como embajadores de México (pág. 5). Y concluir: “¡Gracias maestro Posada! Porque sin hacerte pasar por catrín, tu silencio trabajando a buril nos ha grabado con la tinta que tú inventaste, el corazón y el espíritu; sin el afán de hacerte famoso eres embajador del arte popular, evidencia de la riqueza cultural nacional, has hecho de tu catrina la imagen y semejanza de tu Aguascalientes de nuestro México.” (Editorial)