Una nueva etapa no comienza cuando las circunstancias lo deciden. Un nuevo comienzo tampoco es la vuelta de página. Creo que tiene más que ver con el suceso del tiempo entre lo tolerable y lo necesario. Hoy aspiro a transmitir semanalmente ideas que persigan encontrar eco en algún momento. Ansío, también, que ante la indiferencia nos produzca lo contrario.
Haciendo honor a lo que escribí hace algunos meses en “Desde la Redacción” sobre mi filia por la causas perdidas (como definiera Monsiváis), el combate a la pobreza y empleo digno, mejoramiento en educación y cultura, combate a la corrupción y a la impunidad, al combate de la destrucción del medio ambiente y otras más, filia que por cierto un grupo de jóvenes libres y amigos comparten, hoy he decidido iniciar dándole palabra al Trabajo Voluntario del mundo. No porque se condicionara, sino por la ciega relevancia que, en ocasiones, nos envuelve la cotidianidad.
Desde los 16 años que me involucré en la organización social con miras a construir esquemas de cambio, he admirado a las personas que sin ton ni son, hacen de su tiempo un proyecto productivo social. Y es que el 5 de diciembre celebraremos, a nuestro modo, el Día Internacional de los Voluntarios. Que aunque pareciera un tanto de broma, los voluntarios en esta aldea global constituyen un activo sumamente valioso, como escribiera Flavia Pansieri, coordinadora del programa VNU de la ONU.
Lo preocupante acá, es que la propensión natural por colaborar entre seres vivos, no simplemente humanos, cada vez se decrementa más en el ánimo social. No por egoísmo ni por las banalidades que los lugares comunes nos otorgan, sino que pareciera que las causas a perseguir y defender parecen inagotables e inalcanzables. Al final, ¿qué incentivos puedo tener para ser voluntario en algo?
Me resulta sorprendente, que se haya decidido conmemorar un día a los voluntarios del mundo ante cualquier lucha social, circunstancia, programa y demás que pueda existir. Confieso que hasta hace un par de semanas era de mi total desconocimiento. Hoy cuando menos, en mi genuflexión mental, puedo decir –y sin menospreciar la conmemoración de días sobre temas casi absurdos- que es una iniciativa que merece ir más allá.
Como asevera la ONU, el voluntariado puede ser el instrumento que puede influir más en la vida de las personas, comunidades y sociedades, manteniéndolas unidas mediante vínculos de confianza y reciprocidad. Así lo comparto. Cuando repudiamos el contubernio de la élite política con los oligarcas voraces, que se han servido de su control sobre el gobierno para acumular capital a costa de las grandes mayorías, aquellas a las que pertenecemos: pequeños y medianos empresarios que generan empleo productivo, comerciantes, productores autónomos, profesionistas, trabajadores asalariados, campesinos, miembros de comunidades indígenas, estudiantes, artistas, adultos retirados, amas de casa y toda clase de mexicanas y mexicanos de buena fe, concluyo que nada tiene que ver ni hacer, esa élite ante las voluntades conjuntas.
Escuché decir a uno de los políticos que más admiro, que para hacer política hay que hacer filantropía, si no, todo esto tendería a la demagogia. Tiene razón y no. La política si bien tiene ver el ordenamiento de la cosa pública, tácitamente explica de buena y gran medida el comportamiento de los seres humanos en comunidad. Ante ello, es ilógico pensar y argüir que ser ciudadano y político es una contrapropuesta, por más que sea una idea con fines mercadológicos y hasta poco éticos. Aquel ciudadano que aspira el bienestar colectivo, per se, se convierte en político. Es más, con pocas dudas podría decir que inclusive es la propia naturaleza del hombre aspirar a edificar un ecosistema más funcional y amigable en todos aspectos, es decir, ser políticos de nacimiento. Lo fundamental acá es contraponer que el voluntariado se define a partir de los incentivos.
Legítimamente cualquiera aspira a que su vida económica y financiera sea suficiente para el presente y el futuro, como legítimo es aspirar a que no. Sin embargo, el voluntariado ante un esquema coloquial se confunde con colaborar ante una eventualidad magna, fundamentalmente negativa, con apoyo monetario o tangible y lo que en realidad en términos generales tiene poco de relevancia. Es decir, hacer cosas esperando un retorno natural por el tiempo y esfuerzo invertido se llama trabajo, no activismo voluntario. La trivialidad confunde lo importante con lo necesario.
Fervor poético, intransigencia moral y moderación política, recalcó Regis Debray cuando habló de las movilizaciones sociales en el 2011, es lo que podría definir de mejor manera lo que en la actualidad puede significar ser un voluntario. Sé, sin ingenuidad, que la celebración por el día del voluntario busca reconocer en el mundo aquella solidaridad, principalmente, que como humanos merecemos. Sin embargo, el dilema del ciudadano moderno va en función a esto mismo, qué tanto fervor poético me provoca una situación tal para involucrarme desde mi esfera y denunciar, qué tanta intransigencia moral me produce renunciar y entregarme a algo o qué tanta moderación política me induce a considerar qué situaciones no egoístas estamos más dispuestos a tolerar, sin exagerar en purismos ideológicos que hasta perversos resultan ser. En orden, el fervor, la intransigencia y la moderación desarrollan el rol necesario para provocar desairadamente a la poesía, la moral y a la política.
Para aquellos que el voluntarismo representa un esquema de pensar y de actuar de forma alineada y que sin banalidad pretenden compartir sus momentos, nuestra conmemoración en éste y demás días que sean necesarios. Pero para aquellos que los dilemas resultan de cómo acumular prebendas y recursos confiando en que la fragmentación social colabora a la acumulación de privilegios de unos cuantos, manifiesto mi total desconcierto.
Si nos preguntáramos el porqué decidimos ser voluntarios, para fortuna o infortunio, en resumen predominaría que el motivo inicial interno resulta de una experiencia vivida sobre todo lo demás, ahí la crítica inicial a Sicilia o LeBaron. Sin embargo pese a que las causas primarias puedan ser autocentradas o internas, la prosocialidad es nuestra vocación animal.
Nada tiene que ver la edad, al menos como usualmente la conocemos, dado que si consideramos a Juan José Arreola y su definición de joven sobre no de aquel que tiene 20 años sino joven aquel que vive cualquier injusticia en el mundo como suya, convertirse en altruista sí tendría que ver con ser joven. Pero más allá que ello, tiene que ver con nuestra propia revolución, la de adentro hacia a afuera. Ahí, ser voluntario significa ser un ciudadano de segunda generación.
Para el Cheneke, que por tu congruencia te recordamos