El pasado 2 de diciembre, los presidentes nacionales del PRI, del PAN y del PRD firmaron junto con el presidente Enrique Peña, el llamado Pacto por México; considero importante resaltar algunos aspectos que están presentes en este importante acontecimiento y que nos permiten apreciar diversas características del sistema político mexicano.
Es necesario destacar la gran habilidad negociadora que muestran los políticos priístas; por un lado, han logrado pasar a un plano secundario, en el espacio de la opinión pública alimentada por los medios de comunicación, las circunstancias en que ganan la elección presidencial –señalando de manera especial las dudas sobre el dinero ilegal manejado al margen de los controles del IFE, a pesar de que el instituto parece que lo pasará por alto-. Por otro lado, lograron que los presidentes nacionales de los dos partidos grandes de oposición, PAN y PRD, aceptaran firmar con ellos un acuerdo de compromiso para caminar –de manera encauzada y bajo control “del pacto”- en el quehacer político en general, tanto parlamentario como electoral.
Los acuerdos comprometidos en el pacto son cinco: transformar a México en una sociedad de derechos; fomentar el crecimiento económico, el empleo y la competitividad; lograr la seguridad y justicia; incrementar y comprometer la transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción; y perfeccionar las condiciones para una nueva gobernabilidad democrática.
En el mensaje leído por el presidente Peña podemos entresacar algunos puntos que, no obstante que son meras palabras, nos dan pie a percibir la actitud política que en el fondo manejan los priistas, y que no debemos pasar por alto por el significado que nos muestran: “ha llegado el momento del encuentro y del acuerdo. Ha llegado el momento de dar el siguiente paso en el perfeccionamiento democrático: transitar del sufragio efectivo al gobierno eficaz”; “los actores políticos deben, o debemos, caminar juntos. Debemos dialogar para construir consensos”; “se necesita que la pluralidad y la diferencia de visiones, en lugar de ser obstáculo, permitan el ascenso de México, enriquezcan el proyecto de Nación que todos queremos para el Siglo XXI”; “el bien superior de la República nos obliga a construir ya, sin demoras, los acuerdos básicos para emprender la gran transformación de México”; y, “la firma del Pacto por México demuestra que los mexicanos sí podemos ponernos de acuerdo” (sitio de la presidencia en la red).
Hoy el nuevo presidente priista se está mostrando conciliador, abierto y dispuesto a escuchar e integrar las agendas de los partidos de oposición (incluida la panista del anterior presidente); no sólo es valioso sino también importante, que se logre construir una visión programática de país en el que puedan reflejarse las propuestas de todas las fuerzas políticas del país, circunstancia lograda hábilmente por los priistas.
Dadas las expresiones del presidente, las preguntas pertinentes, sin dejar de lado la obligada confianza -relativa y prudente- que los ciudadanos debemos tener en este gobierno priísta, son las siguientes (para poder entenderlos y estimar a dónde nos quieren llevar): ¿cuál fue la actitud política que mantuvieron en los 12 años anteriores? ¿Qué significa el que digan que ahora sí es el momento de trabajar unidos por la transformación de México?, y ¿qué hicieron antes, cuando estuvieron fuera de la presidencia de la república?
Una de las posibles respuestas que debemos ensayar ahora para conocerlos mejor es que los priistas sencillamente abrieron un paréntesis político cuando perdieron la presidencia de la república en el año 2000, y que hoy están cerrando, para continuar con “su obra” revolucionaria. No es por demás recordar las frecuentes expresiones que mostraban frente a las necesarias iniciativas de reformas propuestas por el presidente Felipe Calderón, en que decían que las reformas sí las necesita el país, pero que las harán cuando sean gobierno.
Otra respuesta que percibo en el actuar del PRI es que siguen considerando que el sistema político mexicano les pertenece, ya que como posrevolucionarios ellos fueron quienes lo crearon; es el motivo por el que ahora dicen que es el momento adecuado para llevar a cabo las reformas que México necesita. En las dos pasadas administraciones federales se mostraron renuentes a adoptar la actitud política que hoy demandan a los partidos políticos de oposición, razón por la que debemos dimensionar el fondo de su actual actitud política conciliadora, sin dejar de conceder lo que vulgarmente llamamos “el beneficio de la duda” -ni hablar, hoy ya son gobierno-.
Son diversas las señales que estamos observando en el marco y en el cobijo del pacto: las reformas a las leyes de la administración pública federal, de educación, del Ifai, están caminando ágilmente; las nuevas leyes de ingreso y del instituto nacional de evaluación educativa, la de creación de la comisión nacional anticorrupción, y el presupuesto de egresos, también están avanzando; el anuncio de la licitación de dos cadenas nacionales de televisión abierta está en proceso.
Sin embargo y por otro lado, las simples condonaciones de pagos fiscales de gobiernos estatales y municipales, prácticamente anuncian los próximos apoyos federales para que liquiden sus deudas; el punto difícil aquí es que entre esos gobiernos que tienen créditos fiscales y deudas impagables, también están algunos gobiernos panistas y perredistas, motivo por el que sus legisladores están, de antemano, condicionados a apoyar estas medidas, sin ir al fondo de la corrupción y de las sanciones para corregir los graves problemas de ordenamientos financieros. El nuevo trato que están dando a los sindicatos, incluido el SNTE y el SME, así como a organizaciones sociales, nos pone en alerta de la reactivación de la política corporativista y populista, línea que los otros partidos políticos no manejan.
Considero que los priistas están en una encrucijada: o pierden esos rasgos de identidad tradicional –lo que parece ser difícil-, para pasar a ser realmente un nuevo partido, o, más temprano que tarde, lamentablemente, perderemos el buen clima político que ahora tenemos.