Obama / Opinión - LJA Aguascalientes
15/11/2024

 

Tal y como era previsible, Barack Hussein Obama ganó cómodamente anoche las elecciones presidenciales de su país para otro periodo de cuatro años al frente de la hiperpotencia.

Mucho se ha comentado en México sobre cuál candidato era mejor para los mexicanos, si Romney, el rico empresario mormón de Boston, o bien Barack Obama, el abogado liberal y negro de Chicago, presidente en funciones, quien fue capaz de ilusionar hace cuatro años a todo un país para luego desilusionarlo ante su falta de resultados concretos en muchos ámbitos. La respuesta a priori es simple: ninguno de los dos.

Las razones son evidentes: los “Estados Unidos no tienen amigos, sólo intereses” (John Foster Dulles, Secretario de estado de Eisenhower en los 50). Epítome de la política exterior de ese país y buen ejemplo el de nuestros vecinos, del que los mexicanos deberíamos de haber tomado nota hace ya bastantes años. Por lo tanto, republicanos y demócratas, Obama o Romney, son caras diferentes de la misma moneda y del mismo proyecto económico y político. Sólo cambian los acentos y algunos matices si se quiere. Van algunos datos duros: el gobierno de Obama, el demócrata que prometió a sus votantes hispanos una amplia reforma migratoria en su campaña anterior, endureció en cambio notoriamente el paso de migrantes desde México (767 muertos intentando cruzar la frontera desde México de manera irregular en 2011, según la patrulla fronteriza) y deportó a más personas (sólo en el último año casi 400 mil) que los dos gobiernos republicanos anteriores juntos de Bush. Y en miles de casos separando familias de manera dramática. En cambio, sin ruido y sin promesas, el gobierno republicano y conservador de Reagan amnistió en 1986 a miles de mexicanos en situación irregular, lo que les permitió no sólo vivir legalmente en Estados Unidos, sino reunificar a sus familias y eventualmente, optar también por la ciudadanía de ese país.

Obama es el mismo presidente y premio Nobel de la paz que autorizó la caza y asesinato (“abatimiento”, le llaman eufemísticamente ahora en México) de Bin Laden en Pakistán (cuentas pendientes). Es verdad que salió de Irak, pero no de Afganistán, Libia o de Guantánamo. Su gobierno es quien propuso y financia el nefasto Plan Mérida para México; el mismo causante de casi un estado de guerra en contra de Irán so pretexto de las mismas razones que en su día usó Bush en contra de Irak. El mismo que ha apoyado incondicionalmente la política segregacionista, racista y terrorista de Israel en contra el pueblo Palestino, y otras muchas cosas que en poco o nada se diferencian de las practicadas antes por los republicanos y que muy seguramente, sumadas, son algunas de las razones que tienen postrada a la economía de ese país.

Pudimos verlo claramente en el tercer debate de los candidatos, dedicado a la política exterior de ese país: ambos hablaron mucho de China, un poco de medio oriente y nada, absolutamente nada de Iberoamérica ni del vecino México, ni de su guerra de las drogas, de los miles de muertos, desaparecidos y desplazados. Por cierto, en la elección de ayer también se sometió a referéndum en varios estados como Washington o Colorado la legalización de la mariguana. Y acá mientras seguimos poniendo los muertos en una guerra absurda.

Y volviendo al interés mexicano, dice bien la señora Rosario Green: al margen de quien sea el presidente de los Estados Unidos, México requiere urgentemente de una cooperación para el desarrollo norteamericana al estilo Plan Marshall. También de construir con autonomía sus propias políticas energéticas, de control y gestión de drogas, trata de personas, agua, límites y asuntos ambientales, narcotráfico y migración. Y más allá de eso, el interés nacional mexicano requiere negociar en pie de igualdad jurídica, sin sumisión asumida ex ante con el gobierno norteamericano. Da igual su color. Porque los gobiernos mexicanos no pueden seguir asintiendo mansamente a la política que los gobiernos de ese país decidan practicar con México y los mexicanos, tal y como se ha venido haciendo evidentemente durante los pasados años, especialmente los últimos 12 de irresponsable y entreguista complacencia de los gobiernos de Fox y Calderón.

¿Cabría esperar un trato menos racista y más benevolente para los entre 8 y 13 millones de mexicanos irregulares que ya están en Estados Unidos? Eso lo veremos, porque al día de hoy no vimos la reforma migratoria prometida por Obama, quien desperdició las mayorías obtenidas en el congreso durante sus dos primeros años de mandato.

Es de destacarse al final de este proceso electoral cuyos resultados repercuten sin duda en todo el mundo, y de ahí su interés público, la civilidad política del candidato republicano Romney, reconociendo anoche sin ambages la cómoda ventaja de Obama y su consecuente victoria, y haciendo un llamado conciliatorio a sus seguidores a la unidad en torno al beneficio del país.


También es de destacarse la última frase del discurso triunfal de Obama, capaz de ilusionar todavía a los ciudadanos de su país y ejemplo de brillante retórica política: “Creo que podemos mantener la promesa que fundó este país: no importa de dónde vienes, si eres negro o blanco, o hispano, homosexual o no, si trabajas duro puedes conseguir tu sueño. Somos más grandes que la suma de nuestras ambiciones individuales”.

Twitter: @efpasillas


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