Feliz fin del mundo / Ciudadanía Económica - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

La locura de un mundo convulso, con una humanidad entrenada para el temor, la división, el enfrentamiento, ha logrado hacer de un evento calendárico, el fin de la cuenta larga en el calendario maya, un pretexto para prever una catástrofe mundial. El 20 de diciembre de 2012 coincide, en el sistema de cuenta larga encontrado en construcciones de antiguas ciudades mayas (monumentos de Quiriguá y Cobá) con la fecha de la conclusión de la presente era cosmogónica, siendo el día siguiente, el 21 de diciembre de 2012, el primer día de la nueva era. El día que el cosmos obsequia para que, de manera similar a como lo hace un año nuevo, nos planteemos sanos propósitos.

Con el vastísimo conocimiento que poseían los mayas sobre los ciclos estelares, establecieron su cuenta calendárica de 13 ciclos –llamados baktunes de 144 mil días cada uno- con base en un importante evento cósmico que, por ser tan propensos a ver el suelo en vez del cielo, no conocemos cabalmente. Ciertamente, el movimiento del cosmos en el que se combinan eclipses y alineaciones, incide en la vida humana de forma similar a como lo hacen los ciclos lunares, equinoccios y solsticios para la siembra, la cosecha, el trabajo y el descanso. Pero en nuestra cultura, estando más preocupados por ganar y acumular para nuestro bienestar, ocupados en defendernos de otros que pudieran arrebatarnos el sustento, hemos olvidado cómo ser dueños de los ciclos y el poder que el cosmos  -si estuviéramos despiertos- nos regalaría.

Hoy en día el susto ante lo que pudiera pasar con nuestra economía arrebata toda nuestra energía vital. En estos tiempos, la enorme mayoría de seres humanos, comenzamos los días de nuestras vidas en un constante estado vibratorio de temor con el cual modelamos un mundo de competición y separación. Muchos seres humanos se sienten impotentes para enfrentar el orden mundial que se ha impuesto, desde los monopolios que controlan el sistema económico global, desconociendo que en sus propias manos está todo lo necesario para combatir la escasez y la pobreza. El sistema bajo el que vivimos es corrupto, está podrido  sólo se cuida a sí mismo. Hay una red global, manejada por unos cuántos, que controla los recursos de los que se ha hecho depender a la mayoría de la población global. Y lo hace de manera muy eficaz y de forma cotidiana.

La decepción, la frustración e impotencia son parte de la lucha diaria por la subsistencia. El suministro de todo lo deseable para subsistir, comenzando por el suministro de dinero, depende de los mismos que suministran los alimentos, los energéticos, los medicamentos y la información. Entre mayor escasez de éstos, mayor decepción, pero también mayor ganancia para quienes los detentan. La actitud de la mayoría de la población, nuestra propia actitud nos hace entregar nuestro poder a ese sistema.

El poder de los seres humanos radica en la emoción. El ser humano busca, anhela la emoción y, en nuestro mundo, hasta paga por la emoción. Según califique la emoción, el ser humano construye o destruye. La emoción se mueve entre dos polos: por un lado, el creativo y cohesionador,  el de la colaboración, la solidaridad, el afecto, el cuidado y protección de todo y todos; por el otro el de la destrucción, el separativo, el de la competición, la avaricia y la codicia. En un polo está el amor y en el otro, el temor. Quien domina la emoción, domina la vida. El sistema económico preponderante se ha perfeccionado en la inducción del temor.

A nivel colectivo entre los humanos, la vanidad conduce a la segregación y competencia. La competición lleva al miedo y a la codicia. La codicia conduce a la mentira e inmoralidad. Y la inmoralidad es el caldo de cultivo para la enfermedad que es la pérdida de poder.

Hemos sido programados para olvidar nuestro poder. La colaboración total con el sistema, aceptando sus reglas y condicionamientos, genera un estado disfuncional con guerras y pobreza.

Si un mundo ha de encontrar su fin en esta nueva era que marca el calendario maya, la mayoría de los habitantes de este planeta optamos quedarnos con el mundo que nos da vida y condenamos a morir a ese mundo que nos la roba.


El fin de ese mundo requiere sólo un cambio. No puede hacerse con destrucción ni la guerra, porque estaríamos cayendo nuevamente en su juego de control. Depende de nuestra decisión persistente y colectiva de no colaborar con el sistema. Esperar la salvación y utopía viniendo de fuera es no reconocer la naturaleza de nuestro verdadero ser. Se trata de volvernos responsables de nuestros pensamientos, optando por la emoción creativa y constructiva, comprendiendo la verdadera dimensión de nuestro propio poder para conectar con esta realidad: la energía que lo genera todo. Se requiere aceptación y responsabilidad de forma proactiva.

Para crear un nuevo mundo realmente posible, sólo se requiere un cambio de prioridades: Respeto a todo lo que existe y es; disponibilidad de procurar el bien para todos los demás y reconocer el valor de la solidaridad, que todo está unido y opera armónicamente y en sincronía. Aprovechemos esta sinergia del fin del ciclo cósmico marcado por el calendario maya. ¡Feliz fin del mundo y felicidad en el que así decidamos construir colectivamente!

 

[email protected]                                                      Twitter: @jlgutierrez


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