IV
Ensayos de Geopoética (naturalmente, un juego de palabras entre poética y geopolítica) centra su atención en uno de los dos componentes que integran el neologismo (una -geopolítica- parece ser la materia prima de la otra -poética-).
¿Qué tiene qué decir el arte ante la política, hoy, en Latinoamérica? Quizá mucho. Tal vez poco. Y, con todo, cuestionar cualquier idea derivada de ello merece la pena ser cuestionada. De ahí que se precise de ensayar respuestas. Ensayos de geopoética no nos dio salidas; sin embargo, como he anunciado previamente, hizo algo más importante.
V
Evidentemente, hablar de cada artista que se presentó en Brasil rebasaría cualquier posibilidad de totalizar la exposición; por ello he seleccionado algunas piezas que considero más sustanciosas en cuanto al título que reunió a los trabajos presentados: cada uno de ellos habla de desencanto nacional -o internacional-. En este punto, comparto la opinión de Néstor García Canclini, quien, después de atender la Bienal, en un artículo para la revista Ñ, menciona: “¿Qué queda, entonces, de las identidades territoriales? Son, más que una representación de algo preciso, una actuación, un modo de posicionarse en la geopolítica mundial. La mayor parte de las obras reflexiona sobre ambigüedades, logros parciales y fracasos, no con banderas y monumentos inamovibles sino con símbolos alterados que miran dudosos a los vecinos (y a sí mismos)” (Canclini, 2011) En efecto, las siguientes obras, como muestra, vaciaron los símbolos nacionales y los dejaron fragmentados, cancelados, caricaturizados.
1. El discurso de los cisnes: Jon Rubin/Dan Weleski: las buenas intenciones favorecen los posicionamientos políticos. Obama y Chávez -figuras mediáticas del continente americano-, compartieron el escenario artístico en una performance donde, montados en cisnes, charlaban, navegando por un lago, con el público que se subía. El cisne, cuya connotación es de belleza y de canon artístico modernista latinoameriano, al lado de ambas figuras comunicaban el paseo preciosista de los mandatarios que seducen a las masas con discursos bienintencionados. Así como no hay política sin discurso, tampoco hay convencimiento sin demagogia. Obama y Chávez atrapaban a los paseantes, por el vehículo que los transportaba (el cisne). ¿Qué logran? Saber lo que la gente quiere; ¿qué hacen? Crear polaridades.
2. Inercia: Iván Candeo: Un ciclista dirigiéndose a un muro ilustrado por el fenómeno del sueño bolivariano: aquel que uniría a América Látina. El vídeo muestra a un individuo, en una bicicleta inmóvil, “rodando”, en un loop que se antoja interminable, hacia la unión de las américas. Lo curioso del caso es que, si la bicicleta, de pronto, se echara hacia adelante, terminaría impactando el discurso de Bolívar. Así, mientras que, por un lado, el ciclista jamás llega al muro; por otro, si llegara, chocaría contra la historia. Una fractura, cuando menos, resultaría de ello.
3. Eurasia 2001: Yanagi Yukinori: banderas fracturadas compuestas de hormigas.
4. Bandeira: Emmanuel Nassar: Bandera en una suerte de puzzle de Brasil.
Y así muchas más que pueden hablar de cualquier cosa menos de reafirmar ciertas características (habría que decir, caducas) en cuanto a identidad se refiere.
VI
Porto Alegre dejó de ser, momentáneamente, parte de un país. Fue todos los países y no fue ninguno. ¿El Che Guevara, Eva Perón, Carlos Gardel, hablan sólo por Argentina?; ¿la virgen de Guadalupe, un mariachi, un indígena, hacen lo propio exclusivamente por México? No. Latinoamérica fue un rompecabezas cuyos íconos apelan al discurso legitimador de una identidad vuelta cliché: en estos términos, como lo propuso la obra de Regina Silveira en To be continued (Latin American puzzle) (http://goo.gl/lYRrb), dicho sector del continente está unido -y derrotado por los colores opacos- por el folclor. Sería mejor unirse por ideas.
Regreso a la tesis central: ¿se puede seguir hablando de identidad en este siglo XXI? No lo sé. Pero sí que veo un hartazgo un tanto generalizado. ¿Es esto un elemento que conforme, a la larga, una suerte de ADN mundial? Tal vez. Resulta curioso que la última Bienal de Arte de La Habana, haya tenido como preocupación nuclear, de algún modo, un tema que se hermana con la Bienal de Porto Alegre; se lee, en la convocatoria: “Hoy día el agotamiento de antiguos modelos de representación social e institucional conducen a la búsqueda de anclajes y conexiones culturales como modos de reivindicar nuevas formas de convivencia y socialización, que implican otras maneras de percibir y de entender la cultura.”