El año está empezando con escenarios contrastantes para los diversos actores políticos, por una parte la oposición institucionalizada vive un gran momento gracias al “Pacto por México”, pues a cambio de su participación pueden presumir que sus particulares “agendas” son la guía para la marcha de país, así Peña Nieto supera al propio maestro, pues si Salinas hizo que el PAN creyera que la propuesta económica instrumentada era la suya, ahora también el PRD puede presumir que la agenda social fue de su cosecha; es más, se menciona por la comentocracia que incluso AMLO puede darse por bien servido, pues puntos de su “proyecto de nación” están siendo incorporados a los objetivos del Pacto. De esta manera concertación y consenso serán las reglas del juego político en este primer año.
Un tanto más complicado es el panorama para los otros opositores, que no logran definir ni sus objetivos políticos y mucho menos estrategias, lo cual les augura tiempos complicados. En este horizonte, la reaparición del EZLN y el sub Marcos y sus certeros comunicados, agrega una variable de mayor confusión, pues en los años pasados ante su silencio se hizo común el reinterpretar la causa zapatista y adherirla a cualquier proyecto de dizque izquierda; mientras que ahora, con el golpe escenográfico de la movilización de las bases del EZ en los Altos de Chiapas y los comunicados repartiendo golpes a diestra, pero sobre todo a siniestra, representará un nuevo factor divisivo para la izquierda no partidaria. Para el sub, el EZ y la particular agenda “indígena” tiene congruencia el descalificar a los otros actores y el impulsar su propuesta a sus muy especiales maneras, más mediáticas que políticas, donde es capaz de invertir capital político y económico a una sola movilización que por su naturaleza no conlleva un fin en sí mismo, además de hacerse notar.
Descartando de inicio, cualquier acción militar, pues si el EZ conserva cuadros en armas, no es en la zona de Chiapas; la reaparición del subcomandante Marcos apuesta a incorporar a la agenda del nuevo gobierno la causa indígena, empezando por los “acuerdos de San Andrés”, asumiendo que es el mejor momento para que Peña siga comprando visiones diferentes. Es previsible la aceptación parcial de propuesta zapatista, adoptada por el PRD e incluso el PRI; empero el sub, anclado en el “todo y nada” bien puede seguir proclamándose traicionado y descalificando cualquier reforma y pese a todo, seguir en el juego y bajo sus reglas.
Mas si Marcos tiene claro lo que quiere y cómo lograrlo, el movimiento que aún se denomina YoSoy132 vive tiempos de confusión extrema. Surgido en el contexto del proceso electoral pasado, el movimiento se definió un objetivo e instrumentó una estrategia con éxito aunque, me temo, por pura chiripa. Dispuestos a quitarle votos al PRI y a Peña Nieto, emprendieron una auténtica “guerra sucia propagandística”, donde todas las acciones prohibidas por la legislación electoral a los contendientes políticos fueron el centro de su accionar: infundios, insultos, incluso amenazas de agresiones físicas se desplegaron simplemente porque podían hacerlo. La guerra sucia y su repercusión mediática fue tan exitosa que al menos logran quitarle al PRI dos o tres puntos porcentuales de votación y con ellos la posibilidad de mayoría absoluta; empero el éxito no fue total al no poder canalizar esos votos hacia el candidato de sus preferencias.
Concluido el proceso electoral y reanudada la era priísta, el movimiento pretende continuar su accionar, aunque no logran definir el “para qué” y mucho menos el “cómo” más allá de su oposicionismo a ultranza. Por una parte han logrado definir una sui generis agenda de “reformas”, donde lo mismo incorporan la “democratización de medios” que la lucha contra el capitalismo global o el cambio climático, aunque sin definir cómo van a lograrlo. Su persistencia en la movilización, pareciera su opción estratégica, pretendiendo una ilógica extrapolación con la “primavera árabe”, cuando las manifestaciones populares lograron socavar regímenes viejos, corruptos pero sobre todo debilitados por su obsolescencia; el pequeño problema es que mientras en Egipto o Libia, cientos de miles salieron a la calle en pro de demandas socialmente reconocidas, en México son sólo unos cientos (y haciéndose menos en cada marcha) quienes salen a la calle y sin mayor apoyo o trascendencia social. Por este camino la irrelevancia política será el destino cercano al movimiento.
Distinto es el panorama a la fracción radical enquistada en el Soy132: anarquistas, autonomistas y guerrilleros de viejo cuño, quienes aprovechando la entropía inicial del movimiento se incorporaron y lograron visibilidad e involuntarios aliados estratégicos; éstos saben bien qué quieren: el derrumbe del capitalismo y la lucha armada es la vía para lograrlo, aunque el estudio de Klausewitz no esté en su acervo intelectual. Aunque no creo que en el corto plazo salten a la “acción directa” sí estarán jugando a la insurrección urbana dentro del movimiento, complicando la existencia a sus “compañeros de camino”, radicales pero pacíficos, contribuyendo con sus acciones al aislamientos del Soy132 y a la eventual radicalización de algunos de sus integrantes.
Una probable síntesis podría ser que en un país de diálogo y consenso, resurgiera abiertamente la lucha guerrillera, en mala analogía de los echeverristas años 70; estrategia que al margen de su inviabilidad, terminará desprestigiando aún más a la izquierda política y paradójicamente fortaleciendo al PRI… como sucedió hace 40 años.