Yo ni siquiera sé que nada sé:
Sólo creando mundos me consuelo
Claro que con lo que pasa en el mundo
Yo ni creando mundos me consuelo
Nicanor Parra
Terminó la Feria Internacional del Libro (FIL). Más de 700 mil visitantes. Cerca de 20 mil profesionales del libro. La venta de libros sumó la cifra de 38 millones de dólares. ¿No es esperanzador? ¿No significa esto que a la gente sí le interesa invertir su tiempo y dinero en cultura? ¿No será que el problema es que son pocos los espacios de impulso y atracción cultural?
Durante los eventos que se llevaron a cabo en la FIL, se debe destacar el coloquio (organizado por el Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo de la Universidad de Guadalajara) en el cual se discutió la reconfiguración de las políticas, las industrias y los procesos culturales en el México actual. Personajes de la altura de Hugo Gutiérrez Vega, Jorge González y José Manuel Valenzuela nos dejaron en claro que la cultura no ha tomado el lugar que México necesita. La poca funcionalidad institucional (Conaculta e INBA) y el poco interés e imaginación del Estado para posicionar a la cultura en la agenda de políticas, han dejado un lastre que ha hecho que la cultura sea vista como un “bien de las élites”. Esto no debe ni puede seguir así.
Como señala Pierre Bourdieu “hay toda una lógica de la lucha política que no puede comprenderse si no se tiene en mente la distribución del capital cultural y su evolución”… Por supuesto, la distribución del capital cultural es determinante en nuestro comportamiento. Es determinante en las decisiones políticas. La literatura, la danza, el teatro representan retratos de nuestra realidad social. Al no impulsar todas estas expresiones artísticas desde una política de Estado, se está privando al individuo de su propia realidad. Se le está privando de su contexto. Sus ámbitos de decisión se ven reducidos a lo que le llega, y no a lo que interpreta.
Un Estado en situación de violencia no se resuelve con más violencia. Se resuelve con educación de calidad y fomentando un acceso universal a la cultura. La cultura es esa pieza determinante en la reconstrucción del tejido social. Su democratización constituye una responsabilidad política y ética del Estado.
Semanas atrás señalé que ni las políticas públicas para la superación de la pobreza, ni mucho menos los modelos educativos estandarizados se hacen cargo del descontento, la frustración y por ende el conflicto producto del desempleo y la desigualdad. ¡La cultura sí se hace cargo de ello! Las expresiones artísticas tienen esa capacidad de absorción que no tiene ninguna política, por más sofisticada que ésta sea.
Hugo Gutiérrez Vega, Jorge González y José Manuel Valenzuela me regresaron algo que consideraba perdido. La palabra utopía es válida. Entonces, ¿por qué no pensar en una sociedad en la cual todos tengan acceso a una formación crítica? ¿Por qué no pensar en una sociedad en la cual todos tengan la oportunidad, si su talento lo permite, de ser escuchado, leído e interpretado?
El Estado ya no puede estar ausente. Su impulso a la innovación y a la creatividad, así como sus estímulos fiscales deben tomar el lugar que hace falta para propiciar un verdadero desenvolvimiento cultural. Pero ojo, el Estado debe apoyar e impulsar a las expresiones artísticas, mas nunca imponer filtros. En cultura, el Estado siempre debe intervenir sin censurar. A diferencia de utopía, la censura es una palabra que en cultura sí debe perderse…
Recomendación decembrina. Banerjee V. Abhijit y Duflo, Esther (2012). Repensar la pobreza. Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global. Editorial Taurus, México.
Esta obra definitivamente elabora una hermenéutica del concepto de pobreza. Con base en estudios experimentales y en análisis de casos se discuten preguntas, nunca antes contestadas, que obligan al lector a ir más allá de las cifras. ¿Cómo vivir con menos de un dólar al día? ¿Por qué los microcréditos no son la panacea? ¿Por qué la salud, siendo un tema determinante para la pobreza, aún no es entendida por los hacedores de política? ¿Por qué el pobre no invierte en obtener calorías, sino en calorías que saben mejor? Todas estas preguntas son provocaciones al mundo. Son provocaciones que nos obligan a dejar de reducir los contextos de pobreza a un conjunto de clichés, lo cual nos ha impedido comprender los problemas que el individuo, en su condición desigual, enfrenta a diario.