Microeconomía del narcomenudeo / Nomás por llevar la contra - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Aunque hasta el sentido común indica que nunca un problema complejo se ha resuelto con soluciones simples, tenemos una tendencia a sostener lo contrario, sobre todo si la solución simple coincide con nuestras preconcepciones: lo mismo en lo que hace al crecimiento económico o el combate a la pobreza o al narcotráfico, la solución más exigida es a la vez, la más popular y sencilla; y en cada caso la más equivocada. La legalización de las drogas, dicen y reiteran, es la medida que hubiera hecho innecesarios los años pasados de combate al crimen organizado y los miles de muertos, pues al quitar el acicate económico, los cárteles o hubieran mutado a respetables industrias o desbandado. Lo malo es que la evidencia empírica nos dice otras cosas y la última encuesta sobre adicciones ayuda a deshojar el mito.

De acuerdo con los datos divulgados, llama la atención la baja incidencia del uso de “drogas ilegales”, sobre todo en relación con los datos internacionales y/o el consumo de “drogas legales”. Las hipótesis explicativas serían: o los mexicanos somos bien “fresas” o una de las primeras reglas del mercado está funcionando y la estrategia de Calderón efectivamente ha mantenido “alejadas las drogas de tus hijos”. Aunque suena a perogrullada en microeconomía “no hay demanda si no hay oferta”, o no puedes consumir lo que no hay en el mercado; en el caso de las drogas, la mayor cantidad es consumida por usuarios recreativos y ocasionales, reventados de fin de semana que si les ofrecen, la toman; mientras que sólo una exigua minoría son auténticos junkies, que viven y mueren por la droga. La intervención gubernamental en la cadena de distribución y abasto ha generado una escasez relativa de droga, lo que paradójicamente ha llevado al incremento del consumo de alcohol, como revela la encuesta, en este caso jugando el rol de “bien inferior”, o las tortillas cuando no hay pan, pa’que se entienda mejor; que no presuman del éxito de las campañas de “concientización”, en el momento en que se restableciera el abasto, el consumo se incrementará, como la curva de la demanda, señala.

La encuesta también permite estimar la magnitud del mercado del narcomenudeo, que ante la magra demanda, simplemente no sirve para sacar de pobre a nadie. Uno de los mitos más divulgados son las ganancias de los cárteles, casi siempre calculadas llevando la lógica al límite; por ejemplo, la DEA calcula el mercado de la droga en EUA en unos 50 mil millones de dólares, lo que automáticamente lleva a fijar en esa cifra los ingresos de los narcos mexicanos, pero sin considerar que ni toda la droga consumida es de origen mexicano ni que la ganancia no va toda al proveedor inicial, que cuando más es el mayorista importador, pero que los demás eslabones de la cadena se llevan también su parte. En el narcomenudeo los eslabones aumentan, entre quien importa la droga y quien finalmente la vende en la calle hay múltiples escalas, todas obteniendo un beneficio; lo que explica la “integración” de cadenas controladas por cárteles donde todos pertenecen a la misma organización. Los costos se elevan y las ganancias disminuyen si se considera también la “red de protección y cobranza”, o sea los sicarios, económicamente improductivos pero necesarios dada la naturaleza del negocio. La consecuencia de esta disminución de la “tasa de ganancia” ha sido la diversificación de la actividad delictiva incorporando toda actividad que genere ingresos: secuestros, asaltos, cobro de derecho de piso, llegando hasta la explotación de minas de carbón, como recién se ha denunciado en Coahuila.

Para que las actividades de un cártel “diversificado” se realicen más eficientemente, deben tener un cierto control sobre el territorio donde están asentados; como ocurre en Tamaulipas y Michoacán donde Zetas y Templarios “gobiernan” amplias regiones; lo malo es que ante este alto perfil la respuesta gubernamental es más sencilla vía confrontación directa: intervienen fuerzas federales, caen sicarios y finalmente la droga no llega al consumidor y el negocio pierde. La situación de Aguascalientes puede ilustrar sobre la otra opción de “negocios”: la red de distribución está especializada y concentrada, prácticamente no intervienen en ninguna otra actividad y así han sobrevivido, aunque no prosperado.

La legalización de las drogas y regulación del mercado, propuesta que suscribo desde la perspectiva liberal de que el Estado no tiene que decirle a un adulto qué hacer con su cuerpo, desgraciadamente poco afectaría la situación anterior: los cárteles diversificados simplemente ampliarían su red de actividades delictivas, lo que los puede tornar en más violentos; mientras que los especializados jugarían con las opciones tanto de mutar a empresarios formales y/o jugar con los recovecos de las nuevas normas, como sería vender las drogas no legalizadas pues se habla de mariguana pero no se menciona “la piedra”, incluso si el esquema impositivo encarece las drogas legalizadas, podrían vender la opción pirata más barata.

Con todo es bueno que se abra el debate sobre la legalización y que se desmitifiquen los efectos, lo malo es que habrá más prejuicios y lugares comunes que argumentos sólidos: la derecha reciclará su ñoñería de sacristía mientras la izquierda (o Fernando Belauzaran, porque muchos son más conservadores que el PAN) lo reiterará como su milagroso remedio contra la violencia. Mientras, desde Colorado USA Chich Marín y Tommy Chong les enviarán una sonora trompetilla.

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