Los catrines y catrinas del gobierno en turno siguen haciendo gala de sus viejas mañas aunque presuman sus nuevas máscaras. Los que hicieron de la “revolución mexicana” un instrumento de dominación ideológica y la transformaron en partido político, hoy con su vestido neoliberal conmemoran el centenario luctuoso de José Guadalupe Posada como “calaveras garbanceras” y entre candilejas porfirianas, iconografía que dio fama mundial al ilustre grabador aguascalentense, referente ineludible de la plástica mexicana, cuyos trabajos son admirados por su calidad estética, su magistral técnica y su singular estilística.
A 100 años de su muerte, José Guadalupe Posada está más vivo que nunca y no porque lo diga su “tocayo cachirul” José Carlos Lozano de la Torre quien fiel a su esnobismo, instaló un patronato administrador de las actividades que habrán de organizarse este 2013 en memoria de ese sencillo y genial trabajador que siendo artista nunca se sintió artista y que logró como ningún otro ilustrar los sufrimientos y esperanzas de un México que transitó del siglo XIX al siglo XX con sus escandalosas contradicciones, sus fortalezas y debilidades, sus vicios y virtudes, bajo las luces y sombras de un movimiento social que alcanzó su plenitud con el constituyente de Querétaro de 1917 y el ocaso desde 1940 con los presidentes emanados del PRM-PRI que iniciaron el pillaje y el saqueo del patrimonio nacional para hipotecarlo a intereses extranjeros.
José Guadalupe Posada nunca fue profeta en su tierra y menos en el centenario de su muerte en que el Gobierno del Estado de Aguascalientes aprovecha la efeméride para rendirle, al viejo estilo del PRI, un “merecido homenaje” al develarle una placa, acuñarle una moneda, emitirle un billete de lotería y rifar una bicicleta entre los primeros 100 adolescentes que ayer domingo debieron inscribirse en el “Rally Posada 100”. Sumado a ello el mojigato gobierno, en un alarde de rendición de tributos y no de cuentas, motivado más por mostrar al clero su prepotente fe católica sexenal que honrar la memoria de un artista popular, organizará este viernes 25 de enero en la catedral basílica, una “Misa de Réquiem”, ignorando que la obra de Posada es una sátira ilustrada a la atmósfera de perfumes de la clase gobernante y a esa sociedad generadora de verdugos, holgazanes y clérigos de su tiempo que se divertían a la par con los de abajo, sabedores que la muerte es la única certeza de la vida.
Coros, solistas y la orquesta sinfónica de Aguascalientes se preparan para ejecutar la obra de Guiseppe Verdi que dura aproximadamente 85 minutos, ante la presencia de la patrona espiritual, el patrono político del estado y la de aquellos que logren pagar 300, 250, 150 y 60 pesos por escuchar la música sacra que los haga sentir la omnipresente sombra de la muerte revelada como un misterio. De esta manera el ejecutivo estatal rendirá especial tributo al artista popular que dio voz al pueblo expresando sus opiniones y sentimientos. A decir verdad, José Guadalupe Posada no necesita de este tipo de “homenajes”. Hace un siglo murió en el abandono sin importarle a nadie. Su cuerpo fue velado en el cuarto de una vecindad del barrio de Tepito en la ciudad de México y sus deudos no tuvieron otra más que enterrarlo en la zona gratuita del Panteón de Dolores destinada a los más pobres entre los pobres. Al paso de los años nadie reclamó sus restos y fueron exhumados para lanzarlos a la fosa común. Así, la osamenta del genio y figura de don Lupe, precursor del muralismo mexicano, se mezcló con los muertos “sin nombre”, como lo hubiera querido, confundido con las miles de calaveras que inmortalizó en su arte, esqueletizando la igualdad social y recreando la muerte, no en el sentido religioso, sino como una seria reflexión sobre los vivos. Para José Guadalupe Posada no hubo temas y géneros de la gráfica popular que no cultivara. Su obra la hizo para el pueblo y con el pueblo, no para los museos. La Calavera Garbancera bautizada por Diego Rivera como La Catrina es un ejemplo de ello, no tiene derechos de autor porque su obra nació para ser patrimonio cultural de la nación, a pesar de los políticos del PRI que reniegan de su propia raza, herencia y cultura.