Trabajo, nacimientos, bodas, fiestas, graduaciones, besos, acuerdos, amores, viajes, abrazos, festejos, divorcios, muertes, rechazos, insultos, necedades, suicidios, robos, balaceras, elecciones, impugnaciones, amparos, mudanzas, pleitos.
Cada quien vivió este año que está terminando de diferentes formas, que de alguna u otra manera pudo generar un cambio sustancial en sus conductas y formas de pensar. El ser humano es un ente cambiante y adaptable a cada circunstancia que se le presenta. Sin embargo, un punto crucial que nos lleva a actuar de una u otra forma, en gran medida, es la educación, los ejemplos y costumbres que nos rodean durante nuestro desarrollo.
La convivencia social es parte fundamental de nuestras formas de pensar. Existen grupos de personas que convergen en sus ideales, sin embargo, muchas veces esos ideales no convergen con el común social. Podríamos poner el ejemplo del policía corrupto que siente empatía con su colega y apoya el hecho de “tumbarle” 100 pesos al conductor que se pasó el alto. El estudiante que apoya a su compañero para que lleve un “acordeón” al examen para que le pase las respuestas. Depende de cada uno decidir con quién hacer sociedad.
Podrá sonar trillado el discurso de que el cambio comienza en uno mismo, sin embargo, ¿te has preguntado cuántas veces has actuado consciente de que esto generará un mal social según las prescripciones de la moral? Debemos comenzar por generar un cambio interno y convertir las utopías en realidades.
Causalidades. Servidores públicos los hay de todos sabores y colores. Pero, qué pasaría si el político corrupto, en lugar de robar, aportara y gestionara reales acuerdos para el bien social y dejar de lado los intereses particulares. Qué pasaría si el ladrón tomara la decisión de dejar de robar los autos, las casas o a la ciudadanía. Qué pasaría si todos conociéramos y acatáramos las leyes, si todos reconociéramos nuestros derechos, pero sobre todo nuestras obligaciones.
Muchas veces he escuchado a personas decir que México se está yendo al hoyo, que los políticos son unos rateros, unos corruptos. El país no es de unos cuantos, el país es de todos y cada uno de los más de 112 millones de ciudadanos que lo habitamos. ¿Por qué tenemos que achacar la responsabilidad a unos cuantos?
La responsabilidad es nuestra, cada quien podemos aportar nuestro granito de arena para cambiar el rumbo. Comenzar por educar a nuestros niños puede ser una opción. Entiéndase que el hecho de mandarlos a la escuela no lo es todo. Más escuelas no garantizan más educación. Debemos comenzar por poner el ejemplo a todos y cada uno de los infantes. Lo mencioné antes y lo reitero ahora, nuestra forma de actuar se fundamenta en la educación, ejemplos y costumbres.
Un buen punto de partida podría ser, en primera parte, reflexionar sobre nuestros actos, logros y fracasos que afrontamos en el año que finaliza. Por otra parte, un buen indicador lo podríamos encontrar reflexionando cada día acerca de nuestras acciones y no dejar las cosas para ese mañana que frecuentemente no llega.
Dejemos de preocuparnos y comencemos a ocuparnos.