El tiempo de la restauración / Nomás por llevar la contra - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Como no hay plazo que no se cumpla, este sábado la alternancia política dará un nuevo giro y el viejo partido de estado, el PRI regresará a la Presidencia y oscuros augurios rodean el momento. Personalmente, como militante denodado de las filas de la oposición al PRI tanto que hasta por Fox voté, una cierta sensación de la inutilidad del esfuerzo me embarga, empero pragmáticamente vale la pena hacer una revisión de las implicaciones de ese retorno, de los modelos para armar que tendrá Peña Nieto como alternativas de gobierno.

Dentro de esta cartera de opciones, definitiva y afortunadamente está descartada la restauración de la “presidencia imperial al estilo López Portillo”, ninguna máquina del tiempo podría hacer un milagro de esas dimensiones; pues aunque endebles hoy las instituciones están por encima de las personas, ni queriendo Peña podría, como el “último presidente de la revolución”, nombrar a su parentela en cuanta posiciones se le ocurriera, empezando por su hermana y siguiendo con sus amantes, o definir por capricho la marcha de las variables macroeconómicas; incluso el latrocinio descarado de recursos públicos que permitió construir la colina “Del Perro” no es ya opción, reitero afortunadamente.

Tampoco le tocará a Peña ser el administrador del desastre, como les pasó a De la Madrid y Zedillo, quienes para su desventura (y de México) llegaron a Los Pinos a administrar la quiebra y pagar los excesos presidenciales previos; el primero después de la terrible “docena trágica” del populismo revolucionario, el segundo al deshacérsele en sus manos la “estabilidad patito” heredada del Salinismo. Ambos presidentes dedicaron casi la totalidad de sus esfuerzos a capotear el temporal económico y si bien De la Madrid aun recibió algunas de las instituciones y funciones metaconstitucionales pasadas, por ejemplo una Secretaría de Gobernación que asesinaba opositores y periodistas incómodos, las acotaciones al poder derivadas de la perenne crisis económica terminaron haciendo que prácticamente compartiera el poder el último trienio de su gestión. Mejor fue el saldo de Zedillo, pues superado el “error de diciembre” la economía se enderezó terminando con buenas tasas de crecimiento, aunque la política no fue su fuerte: perdió mayoría en el Congreso en el 97 y finalmente la Presidencia en el 2000, aunque a su favor probablemente podría alegar “al cabo que nunca fui Priísta”.

Para Peña un parangón mayor y modelo a seguir sería Carlos Salinas, aunque no en el sentido que se ha estado usando, pues si algo caracteriza al “presidencialismo mexicano” es el final sexenal del ciclo de poder, ningún expresidente deviene en factótum de poder. Pero para Peña Nieto al igual que Salinas, será el terreno de las reformas económicas su mayor preocupación y concentración de esfuerzos, dejando a la política la tarea de aplanar el camino para el paso de la locomotora económica. Asumiendo, espero, que la economía “de libre mercado” siga siendo el paradigma a seguir, el poder presidencial de inicio estará acotado, pues aunque hayan resurgido voces nostálgicas en el PRI clamando que fue el retiro de los controles económicos presidenciales la causa del fin del priísmo, estas voces son marginales y poco decisorias. Como Salinas, serán para Peña las reformas económicas, ahora ya de “segunda generación” sus prioridades y medida del éxito, pues aunque el campo de la política centra la atención del círculo rojo, es el bolsillo la mayor preocupación del mayoritario “círculo verde”.

Empero la mayor inquietud son las posibilidades de restablecimiento del autoritarismo, una de las viejas formas de hacer política, apuntando el retorno de la seguridad a la Secretaría de Gobernación a ese sentido; contra esto y esperando no pecar de optimismo, apuntan el incremento de la participación de la sociedad civil en la vida nacional, misma que si pudo detener el aniquilamiento del EZLN en el 94, 18 años después ha construido una mayor organización e institucionalización; en el mismo sentido apuntaría la globalización de la comunicación y hasta la presencia de las redes sociales, que si bien no tumban un gobierno, bien que enchinchan. En este mismo sentido apunta paradójicamente, la mayor fortaleza de Peña que dialécticamente deviene en debilidad: su imagen mediática; la cuidadosa construcción de una percepción de modernidad no debe vulnerarse con el abuso del garrote sobre todo que a nivel internacional hay ya una mala percepción sobre su figura y anotarse al lado de sátrapas como Gadafi o Bashar no sería opción. Esto no quiere decir que la represión no sea alternativa de gobernabilidad, mas como se anotó en texto previo, ésta  quedará  sólo para uso excepcional y previamente justificado, de preferencia con encuesta apuntando una aceptación mayoritaria.

Finalmente, el “regreso del PRI” será una formalidad, pues realmente nunca se fue, lo mismo por los 20 gobiernos estatales priístas que nunca cambiaron su estilo particular, como por la colonización priístas de los cuadros formas a los demás partidos políticos: sólo dos gobernadores perredistas no han sido militantes tricolores y en la vida cotidiana de los ciudadanos difícil sería apuntar diferencias sustanciales entre haber sido gobernados por el viejo PRI o algún otro partido; las formas son similares y en ningún caso se ha encontrado fondo. Pero, más allá del nivel analítico, la cargada de búfalos, las matracas de la CTM y los sombreros de palma de la CNC conformaran un espectáculo tan del siglo XX que un jarro de pulque será la mejor compañía para la ocasión.


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