México cuenta con un historial taurino glorioso, añejo, increíble y dorado. Su hoy es el contar con valores que apuntan a proyectos internacionales, variado elenco de ellos; dehesas que honrosamente se decantan por el toro encastado, algunos empresarios visionarios y críticos sensatos y valientes, pero todo eso no vale para detener al sinvergüenza de Chiva, que prosigue con sus vacaciones placenteras y pagadas, pese al petardo que pegó con solidez en la plaza de “La Ciudad de los Deportes”, porque asimismo está contaminada con públicos inocentes e impotentes para exigir sus derechos, ganaderos sin escrúpulos, prensa que se vende por migajas y empresarios amos de la estulticia.
Entre que varios diestros mexicanos luchan en España por abrirse brecha en una fiesta profesional y hermética, enfrentando lo que les echen por la boca oscura de chiqueros, aquí, en alberos aztecas el cínico y ventajista pinchador de Valencia tima a la clientela con novillones mansos, cornicortos e inofensivos a los que aplica su engañadora tauromaquia, desenvolviéndose con grandes tramos de tela, pasándoselos a lejana distancia y ya con las muletas armadas, girando la cintura graciosamente para dar la sensación de que imprime dimensión al pase, cuando en realidad está causando un espejismo, toda vez que confunde su rotación dicha con las medias pasadas de los bóvidos, escogidos muy a su gusto, y retirados bastante de lo que es el toro de lidia mexicano legítimo, al que no quiere ver ni en fotografías.
Aún con el agravio sufrido en el coso de Herrerías, sostuvo su desvergüenza y fue a la bella y barroca Zacatecas para con título de triunfador de la pasada feria, sostener un mano a mano inventado con el muletero Juan Pablo Sánchez, y ¡no faltaba más! Ante ganadito aguascalentense de San Isidro, cuyos titulares ya se entregaron y se tragaron sus propias mentiras de que el toro de lidia mexicano es así… y así es el mejor del mundo; sólo que los resultados de la función fueron dos pobres orejas, una por coleta, y gracias de una de ellas a la vehemencia del joven de Aguascalientes, ya que ante pobrísima entrada –esperemos que a consecuencia de que la gente que acude a los cosos se esté dando cuenta de la burla–, soltaron por la oscura boca de toriles tres yuntas bien hechas.
Lo de Tlaxcala la anterior tarde fue como para no creerse. Aquí el porqué: “El sábado 27 en el pequeño ruedo de Arroyo, se dio un festival; uno de los actuantes fue el talentoso jovencito Juan Pablo Herrera quien estuvo punto mejor que bien ante un novillo –eso era en realidad, aunque afeitado reglamentariamente–, al que ataviado con el traje de charro de faena le cuajó un trasteo completo. Al apreciar el tamaño del adversario, más creció mi admiración hacia el mocito hidrocálido. Ya el lunes los miembros de la peña taurina México-España me hicieron el favor de remitirme, vía electrónica, las gráficas del encierro que el extranjero despacharía en Tlaxcala, tierra ranciamente taurina, y pude entonces concluir que el tres añero jugado en Arroyo no desmerecía en volumen y características de los estoqueados en la plaza Jorge Aguilar El Ranchero…
Y no hay peor ciego que el que no quiere ver, y Enrique Ponce no desea ver la realidad de que está manchando su nombre, de paso vejando a una afición que le ha dado demasiado, no sólo afecto sino también dinero, y mucho, únicamente por no responsabilizarse con autenticidad del título que por voluntad adquirió de matador de toros.
Caso distinto pasó en la Gigante de Expo-Plaza el sábado 27 por la tarde, durante la segunda corrida del Festival de las Calaveras, cuando como para descubrir los fingimientos, don Germán Mercado Lam tuvo a muy bien desembarcar seis escogidos astados de sus dehesas de Montecristo y Cieneguilla –según quema de los hierros– logrando conjuntar un encierro de buena presencia, con tres más cuajados pero bellos todos, además bravos en terminología general. Destacaron el segundo, tercero y quinto, tercia que merecía el arrastre lento, por lo menos pero que en un acto de injusticia, del balcón del juez no se ordenó ninguna honra. El primero, de los más hechos y mejor armados, tuvo clase, fijeza y nobleza; el segundo, también rematado, musculoso y de incuestionable trapío, hasta allá iba con la testa abajo, luego venía de muy lejos para embrocarse con la sarga y seguirla en extensos trayectos; siempre atento a donde le incitaban las ondulaciones del legendario avío. El quinto, acaso de menor percha, fue igualmente bravo y noble, rara mezcla que da a la fiesta valores adicionales. Pese a que se fracturó severamente el pitón derecho después del segundo tercio, no mermó y peleó por los de su estirpe, halagando los colores de la divisa que llevaba prendida en su cuerpo.
Con este éxito, debería ser de las dehesas que se ofrezcan en la feria sanmarqueña 2013, pero cometió el error de haber triunfado y seguramente, acaso se le contrate un encierro, será en un cartel modesto, pues es claro que las figuras europeas, a la sombra de las cuales andan los coletudos aztecas, no querrán verlos ni pintados…