Actores y autores de la farsa Progreso para Todos, el gobernador José Carlos Lozano de la Torre y la alcaldesa de Aguascalientes Lorena Martínez Rodríguez, seguirán gobernando como los temibles kakistócratas tricolores, al viejo estilo del PRI, controlando absolutamente los medios de comunicación; domesticando comentaristas y editorialistas en la defensa a ultranza del discurso oficial y cegando fuentes alternativas de información con el negro propósito de distribuir desde el poder las noticias que sólo convengan a sus intereses en detrimento de las libertades conquistadas.
Con el regreso del PRI al poder, el derecho de los ciudadanos a la información ha ido en franco retroceso en contraste con el vedetismo de su clase política que ha ganado las calles y los anuncios espectaculares que muestran en todo su esplendor la banalidad del quehacer político convertido en pantomima. Nadie sabe a ciencia cierta cuándo inicia la comedia o dónde termina la tragedia que José Carlos, Lorena y colaboradores escenifican a diario en Aguascalientes. Los farsantes se transforman en impostores y el pueblo sigue atrapado de manera infame y vergonzosa en una farsa política sin gracia, rampante y abrumadora como sus boletines de prensa refractarios a la verdad.
Si la alternancia hizo posible que los medios de comunicación fueran instrumentos de autodefensa de la sociedad civil, la intromisión del gobierno en ellos ha restado a esa misma sociedad capacidad de acción para evitar abusos en el ejercicio del poder público. Para el ejecutivo estatal y la alcaldesa, controlar los medios de comunicación ha sido más fácil y rentable que gobernar con la constitución. Bajo este contexto se han convertido en ideólogos de la codicia y la depredación, desvirtuando la función pública para hacer de la corrupción, del nepotismo y el peculado, las principales acciones de sus respectivos gobiernos. Sumas millonarias de dinero público se han desviado y otras se han despilfarrado en cultivar su imagen y personalidad. Así, gracias a la magia de la radio y la televisión a su servicio, construyen los escenarios de su realidad virtual para pasar, en un abrir y cerrar de ojos, de la prepotencia a la omnipotencia, de la ausencia a la ubicuidad, de la ficción a la realidad, del vicio a la virtud y del ser al deber ser. Todo ello a la medida de un presupuesto de egresos aprobado a ciegas y por consigna que incluye como gasto público caprichos y ocurrencias. A final de cuentas tienen bajo su mando, un poder legislativo tan mediocre y corrupto como la mayoría de sus integrantes, incapaces de significarse en un auténtico contrapeso que someta a la mesura los abusos de la clase gobernante y castigue sus latrocinios con todo el peso de la ley, ésa que gustan aplicar solamente a sus adversarios políticos para quienes sí hay cárcel y deshonra, mientras otros como Gabriel Arellano y Gregorio Zamarripa, disfrutan de la impunidad que les brinda su partido y la inmunidad que les otorga su encargo a cambio de aprobar las cuentas públicas de sus compinches y servir de tapaderas de sus jefes políticos. La transparencia en el ejercicio de la función pública y el derecho de los ciudadanos a la información es una moneda tan escasa en Aguascalientes como el “honor” de los traficantes de miseria emanados del PRI que siguen festinando la salida de los “ineptos” y vitoreando el regreso de los corruptos para gobernar con el “rating de la noticia” bajo sus propias reglas ajenas a nuestra constitución. ¿Será la ineptitud entonces, el principal factor que tiene en prisión a los ex presidentes municipales de Calvillo y Rincón de Romos, Jesús Soto López y Ubaldo Treviño Soledad para quienes no hubo el perdón ni la gracia del mandamás de Aguascalientes? No cabe duda que en nuestra entidad prevalece arbitrariamente la voluntad de un solo hombre sobre el dictado de la ley. Por ello y por mucho más este 2013, Carlos y Lorena seguirán dando pena. Si la cultura de la Constitución y las leyes que de ella emanan no les importan, menos la construcción de una ciudadanía en un Estado de Derecho, expresada como una conquista civilizatoria de la política.