Hace un par de semanas que me atormenta la duda de —dada la paupérrima cosecha de buenas películas de este año— cuáles serán las posibles nominadas para el máximo galardón de la Academia, los expertos en la materia alrededor del mundo tienen un listado que me ha dejado con cara de what pues el 90 por ciento de las cintas de las que hablan no han sido estrenadas en nuestro país. Ahora entiendo, no es que no haya buen cine, lo que pasa es que no viene a México, al menos no con oportunidad. En el lado positivo, de una lista de 10 probabilidades ya han estrenado una, Argo, lo justo es, entonces, que hablemos un poco de ella.
Argo está basada en un hecho real de 1979, uno en el que los norteamericanos salieron victoriosos, ahora sí de a de veras, pero que no pudieron presumir por más de 30 años; y es una de esas historias tan jaladas de los pelos, que si no tuviera uno la seguridad de que fue real, uno pensaría que el guionista se fumó un par de cigarritos de “hierbabuena”.
En una serie disturbios en la capital de Irán, Therán, en los que los seguidores del Ayatola Jomenei exigían a los Estados Unidos que regresaran al país al antiguo gobernante —el Shá Mohammad Reza Pahlevi— para que fuera juzgado, sentenciado y ejecutado; la violencia se desbordó y un grupo de estudiantes radicales lograron invadir la embajada norteamericana y apresar a todos los que ahí se encontraban, desatando la conocida Crisis de rehenes en Irán. Durante la confusión de la invasión a las oficinas, seis trabajadores de la sede diplomática lograron escapar y refugiarse en la embajada canadiense.
Mientras los ojos de todo el mundo estaban pendientes de la suerte que correrían los 66 rehenes así como de la posible reacción de los americanos, el Departamento de Estado de ese país buscaba todas las posibles alternativas para sacar de Irán a los seis que habían logrado escapar, pues seguramente los iraníes pronto descubrirían esta fuga. Aquí entra Tony Mendez un agente de la CIA experto en extracción, quien propone lo que parece un ridículo plan —aunque no suena más ridículo que las otras propuestas de los “expertos”—, crear una compañía de cine ficticia, que esté planeando hacer una película en el territorio de Irán, pues todo el mundo sabe que a Hollywood no le importan los conflictos bélicos, las guerras ni los golpes de estado, siempre y cuando logren las locaciones que necesitan para hacer más dinero.
Hasta este momento el filme consigue captar totalmente la atención del público y es excelente el uso de recursos cinematográficos para ir construyendo la tensión y el suspenso, personalmente me parecía que era muy pronto para tener a la audiencia al borde del asiento —menos de media hora de iniciada la proyección—, por lo que no me quedó más que aplaudir la inteligencia con la que el director, Ben Affleck resolvió esto, utilizando no sólo un comic relif basado en un gag o en un personaje, sino en una secuencia completa en la que intervienen los magníficos John Goodman y Alan Arkin como los productores de la supuesta cinta. Ellos convencen a Mendez de que es necesario poner en marcha toda la maquinaria Hollywoodense que le dará realismo a todo el proyecto, todas las escenas en la capital del entretenimiento son tan simpáticas, agradables y graciosas que le permiten al espectador un poco de descanso para sus nervios.
Finalmente Mendez viaja a Irán y prepara a los diplomáticos para que interpreten su papel, mientras el conflicto diplomático va escalando poco a poco, y el riesgo de ser descubiertos y detenidos no como rehenes sino como espías es cada vez mayor.
El desenlace es obvio y ha sido más que publicitado, pero lo destacable es la maestría con la que Affleck abordó su película, no tanto en su rol de actor pues creo que cualquier otro de los conocidos héroes de acción podía haber tomado su lugar, sino como Director, el manejo del suspenso y la factibilidad con la que convirtió una pequeña anécdota en una interesante cinta de dos horas, sin perder la atención del público es encomiable.
Para mí lo mejor fue el detalle con el que se recreó toda una época, lo minucioso que resultó reflejar con exactitud en pantalla momentos que han quedado congelados para la posteridad en fotografías en blanco y negro. El diseño de producción, el arte, la fotografía, la ambientación, el vestuario, la escenografía y la actuación de cada uno de los personajes nos permitió situarnos en el momento real —1979— en el que todo estaba sucediendo. Si no supiéramos que es un largometraje hecho en 2012, podríamos creer que lo que vemos es un documental filmado en aquellos tiempos, por alguien que acompañó a aquellas seis personas en su viaje desde el interior de la embajada, hasta su llegada a Estados Unidos.
Productor: Grant Heslov, Ben Affleck y George Clooney; director: Ben Affleck; guión: Chris Terrio, basado en el libro El Maestro del Disfraz de Antonio J. Mendez, y en el artículo El Gran Escape de Joshuah Bearman; fotografía: Rodrigo Prieto; edición: William Goldenberg; música: Alexandre Desplat; diseño de Producción: Sharon Seymour; elenco: Ben Affleck, Bryan Cranston, Alan Arkin, John Goodman, Victor Garber, Tate Donovan, Clea DuVall, Scoot McNairy, Rory Cochrane, Christopher Denham y Kerry Bishé. duración: Dos horas.