Los Molinos de la Mente / El futuro según uno mismo - LJA Aguascalientes
23/11/2024

Hace unas horas leyendo The New York Times, (Rotativo Hermano de La Jornada… ¡Quisiéramos!), me topé con una nota de John Tierney titulada “Why You Won’t Be the Person You Expect to Be”, que se basa en varios estudios y libros de diversos psicólogos y aborda el tema de cómo nos vemos a nosotros mismos en el futuro. Básicamente nos habla de que al recordar cómo éramos en el pasado, en nuestra juventud, experimentamos una suerte de asombro y de empatía con las formas que usábamos y las actividades que desarrollábamos.

A través del tiempo nuestros gustos y personalidades se van modificando, producto de las vivencias que encarnamos. Pero cuando echamos un vistazo al futuro, cuando elaboramos una proyección de cómo vamos a ser dentro de 10 o 20 años, entonces se aprecia una suerte de continuidad pasiva, esto es, que tenemos la tendencia de imaginarnos sin grandes cambios, de idealizarnos en el futuro con una suerte de permanencia cuasi estática.

Primero hay que decir que toda predicción es muy difícil, más cuando se trata de nuestras existencias, dado el número de factores que pueden incidir en nuestro futuro: ya sea el trabajo, la salud, las relaciones familiares, las amistades, el entorno social, el ámbito económico, etc. Son, literalmente, miles de factores los que inciden en una persona y cada uno de ellos es posible que nos lleve en una u otra dirección. Sin embargo, allende del azar de cosas que no podemos controlar ni calcular, a las personas de mediana edad, nos cuesta trabajo imaginarnos diferentes a cómo somos ahora, en gran medida por el hecho de que la mayoría sentimos que a través de los años hemos logrado una mejoría personal. Este hecho de sentirnos mejores que antes nos lleva a un estado mental, quizá inconscientemente, en el que nos entendemos en un modo tal  que hubiéramos llegado a la cima de nuestra evolución como personas.

Al estimar o tratar de profetizar cómo seremos en un futuro a mediano plazo, mostramos una tendencia mínima a los cambios. Se trata de una suerte de olvido de cómo nos van cambiado las situaciones y las vivencias, y por otra parte, nos aferramos a un sentido de seguridad relativo en el cual nos vemos, a futuro, en términos muy semejantes a los actuales. Sin duda seremos influenciados y transformados en la próxima década por multitud de factores, tal como lo experimentamos de los 20 a los 30 o de los 30 a los 40. Imaginarnos a futuro debe de ser un ejercicio necesario para nosotros, pues de ello depende que podamos edificar un camino que nos permita alcanzar nuestras realizaciones y nuestros sueños. Y este ejercicio de proyección, desarrolla por sí mismo un plan de acción para alcanzar nuestros objetivos.

Cuando somos jóvenes a menudo nos preguntamos e imaginamos acerca de la manera en que seremos cuando crezcamos y el sitio que ocuparemos en la sociedad. Ahora de adultos, con más herramientas hijas de la experiencia, bien podríamos reinventarnos, reimaginarnos, para alcanzar el futuro deseado. Basta para este efecto, romper con el temor al cambio y abrazar el hecho de que la vida humana es social y dinámica por naturaleza. Difícilmente nos encontraremos dentro de 10 años siendo las mismas personas que somos ahora. ¿Por qué? Porque para ese entonces habremos leído otros libros que nos influenciarán, habremos visto otras cosas que nos marcarán como seres humanos, y en la diversidad de accidentes y vivencias de la vida, hemos de encontrar, aunque sea  a cuentagotas, algo de sabiduría… al menos eso espero.

Es la riqueza social la que nos irá transformando, porque también el colectivo va cambiado. No sólo el imaginario colectivo sino también los países. ¿Quién se iba a imaginar hace 20 años que países como Los Emiratos Árabes, Bahrain, Qatar, Omar, Arabia Saudita, Jordania o la República de Yemen se convertirían en lugares idóneos para vivir por su calidad de vida? Yo hubiera apostado a Japón o a Canadá hace 20 años, y nunca cruzó por mi mente que China se convertiría en una potencia económica mundial como lo es hoy. ¿Quién hubiera pensado que en México íbamos a pagar más impuestos que en países como Líbano o Irán? Ahora el Medio Oriente se está convirtiendo en un paraíso fiscal para las empresas y la región entera posee las menores tasas de impuestos y las más sencillas formas de recaudación.

Tal vez en tres lustros, nuestros nietos estén aprendiendo árabe en sus escuelas en lugar de chino o japonés. La gran maravilla de la existencia es el cambio, y la posibilidad de cambiar y adaptarse sigue siendo la moneda más efectiva y satisfactoria de los humanos. Todo proyecto es un acto de imaginación, de maquinación, de invención, y nuestra vida no es diferente a un plan de negocios. Por ello seguir construyendo un futuro e imaginarnos distintos de cómo somos hoy es necesario para quienes buscan seguir su plenitud en un futuro. Un plan de vida, inclusive para quienes ya no somos jóvenes es indispensable. Forjar y edificar cómo nos gustaría ser es parte de la insaciable necesidad de mejorar del ser humano. Ese futuro siempre será un reto, y la óptima manera de enfrentarlo es el simple hecho de abrazar la idea de que todo seguirá cambiando.

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