Como todo lo que hace Televisa, el estreno de la cinta mexicana La vida precoz y breve de Sabina Rivas en su primera semana de exhibición logró colocarse en el tercer sitio según datos publicados por la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica y del Videograma (Canacine). Este filme dirigido por Luis Mandoki, sólo los días 9, 10 y 11 de noviembre en el Distrito Federal, registró un total de 129 mil 824 espectadores con boleto pagado, que sumaron ingresos superiores a los 5 millones de pesos.
La vida precoz y breve de Sabina Rivas es una adaptación fílmica del libro La Mara, escrito por Rafael Ramírez Heredia donde se narra en toda su crudeza la violencia y degradación que viven los migrantes centroamericanos que se aventuran a cruzar el río Suchiate que divide Guatemala y México, cuando: “En la oscuridad, entre la selva, acecha un racimo de rostros con lágrimas tatuadas en las mejillas. Esperan el paso del tren de carga. Es el infierno que se lleva dentro. Es la furia irracional, inhumana, sórdida. Es la Mara Salvatrucha a punto de saltar sobre los indocumentados que acaban de cruzar la frontera rumbo a la tierra prometida que imaginan en el paraíso capitalista del norte…”.
Por encima de las críticas que la película ha desatado en diversos círculos sociales y políticos, no sólo en razón de las partes que financiaron el proyecto fílmico que tuvo un costo de 60 millones de pesos, sino por la “casualidad” de que su estreno se haya programado días después de la asunción de Enrique Peña Nieto, La vida precoz y breve de Sabina Rivas le significó a Televisa una prueba más de su poder, sabedora de que el cine con sus argumentos y avanzadas técnicas de comunicación audiovisual puede lograr en la juventud un mayor impacto emocional superior al que puede causar la televisión.
Emilio Azcárraga Jean, Bernardo Gómez y Alejandro Puente, quien buscó ser senador plurinominal por el Movimiento Ciudadano, no tuvieron empacho en producir una película a modo de sus intereses y mostrar una realidad sangrante y compleja como la que se sufre en la frontera sur de México, utilizando a un cineasta amigo de López Obrador, Luis Mandoki, mismo que realizó y dirigió la película Fraude, México 2006.
Lo más rescatable de la película es la actuación sobresaliente de Greisy Mena, una actriz venezolana que logra conmover y convencer en su papel de Sabina Rivas, una joven hondureña de 16 años que sueña ser cantante y acaba en un prostíbulo de mala muerte denominado el “Tijuanita”. Crímenes, drogas, corrupción y promiscuidad en todas sus modalidades se alternan con las fotos de Felipe Calderón Hinojosa que aparecen como signo inequívoco de las graves omisiones de un gobierno fallido a quien el gobierno entrante quiere endosar todos los males del país frente a un ícono que se alza como el principal triunfador subliminal en la cinta de Mandoki: la virgen de Guadalupe, que a final de cuentas protegió con su manto invisible a una mujer casi niña abandonada por todos los santos habidos y por haber de su pueblo natal, incapaces de evitar las agresiones de los Mara, exhibidos como la peor escoria sobre la faz de la tierra, más sanguinarios y crueles que el norteamericano Adam Lanza, responsable de la matanza en la escuela primaria de Newtown, Connecticut (EEUU), que dejó en días pasados un saldo de 26 muertos, entre los que se encontraban 20 niños de entre 5 y 10 años.
Los que tengan oportunidad de ir a ver La vida precoz y breve de Sabina Rivas podrán darse cuenta del guión especial para cine que Televisa patrocinó para ser exhibida cual capítulo de La Rosa de Guadalupe (clasificación B-15), aderezado con la imaginación y creatividad de cineastas y artistas comprometidos con las causas sociales. Cada espectador podrá sacar sus propias conclusiones. Por mi parte, después de analizar detalladamente la película, he concluido que Televisa es el “Tijuanita” de Latinoamérica y Emilio Azcárraga la madrota que lo controla. Y si en algo se parece un marero a Enrique Peña Nieto o al dueño de Televisa es que “Un marero no se tumba aunque le aticen con todo, no se va a quejar aunque le rompan el alma, ni reconoce más ley que La Vida Loca…”