La definición de quiénes van a representar al partido en un proceso electoral, es tal vez la etapa más difícil que enfrenta un partido político previo a un proceso de competencia.
Entra en confluencia una serie de aspiraciones e intereses que generan presión interna de los partidos políticos, principalmente aquéllos que son más competitivos.
Identificar criterios de selección, perfiles, trayectorias, pago de lealtades, etc., son sólo algunos de los elementos que se ponen en juego cuando se define a los hombres y mujeres que van a construir una propuesta política.
Aguascalientes es un sistema prácticamente bipartidista, por lo que el proceso de circulación de las élites se convierte en muchas de las ocasiones en una oferta de bajo perfil, donde los liderazgos no sienten la presión por esforzarse y tener vocación de servicio hacia el electorado que vota por ellos.
Esto genera que en los procesos de competencia la motivación de los actores obedezca más a una ambición personal, que a un esfuerzo de equipo que construye estrategias comunes.
En el PRI, a diferencia del PAN, pareciera que están resolviendo “con unidad” y consenso el criterio y selección de candidaturas, pero no es así, están en un lapso de espera producto del cabildeo interno, en su momento el proceso de competencia va a ser tan encarnizado como en el PAN.
Enfrentan contradicciones distintas. En primer lugar en el PRI hay dos liderazgos fuertes en donde se agrupan los demás. El resto de los liderazgos son personajes conocidos principalmente al interior del partido. Algunos con trayectorias administrativas respetables pero sin presencia en el resto de la estructura social ni base social propia.
Los priístas que están presentes en la estructura social, son los que tienen un cargo de elección popular y cuando éste termina, vuelven a ser inexistentes a menos que vuelvan a ser nuevamente representantes populares. En otros casos de manera menos activa, aquéllos que desarrollan responsabilidades administrativas.
No hay personajes que se identifiquen con una gran presencia social y eso los hace depender del visto bueno del jefe de corriente política. No existe un esquema en donde los liderazgos del partido desarrollen actividades sociales que les dé proyección y relevancia a los miembros de la dirección estatal o municipal del PRI.
Pareciera que es sólo el Presidente y Secretario General y que no existe ningún otro cuadro partidario en la dirección. Esto obedece a una estructura vertical en donde las decisiones y la forma de actuar dependen del jefe político o cabeza de grupo al interior del partido.
Las consecuencias son que no se generan iniciativas ni proyectos, ya que si no las aprueba la cabeza de grupo, no es posible aplicarlos. El PRI siempre ha tenido una tendencia hacia la concentración del poder, y eso genera una debilidad de liderazgos con arraigo y presencia social.
Ésta es tal vez la contradicción más importante que enfrenta el PRI de cara al proceso electoral de 2013, además de otras de menor calado. En primer lugar, no haber construido liderazgos con presencia social real y en segundo lugar, determinar si el candidato proviene del grupo del gobernador o del grupo de la alcaldesa.
¿Cuáles son las características de los liderazgos con los que cuenta el gobernador para poder determinar que el candidato a la alcaldía provenga de su grupo político? Las propuestas del grupo del gobernador son prácticamente los miembros de su gabinete y un representante popular.
El Jefe del ejecutivo tiene la tentación de imponer a Alejandro Alba como su prioridad, pero a pesar de que es un empresario con prestigio, tal vez en otras circunstancias sus credenciales fueran suficientes para ser el abanderado del PRI a la Presidencia Municipal. Pero después del descalabro electoral de 2012, es necesario pensar en candidatos que puedan tener mayor cercanía con el partido. Pensar que la estructura electoral priísta funciona sola y que es indiferente el candidato que se designe, puede ser un mal cálculo y el error en el que caen muchos gobernadores. Circunstancia que se convierten en oportunidad para que otra fuerza política los desplace.
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